viernes, 17 de junio de 2016

CREATIVIDAD HUMANA

CREATIVIDAD
Aunque todos hablamos de las capacidades cognitivas realmente no conocemos mucho de ellas. Apreciamos sus manifestaciones externas por medio de la conducta que realizamos, incluso nos atrevemos a medirlos utilizando diversos test psicológicos, pero continuamos desconociendo su origen y desarrollo, la relación entre todas ellas y su concreta base psicobiológica de producción en nuestro cerebro. En el inicio de la Psicología como ciencia, y ante esta orfandad teórica y la necesidad de analizar la mente humana, los psicólogos realizaron una serie de conceptualizaciones (organización lógica y cognitiva basada en el conocimiento personal del problema a estudiar y, por tanto, subjetivo en algún grado) sobre las características cognitivas observadas en los seres humanos, a las que se denominan constructos. Los conceptos relacionados con la cognición como inteligencia, inconsciencia, emociones, autoconciencia, aprendizaje, creatividad, simbolismo, etc., no tienen una existencia concreta similar a las entidades físicas que se prestan a la observación de nuestros sentidos (se ven, se huelen, se escuchan, se tocan, etc.). Son conceptos que, sobre la experiencia en la observación de la conducta, muchas veces expresan supuestos teóricos. A tales conceptos se les llama actualmente constructos o conceptos no observacionales para diferenciarlos de los observacionales (Bunge, 1973). Los constructos no tienen referentes empíricos inmediatos, nadie ha visto ni ha tocado la inteligencia de alguien, pero sí la puede inferir de la manera en que una persona es capaz de resolver ciertos problemas en relación con la manera en que otros los resuelven o no.

En este complejo y poco claro contexto cognitivo, el constructo o capacidad cognitiva que más se ha relacionado con los cambios conductuales es, sin duda, la creatividad, pues constituye un aspecto central del ser humano, siendo cada vez más fundamental para la comprensión de la compleja naturaleza biosocial de la mente (Malafouris, Gosden y Overmann, 2014). La creatividad sería un constructo psicológico formado a partir de la interacción funcional de diversos factores de diferente origen (Oliveira et al. 2009), siendo un claro ejemplo de sinergia o acción conjunta de dos o más causas cuyo efecto es superior a la suma de los efectos individuales. En Psicología esta acción conjunta de diversas capacidades cognitivas producirían lo que se ha denominado como emergencia cognitiva, o la aparición de una capacidad cognitiva superior en eficacia conductual y/o adaptativa que la que pudieran presentar las capacidades que la forman por separado.

En general, el estudio de estos constructos se ha realizado frecuentemente de forma independiente, más por razones prácticas que reales, aunque no se conozca constancia física de tal individualidad. Efectivamente, ya en el siglo pasado diversos autores pensaban que las capacidades cognitivas superiores no tenían una ubicación neurológica exclusiva, sino que respondían a la acción conjunta de diversos focos neurológicos trabajando en común y que , al menos en parte, eran compartidos por otras funciones cognitivas (Luria, 1977). En la actualidad con las técnicas de neuroimágenes en la realización de diversos procesos cognitivos se ha visto que muchas de ellas tienen centros neurológicos comunes, lo que descarta la existencia de módulos cerebrales exclusivos para determinadas funciones cognitivas. En este contexto, muchos de los factores cognitivos o constructos que producen la emergencia de la creatividad, son a su vez coevoluciones o uniones emergentes de otras capacidades cognitivas más elementales, siendo muy difícil establecer el orden de resolución cognitiva acaecido en la evolución del género Homo, aunque cierto orden si debió de existir, incluso es muy posible que se realizasen de forma relativamente sinérgica (coevolución o sinergia escalonada). Podría partir de una evolución básica (aumento de las áreas asociativas secundarias y terciarias de la corteza cerebral) que, desde el nacimiento, se fueron estructurando en función de dos parámetros: la influencia del medio ambiente (aferencias sensoriales) y la sinergia de diversos componentes del sistema nervioso central, produciendo emergencias cognitivas nuevas (p.e. abstracción—simbolización—lenguaje—autoconciencia--creatividad).

