lunes, 13 de agosto de 2018

El concepto de nicho en la evolución cognitiva humana

Todas las especies viven en un lugar con ciertas características ambientales de carácter geográfico y geológico, donde su población puede desarrollarse en el espacio y en el tiempo, gracias a las relaciones funcionales (conducta) de la comunidad con dicho hábitat. Este conjunto constituye el nicho ecológico, siendo específico para cada especie biológica. Como es lógico, todas las especies humanas participan de estos conceptos, pues solo pueden vivir, procrear y desarrollarse en lugares determinados que así lo permitan. Sin embargo, a diferencia de las demás especies, su relación con estos medios naturales en los que viven es dinámica, pues pueden cambiar su constante y particular interacción. 

Esta situación se debe a que dentro del género Homo se ha producido una evolución cognitiva que favorece una especial forma de relación social entre los miembros de sus comunidades, así como una mayor capacidad de captación, procesamiento, asimilación y transmisión de la información que la naturaleza nos ofrece. Estas características les ofrecen una mayor resistencia a los cambios ecológicos y la posibilidad de ocupar nuevos hábitats mediante los cambios ambientales necesarios para el desarrollo de las poblaciones humanas. La producción de tales mejoras adaptativas no se debe al simple desarrollo evolutivo del cerebro, sino a la producción de tal evolución cognitiva, la cual se realiza gracias a las mejoras evolutivas de su cerebro que, junto con la influencia del medio ambiente, es capaz de aumentar el aprendizaje social, crear y desarrollar el lenguaje humano, y a producir la emergencia de nuevas capacidades cognitivas (ampliación de la memoria de trabajo, desarrollo de la teoría de la mente y de la autoconciencia), que actuando en adecuada coordinación permiten que la construcción de este nicho sea un proceso de permanente acumulación y transformación, en el que las conductas, las herramientas y las ideas se van mejorando de generación en generación (Tomasello, 1999; Bickerton, 2009).



En general, la Arqueología ha explicado los avances socioculturales como formas de adaptación ecológica, donde las principales fuerzas impulsoras son la variabilidad medioambiental y la dinámica poblacional (e. g., d’Errico y Stringer, 2011; Banks, d´Errico y Zilhão, 2013). El reciente desarrollo de la Arqueología cognitiva ha puesto en relieve que tales adaptaciones ecológicas se producen cuando el desarrollo cognitivo lo permite, y no antes (Rivera y Menéndez, 2011), lo que aclara las diferencias evolutivas existente entre la evolución anatómica y la conductual/cognitiva (e. g., Renfrew, 2008).

En el dinámico desarrollo de los nichos humanos hay que entender que son varios los factores que entran en juego, todos ellos interconectados, pero cada uno con una particular importancia causal (cambios medioambientales; evolución y herencia genética; creación, trasmisión y acumulación cultural; evolución cognitiva). El diferente uso y atribución causal de los cambios conductuales serían el fundamento de las diversas denominaciones que han sido utilizadas para definirlo con mayor exactitud (nicho ecológico, cultural, cognitivo, genético-cultural, cultural-cognitivo, etc.), donde las variables que actúan en su composición toman diferente papel en consideración de las hipótesis generadas por los autores que han tratado estos temas.

No obstante, puede apreciarse dos tendencias generales respecto a la formación de estos nichos. Los que avalan el predominio de los valores genéticos con una importante manifestación conductual innata (muy poco definida, salvo su origen genético y su trasmisión generacional), y los que proponen un mayor componente cultural en el desarrollo de nuestra conducta. El problema surge cuando queremos comprender el grado de innatismo o de determinismo genético, o la influencia medioambiental que tienen las teorías que lo exponen. La ambigüedad o faltad de precisión es lo más patente, por lo que siempre hay que hablar de generalidades. Ambos procesos causales siempre se producen juntos, pues no tienen sentido en la actualidad intentar mantener posturas con total independencia una de la otra.

