Puede definirse como la capacidad para mantener temporalmente activa la información para su utilización en diferentes actividades cognitivas como comprender o pensar (Pelegrina et al. 2016). Mantiene la información on line, la orientación, la atención, la inhibición y la monitorización de la conducta en referencia a estados motivacionales y emocionales del organismo. Se localiza en el LPF, área de asociación heteromodal muy interconectada con una red distribuida de regiones corticales y subcorticales (Tirapu-Ustárroz y Muñoz-Céspedes, 2005). Sus propias características funcionales han sido resaltadas por diversos autores como importante causante de nuestra evolución cognitiva y del inicio de la conducta considerada como moderna (Wynn and Coolidge 2011).
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Todos los autores están de acuerdo con tal definición y explicación del proceso cognitivo que conlleva. Pero la memoria de trabajo es uno de los constructos cognitivos utilizados para explicar la cognición humana. En el inicio de la Psicología, y ante la necesidad de analizar la mente humana por medio de sus acciones, a los primeros psicólogos les faltaba un método que aplicar en sus estudios. Desde entonces se han realizado una serie de conceptualizaciones (organización lógica y cognitiva basada en el conocimiento personal del problema a estudiar y, por tanto, subjetivo en algún grado) sobre las características cognitivas que observa en los seres humanos, a las que se denominan constructos. Los conceptos científicos usados en la psicología (inteligencia, funciones cognitivas, memoria de trabajo, frustración, inconsciente, emociones, ego, fobias, ansiedad, motivación, etc.) no tienen una existencia concreta similar a las entidades físicas que se prestan a la observación sensible. Son conceptos que sobrepasan la observación empírica y muchas veces expresan supuestos teóricos. A tales conceptos se les llama actualmente constructos o conceptos no observacionales para diferenciarlos de los observacionales (Bunge, 1973). Los constructos no tienen referentes empíricos inmediatos. Nadie ha visto ni ha tocado la inteligencia de alguien, pero sí la puede inferir de la manera en que una persona es capaz de resolver ciertos problemas en relación con la manera en que otros los resuelven.
Características
de la memoria de trabajo
Se pueden establecer una serie de propiedades que van a
caracterizar a este constructo. Destacaré las siguientes:
- Su capacidad es limitada. Solo
almacenamos 7 ±2 elementos.
- Es activa. No solo
almacena la información, sino que la manipula y la transforma.
- Sus
contenidos se actualizan
permanentemente.
- Está modulada
por el córtex frontal dorsolateral.
De igual manera se
conocen las funciones de la memoria de trabajo en general. Su papel en el pensamiento y comprensión del lenguaje es variado y
fundamental para un adecuado funcionamiento cognitivo.
- Se necesita la memoria de trabajo para mantener los objetivos y
subobjetivos en la resolución de problemas.
- Las diferencias individuales en la resolución de problemas pueden
deberse a diferentes capacidades en la memoria de trabajo.
- Un aspecto de la capacidad de la memoria de trabajo puede ser la
velocidad de procesamiento.
- Una predicción razonable de este modelo es que una interferencia en la
memoria de trabajo se traduce en peores prestaciones en las tareas de
razonamiento.
- La memoria de trabajo también es necesaria en la compresión del
lenguaje.
+ Para almacenar información parcial sobre un texto pronunciado o leído
mientras se codifica el resto.
+ Los procesos de comprensión pueden trabajar sobre la información
almacenada temporalmente para producir un significado coherente para el texto
completo.
+ Evidencias neuropsicológicas de que la memoria de trabajo es necesaria
para la comprensión de frases, pero sólo cuando la frase es lo suficientemente
compleja para que algunas palabras tengan que mantenerse en memoria mientras se
percibe el resto de la frase.
Explicaciones
neurofisiológicas
Todo lo dicho anteriormente se puede observar en la conducta humana, por
lo que no hay duda de su existencia, pero de cómo está estructurado el cerebro
para su producción solo tenemos teorías (constructos).