A pesar de que su origen sea muy complejo, siempre hay que establecer una definición que nos sirva de base de trabajo, pues marcaría los límites de su concepto y las características que debe de poseer para su realización. En general, se define a la creatividad como la capacidad de producir nuevas conclusiones y resolver problemas determinados en una forma original. Sin embargo, no todos los avances pueden englobarse en esta definición, pues muchas veces éstos se producen de forma fortuita o no intencionada cuando se está buscando otra cosa distinta o simplemente ninguna, admitiéndose la existencia de un descubrimiento importante, aunque sea independiente de lo que esté estudiando. En este último caso se define como otra forma de creación no intencionada o buscada (casualidades, coincidencias o accidentes) denominándose como serendipia, constituyendo una forma conductual de encontrar enfoques o procesos de importancia que, en principio, ni son lógicos ni obvios. Para una adecuada comprensión de la génesis de la creatividad es necesario analizar los múltiples factores que, trabajando en común, son capaces de producir la emergencia creativa (Mora, 2002; Oliveira et al. 2009; López Martínez y Martín Brufau, 2010):


1.- Capacidades cognitivas racionales. Básicamente serían las necesarias para el adecuado procesamiento de la información adquirida, pues la creación intencionada y consciente es el proceso cognitivo que nace del manejo de la información previamente adquirida. Para su producción es necesaria una adecuada funcionalidad de las capacidades cognitivas que más han caracterizado a los seres humanos (abstracción, simbolismo, lenguaje y autoconciencia), así como de las denominadas funciones ejecutivas (memoria de trabajo, flexibilidad, planificación, inhibición y monitorización), y de otras que facilitarían la labor creativa (alta capacidad de asociación cognitiva, imaginación, capacidad intuitiva y crítica, concentración o atención cognitiva, capacidad de evaluación de lo conveniente, , etc.).

2.- Capacidades cognitivas emocionales. Existen numerosos términos que hacen referencia a la existencia de valores emocionales, ya sean combinados entre sí y/o con otras funciones cognitivas de complejo análisis individual. Entre ellos destaca la motivación intrínseca, que es el principal impulsor de la conducta (Flórez, 1996). Indica la existencia de hechos que estimulen la necesidad, el interés y la curiosidad (componentes afectivos fundamentales en la conducta humana) para elaborar mejores y más complejas conductas de todo tipo (tecnológicas, sociales, simbólicas, etc.) para alcanzar una solución (meta), ya sean un mejoramiento o nuevas formas de conducta.
En el proceso creativo, además de la motivación, hay que valorar la presencia de las siguientes: confianza en sí mismo, valor, tenacidad, entusiasmo, etc. Como puede apreciarse se trata de emociones secundarias autoconscientes, consecuencia de la socialización y del desarrollo de la autoconciencia, siendo muy susceptibles de variaciones socio-culturales (Rivera, 2015). En general, constituyen unos factores básicos en la producción creativa, pues si faltan en gran medida imposibilitan su desarrollo.

3.- Factores de conocimiento personal (contextos medioambientales determinados). Se trata de todo lo relacionado con la adquisición y procesamiento de conocimientos sobre el medio en el que se vive y sobre los que se van a desarrollar los procesos creativos (estudios, trabajo, relaciones comerciales, laborales e intelectuales). Es importante destacar que el conocimiento (saberes y experiencias que se hayan ido adquiriendo a lo largo de la vida) es esencial para el pensamiento creativo. En este contexto, parece especialmente relevante la constante interacción con el mundo circundante (sea cual sea su fundamento) dentro del cual se va a intentar desarrollar los procesos creativos.  

4.- Factores sociales que favorecen su producción (contexto socioeconómico y cultural). En este apartado se pueden incluir diversos procesos de carácter social que, si bien no siempre son imprescindibles, ayudan mucho en su desarrollo. Serían todas las características sociales que estimulen o favorezcan su producción (motivación extrínseca), como serían la aceptación, la libertad en general (social, educativa, económica, simbólica, política, etc.) y los estímulos sociales de todo tipo.