Toda conducta tiene una base biológica (genética) que la hace posible. Sin embargo, cuando se habla de innatismo parece que se quiere manifestar la idea de que tal conducta tiene una base genética que promueve su producción con independencia (mayor o menor, nunca puede aclararse, pero si indicarse) de la influencia medioambiental. Tal idea se recoge de la conducta de muchos animales, pues en ellos siempre es muy parecida (por no decir igual) entre todos los miembros de su grupo, y se produce de forma espontánea, como consecuencia de la manifestación o expresión genética, aunque en diversas especies si existe un comportamiento de base cultural o aprendida. La teoría sintética de la evolución se aplica con toda su fuerza y aclara satisfactoriamente el proceso. Sin embargo, su aplicación a la conducta humana presenta muchos problemas, pues nuestro género tiene unas características conductuales muy diferentes del resto de las demás especies biológicas, aunque es heredero evolutivo de ellas.

¿Qué es innato y qué es adquirido en la conducta humana?

La respuesta no puede nacer del resultado de nuestra introspección cognitiva, o de un criterio basado en nuestras propias creencias. Debe de surgir del conocimiento, lo más fundamentado posible, de la realidad funcional de nuestro cerebro, consecuencia de un complejo proceso evolutivo dentro de variados medios ambientales que lo posibilitaron (nichos humanos: ecológico, genético, cultural, cognitivo, etc.).

Su método debe ser ampliamente interdisciplinario. Este es el método que mejor nos puede aclarar las cosas, pero es a la vez su principal inconveniente, pues su realización es mucho más compleja de lo que podamos imaginar, lo que solo puede apreciarse en su verdadera magnitud si se intenta realizarlo, lo que realmente ocurre muy pocas veces. Voy a exponer las teorías sobre los nichos humanos que más difusión han tenido en la actualidad.

I- Nicho cognitivo.
Con un predominio genético o cierto innatismo en su producción, pero no se precisa su realización. Tenemos como mayor exponente a S. Pinker (2010). Se define al nicho ecológico humano como nicho cognitivo, queriendo resaltar la mayor influencia de la cognición humana sobre las características funcionales de estos nichos. Su fundamento se centra en una concepción innata de muchas de nuestras capacidades cognitivas, las cuales han sido desarrolladas y moduladas por la selección natural, para poder resolver problemas concretos de adaptación a los que los humanos han tenido que enfrentarse con frecuencia. Las habilidades claves serían dos: el uso del razonamiento causal para realizar inferencias relativas a las contingencias propias del ambiente local, y la habilidad para aprender unos de otros, gracias a la cual se reduce enormemente el coste de adquirir la información necesaria para adaptarnos a las condiciones ambientales propias de cada lugar (Pinker, 2010).

Esta concepción sigue los parámetros de la Psicología evolutiva (Evolutionary Psicology), la cual indica que el aprendizaje de las actividades humanas no puede realizarse por la simple experiencia, siendo preciso que haya contenidos innatos preexistentes para que tal proceso de aprendizaje pueda tener lugar. Este modelo evolutivo plantea que la mente está formada por módulos que resuelven problemas particulares y que han sido conformados por la evolución, de la misma manera que los órganos y funciones fisiológicas son producto de la evolución por selección natural de los caracteres físicos hereditarios (Fodor, 1983; Cosmides y Tooby, 1987; Tooby, y Cosmides, 2005). Sus ideas han servido para que diversos arqueólogos confeccionasen teorías sobre el desarrollo cognitivo en el Paleolítico (Mithen, 1996). En este contexto evolutivo se estaría destacando la gran flexibilidad y capacidad para producir innovaciones que las poblaciones humanas modernas adquirieron con la evolución, como capacidades cognitivas seleccionadas evolutivamente (Kandel et al., 2015; d´Errico et al., 2017).

El principal problema que se plantea es qué se quiere decir exactamente con la existencia de contenidos innatos preexistentes. Mientras no se aclaren lo mejor posible tales indicaciones neurobiológicas, las discusiones entran en lo que metafóricamente se han calificado de bizantinas.

II - La hipótesis del nicho cultural.
Si aceptamos que la evolución neurológica moderna se adquirió con el inicio del Homo sapiens hacia más de 150.000 años, por qué tardaron tanto en producirse los cambios conductuales, pues la flexibilidad y creatividad son capacidades cognitivas presentes en nuestro género. Ésta sería la paradoja cultural o sapient paradox expresada por algunos autores (Renfrew, 2008). Las respuestas pasan por dar más importancia a los factores culturales, desarrollando el concepto de nicho cultural. Se fundamenta en que la hipótesis del nicho cognitivo de Pinker (2010) sobreestima el papel innato dirigido por la selección natural de las habilidades cognitivas humanas como responsables del éxito de la especie (Evolutionary Psicology), y subestima el papel que en ese éxito ha jugado la cultura.