Los intentos de analizar estos constructos comenzaron a realizarse con
los conocimientos del siglo pasado, con muy poca interdisciplinariedad, exponiendo
las teorías resultantes a la comunidad científica para su crítica, aceptación y
uso o desafectación. La verdad es que poco más se podría hacer. Se intentaba
que tales explicaciones aclarasen el funcionamiento del cerebro para tales
funciones, pero casi siempre se omitía su relación filogenética y
ontogénica del género Homo.
Una de sus principales controversias se ceñía a su funcionalidad
neurológica en el cerebro. Así, básicamente se establecieron dos grandes grupos
de explicaciones funcionales (Pelegrina et
al. 2016):
I.- La memoria operativa o de trabajo constituye un sistema con sus
propios procesos cognitivos. Normalmente se sitúan en el LPF y tendrían cierta
autonomía anatómica y funcional. Son modelos basados en la existencia multi‐almacén para diversas sensaciones modales. En los modelos modulares
específicos de dominio la corteza prefrontal está organizada de modo
que distintas áreas se encargan del almacenamiento de distintos tipos de
información.
El modelo de
Baddeley e Hitch de la memoria de trabajo (Baddeley y Hitch, 1974; Baddeley, 2000) incluye componentes de almacenamiento denominados
tampones o búferes (lazo o bucle fonológico, buffer o agenda visual-espacial, Tampón
o buffer episódico) y de procesamiento de la información (ejecutivo
central). El sistema ejecutivo central (SEC)
es un sistema por medio del cual se llevan a cabo tareas cognitivas en las que
interviene la memoria de trabajo, y que realiza operaciones de control y
selección de estrategias (Tirapu-Ustárroz
and Muñoz-Céspedes, 2005).
II.- Se trata de un subconjunto de
representaciones activadas de la memoria a largo plazo que comparte
una serie de procesos con otras funciones psicológicas. Se situarían en la
ubicación de la memoria a largo plazo (áreas de asociación parieto-temporo-occipital) y, tras su activación, pasaría al LPF para su
procesamiento cognitivo. La memoria de trabajo se identifica con la
región de la memoria a largo plazo que ha alcanzado un cierto nivel de
activación (Cowan, 1988). Goldman-Rakic (1996) ha propuesto una nueva
comprensión de la memoria de trabajo que se basa en las implicaciones de la arquitectura
funcional del córtex prefrontal. Para esta autora, esta región cerebral
desempeñaría un papel preponderante en las funciones de la memoria de trabajo y
debería entenderse como una red de integración de áreas, cada
una de las cuales estaría especializada en un dominio específico. Así,
cada subsistema de la memoria de trabajo se encontraría interconectado con diferentes
áreas corticales de dominio específico. Las áreas prefrontales
relacionadas con la agenda visuoespacial se conectarían con el lóbulo parietal
posterior, y el bucle fonológico con áreas temporales relacionadas con el
lenguaje (área de Wernicke, fascículo arqueado, etc.). Este modelo explica cómo sistemas independientes y simples pueden
trabajar concertadamente para dar lugar a una conducta compleja (Tirapu-Ustárroz and Muñoz-Céspedes, 2005).
Discusión
De la memoria de trabajo u operativa el investigador
del LPF Joaquín Fuster (2015) se pregunta: ¿Por qué se considera a la memoria
de trabajo un tipo especial de memoria en lugar de un estado de memoria? La
pregunta es válida al admitir que estamos hablando de constructos, cuya
naturaleza, origen y relación funcional desconocemos. Además de la memoria
de trabajo y memoria a largo plazo son tipos de
memoria que funcionan en base de su activación. La memoria de trabajo podría
ser visto como un estado de conciencia o de la capacidad que tiene el ser humano
para procesar
información de manera eficiente externa, lo que se realiza por medio
del lenguaje.
Podría ser una memoria de base funcional-lingüística.