5.- Factores de personalidad de base innata pero modelados por el medio ambiente. Entre ellos se pueden destacar la tolerancia a la ambigüedad, propensión a asumir riesgos, autoeficacia, etc. Es la suma de múltiples procesos cognitivos de diferente etiología, entre los que se pueden destacar dos. Primero del temperamento o la manera particular con que un ser humano interactúa con el entorno. Nadie es exactamente igual a otro, las características fisiológicas, hormonales, histológicas y anatómicas difieren de unos a otros en pequeños grados, pero que al actuar en conjunto pueden determinar formas generales de actuación, las cuales en Psicología se han definido como temperamentos. Aunque su origen pueda estar discutido, parece más probable que tengan un importante carácter innato. Segundo, el carácter que es la parte de la personalidad que se genera durante la vida de la persona, su experiencia y la cultura. Su producción se debea la gran plasticidad que tiene nuestro cerebro, que puede remodelarse (hasta cierto punto) por métodos externos (cultura, psicoterapia, propaganda, proselitismo, etc.).

6.- Estilo de pensamiento. Se relacionaría con la manera de organizar o procesar los conocimientos adquiridos (información). Sería una organización funcional de los anteriores apartados (1-5), pues de su combinación y posibilidades darían como resultado formas diferentes de procesar los datos, así como de conclusiones distintas (novedosas o no). Existen distintos tipos de pensamiento (deductivo, inductivo, sistemático, crítico…), elaborados en función de sus características de la forma de razonamiento aplicado en la ejecución de la conducta. Entre ellos está el pensamiento creativo, que sería la capacidad de generar pensamientos o ideas más allá del ámbito convencional. Se incluye el pensamiento divergente o lateral (de Bono, 1967), que constituye una forma de organizar los procesos de pensamiento a través de estrategias no ortodoxas, intentando encontrar opciones creativas para resolver un problema.

Debido a la gran variabilidad de factores que van a intervenir en los procesos creativos, con los que no siempre se ha interrelacionado de forma adecuada, parece factible que pueda logarse ciertos avances en los procesos creativos por medio de conductas adecuadas. Para potenciar el pensamiento creativo, es necesario tener la mente siempre activa, algo que se puede conseguir de diversas maneras, entre ellas, con un correcto programa de entrenamiento de las distintas funciones cognitivas (racionales y emotivas). 


Aunque en principio la serendipia y creatividad parecen ser dos hechos independientes, la realidad es que muchas veces actúan al unísono dentro de complejos procesos creativos. La causa es que la serendipia también participa en algunas de las condiciones expuestas para el desarrollo de la creatividad, como son los conocimientos sobre el tema en estudio, pues hay que darse cuenta de la importancia de la producción y hallazgo casual, para lo que es necesario cierto conocimiento: “La casualidad sólo favorece a los espíritus preparados” (Louis Pasteur). Por tanto, al hecho de que la creatividad no sea un logro determinado por el azar sino buscado (intencionado o autoconsciente), hay que añadir que en determinados casos puede estar empujada o favorecida por una o varias formas de serendipias Tras estas manifestaciones conductuales estarían el desarrollo de todas las manifestaciones conductuales humanas, siendo su manifestación amplia, diversa y particular para cada contexto de nuestra conducta. Los caminos usados en su utilización son muy variados, pues responden a las múltiples posibilidades que suponen las diversas combinaciones de los seis apartados anteriormente reseñados, más el papel de la serendipia.


  
- Bunge, M. (1973): La Ciencia, su Método y Filosofía. Edición Siglo XX, Buenos Aires. 
- De Bono, E. (1967): New Think: The Use of Lateral Thinking in the Generation of New Ideas. New York: Basic Books.
- Flórez, J. (1996): “Cerebro: El mundo de las emociones y de la motivación”. En Mora, F. (ed.): El cerebro íntimo. Barcelona. Ariel.
- López Martínez, O. y Martín Brufau, R. (2010): Estilos de pensamiento y creatividad. Anales de psicología, vol. 23, (2), 254-258.
- Luria, A. R., (1977): Las funciones corticales superiores del hombre. Editorial Orbe, La Habana.
- Malafouris, L., Gosden, C., y Overmann, K.A. (Eds) (2014). Creativity, cognition and material culture. Pragmatics & Cognition, 22(1).
- Mora, F. (2002): Cómo funciona el cerebro. Alianza. Madrid.
- Oliveira, E., Almeida, L., Ferrándiz, C., Ferrando, M., Sainz, M. y Prieto, M.D. (2009). Test de Pensamiento Creativo de Torrance (TTCT): Elementos para la validez del constructo en adolescentes portugueses. Psicothema, 21, 562-567.
- Rivera, A. (2015): “Arqueología de las emociones”. Vínculos de Historia, núm. 4, pp. 41-61.