Esta hipótesis ofrece mucha mayor importancia a la capacidad para aprender de los demás, ya que nos ha permitido acumular información generación tras generación, y desarrollar herramientas, creencias y prácticas que ningún individuo podría desarrollar o inventar por sí mismo. La evolución cultural, al haber operado a lo largo de generaciones, habría acumulado y combinado elementos de tal manera que ha creado paquetes adaptativos (información cultural que permite sobrevivir y procrear en un hábitat determinado) que pueden utilizar sin tener que comprender los mecanismos de su realización (Boyd et al., 2011), y cuya manifestación es la acumulación de multitud de información adquirida por todas las generaciones que han conformado a la población humana del momento.

III - Concepto de nicho de Bickerton (2009)
Bickerton propone que la construcción de nichos es clave para comprender el desarrollo cultural, simbólico y lingüístico de las sociedades humanas. Su producción implica a todos los componentes de la sociedad de una forma mucho más amplia y válida de la que se pueda apreciar en los nichos de otros primates (e. g., chimpancés) (Odling-Smee et al., 2003).

En este proceso se produce un mecanismo de retroalimentación mutua entre el desarrollo cultural en todos sus aspectos (nicho, cambios de sus características) y los cambios genéticos de sus creadores (evolución morfológica). Los pobladores del nicho lo van cambiando, y estos cambios cambian a los pobladores. Será un claro ejemplo del efecto Baldwin (Bateson, 2004). Esta teoría nos indica que el hiperdesarrollo de comportamientos aprendidos que se da en los seres humanos es un caso de construcción de nicho. Por supuesto, este proceso tendría una base genética, que Bickerton define vagamente como un instinto desarrollado evolutivamente. Bickerton propone identificar ese nicho y cómo contribuyó al origen del lenguaje y a la humanización, por lo que el origen del lenguaje no tiene por qué deberse a ningún cambio genético. El lenguaje es tanto cultural como biológico.

La potencialidad genética para desarrollar una vida social y cultural compleja existía, pero los genes no dictan el comportamiento, simplemente lo posibilitan. Son las circunstancias las que determinan si esas posibilidades se realizan, y cuándo. El ecosistema se asegura de que quienes tienen una conducta principalmente genética y no se altera con los cambios del entorno, sean eliminados (selección natural).



Serán los nichos los que determinarán cómo se manifestarán los genes (expresión fenotípica). La teoría de construcción de nichos indica que aunque sea de forma indirecta, el nicho que hace necesario cierta conducta específica (e. g., el lenguaje) para la supervivencia del grupo, es el que se requiere para el origen y desarrollo de tal conducta (Odling-Smee et al., 2003). Si una especie está perfectamente acomodada a su nicho ecológico favorecerá la estasis de la especie. Pero si algo cambia súbitamente, se requiere la rápida construcción de un nuevo nicho, es decir, de favorecer las expresiones genéticas que puedan crear un nuevo nicho que permita la supervivencia (selección natural).
La teoría de construcción de nichos explica por qué, desde el último antepasado común de los humanos y los simios, ha habido tantas especiaciones en nuestra línea, y tan pocas en la línea de los simios. La rama de los simios vivía en un entorno inalterado y se quedó felizmente en los nichos que ya ocupaban. Nuestra rama se vio forzada a construir más y más nichos nuevos, a medida que sus capacidades se ampliaban con construcciones sucesivas. La construcción sucesiva de nichos significaba que podíamos evolucionar in situ, sin esperar a que la separación geográfica desencadenase el proceso de especiación. El proceso de construcción de nichos fue lo que impulsó nuestras sucesivas especiaciones y nos hizo lo que somos.

El nicho crea la inteligencia, no de forma generalizada, sino la clase de inteligencia especializada que necesite el nicho. La teoría de Bickerton está por tanto en sintonía con otras teorías modernas en este aspecto: no coloca primero el desarrollo de la inteligencia, y después conductas específicas (e. g., lenguaje), sino al revés. El lenguaje, surgido por necesidades ecológicas en una especie no privilegiadamente inteligente, llevó de modo complejo a un desarrollo mental y cerebral. No es el cerebro desarrollado el que explica la aparición del lenguaje, sino el lenguaje el que explica la aparición del cerebro humano desarrollado (Kenneally, 2007).