Baddeley (1983) dijo claramente que la memoria de trabajo es la retención temporal de información reciente para el desempeño de una tarea o la solución de un problema. Sin embargo, la perspectiva de futuro de la memoria de trabajo se suele ignorar y, con ella, la esencia de su definición y la clave para comprender sus mecanismos cerebrales. De hecho, la memoria de trabajo es esencialmente prospectiva (del futuro inmediato o más lejano), como otras funciones ejecutivas de la corteza prefrontal. Sus funciones son prospectivas y preadaptativas, pues facilita la acción a realizar en las mejores condiciones.
La evidencia ahora es abrumadora de que la memoria de trabajo consiste en una memoria de largo plazo activada que se ha actualizado para lograr un objetivo en el futuro cercano. La actualización puede ser provocada por un estímulo externo o interno, pero el contenido de la memoria de trabajo no es solo ese estímulo sino también su historia. Por lo tanto, la memoria de trabajo no es una forma o sistema especial de memoria, sino el estado activo de una red cortical reconfigurada temporalmente de la memoria a largo plazo hacia una meta en el futuro cercano.
Conclusiones
(si pueden establecerse)
Podemos establecer una básica estructuración funcional del cerebro, donde el área de asociación parieto-temporo-occipital sería el receptor e integrador de las aferencias sensitivas externas (áreas primarias visuales, sensitivas y auditivas). Esta información integrada (memoria a largo plazo), que puede ser asociada (simbolizada) por sonidos o señas apropiadas (muy relacionada con el lenguaje), en función de los
procesos de atención, tendría que pasar al lóbulo frontal para su
correlación emocional, procesamiento racional y la producción de una respuesta
motora si es necesaria. Las vías nerviosas que pueden realizar esta función no
están del todo bien conocidas, pero podemos destacar la salida de dos
importantes áreas: el Precúneo o
Precuña y sus conexiones con el Lóbulo Prefrontal (Bruner et al.
2014) y el área de Wernicke y
la importante evolución del fascículo
arqueado, que llega tanto al área de Broca como al Lóbulo
Prefrontal (Rilling, et al. 2008).
En estos estudios la ontogenia y filogenia de estos
procesos pocas veces se han tenido en cuenta y, en todo estudio
interdisciplinar, siempre hay que valorar el cómo de la formación de tales
constructos. Puede que dependiendo de la cualidad de la memoria a largo plazo
(p. e. lenguaje) se estructuren las funciones ejecutivas del Lóbulo Prefrontal.
Existen indicios de que las funciones ejecutivas
metacognitivas (entre ellas la memoria de trabajo) dependen significativamente
de la cultura y de los instrumentos culturales, pues se ha comprobado que están
significativamente correlacionados con el nivel educativo (Gómez-Pérez and
Ostrosky-Solís, 2006; Ardila and Ostrosky-Solís, 2008).
- Bruner, E.,
de Lázaro, G. R., de la Cuétara, J. M., Martín-Loeches, M., Colom, R. and
Jacobs, H. I. L. (2014). Midsagittal brain variation and MRI shape
analysis of the precuneus in adult individuals. Journal of Anatomy. 224 (4), 367–376.
- Bunge, M. (1973): La Ciencia, su
Método y Filosofía. Edición Siglo XX, Buenos Aires.
- Cowan, N. (1988). Evolving conceptions of memorystorage, selective attention, and their mutual constraints within the humaninformation processing system. PsychologicalBulletin, 104, 163–191
- Fuster, JM y Bressler SL (2015). Elpasado hace futuro: el papel de pFC en la predicción. Journal of CognitiveNeuroscience, 27: 639-654, 2015.- Pelegrina, S., Lechuga, M. T., Castellanos, M, C. y Elosua, M. R. (2016). Mente y cerebro. De laPsicología Experimental a la Neurociencia cognitiva. Cap. 8. AlianzaEditorial.
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