IV - El nicho humano según Tomasello (1999)
Todas las poblaciones humanas viven en un nicho ecológico, donde existe una doble herencia: biológica y cultural. En él, la cognición humana se desarrolla normalmente, y sin el cual muy probablemente no llegaría a desarrollarse plenamente.

Considera que, aunque conocemos la utilización de herramientas en animales no humanos (uno de los principales signos de rasgos culturales), solo en los humanos se produce la evolución cultural acumulativa y el efecto trinquete, esto es, la acumulación progresiva e innovadora de mejoras a lo largo de su desarrollo histórico. Sin embargo, algunos estudios recientes permiten reafirmar el continuum animal-humano y extender la cultura acumulativa a otros animales, pero con grandes diferencias (e. g., Caicedo, 2016).

Sin embargo, a diferencia de las demás especies, la capacidad de aprendizaje social, las capacidades cognitivas generales y el lenguaje humano permiten que la construcción de este nicho sea un proceso de permanente acumulación y transformación, en el que los procedimientos, las herramientas y las ideas se van mejorando de generación en generación. En este contexto, lo específicamente humano sería la colaboración, la comunicación y el más restringido aprendizaje social. Estas características surgen como adaptaciones para responder eficazmente ante la compleja diversidad en la construcción de un nicho cultural.

Entiende a la cultura como un nicho ontogenético (nicho genético-cultural), consecuencia de que se hereda el genoma, pero también el entorno (cultura). Los seres humanos están diseñados para vivir en un determinado tipo de entorno social. Este tipo de entorno social es lo que llamamos cultura, y es simplemente el nicho ontogenético para el desarrollo humano, típico de la especie y exclusivo de ella. El entorno cultural humano establece un determinado contexto para el desarrollo cognitivo de los niños, que lo caracteriza como un habitus cognitivo y como fuente de instrucción activa por parte de los adultos. En primer lugar, las personas que integran un grupo social dado viven de cierto modo, podemos llamar a eso el habitus del desarrollo de los niños. Al compartir las prácticas normales de las personas con quienes viven los niños tienen determinadas experiencias y no otras. El habitus produce efectos directos en el desarrollo cognitivo, y podemos ciertamente imaginar los estragos que causaría en el desarrollo cognitivo del niño la carencia de algunos componentes de esa materia prima.

Los estudios realizados con primates (orangutanes, chimpancés, bonobos) parecen evidenciar que el comportamiento altruista de los seres humanos no es producto del ambiente cultural que nos caracteriza. Este comportamiento altruista se compone de tres acciones: ayudar, informar y compartir, que no estarían determinadas por la intervención de los padres u otra forma de socialización, sino que responderían a una tendencia innata que es moldeada posteriormente. Todo esto exige ponerse en el lugar del otro, imaginar al otro y lo que el otro piensa o imagina; en definitiva, lo que alguien ha llamado una teoría de la mente. El mutualismo, pues, como sustento del altruismo, así como de los juicios normativos (derechos y obligaciones), división del trabajo y asignación de estatus. Es decir, que pensar juntos para llevar a cabo actividades cooperativas es el origen de la cultura. Tomasello (2010) piensa que el lenguaje es una facultad construida por nuestra inclinación, innata, a cooperar y comunicarnos.

Se sostiene que la evolución cultural acumulativa depende del aprendizaje imitativo y, tal vez, de la enseñanza activa impartida por los adultos, y que no puede ser producida mediante formas más débiles de aprendizaje social, como la intensificación local, el aprendizaje por emulación o la ritualización ontogenética, ni por ninguna forma de aprendizaje individual. La razón de ello es que la evolución cultural acumulativa depende de dos procesos, la innovación y la imitación que deben tener lugar en un proceso dialectico a lo largo del tiempo de manera tal que un paso dado en el proceso posibilite el paso siguiente. El propósito de la metáfora del trinquete es captar el hecho de que el aprendizaje imitativo (con o sin enseñanza activa) posibilita el tipo de transmisión fiel necesario para mantener la nueva variante en el grupo, a fin de proveer una plataforma para otras innovaciones; estas innovaciones pueden ser, en mayor o menor grado, de carácter individual, o bien social y cooperativo.

V – Nicho humano en el Estructuralismo funcional (Arqueología cognitiva)
Un último aporte sobre este complejo proceso lo realiza la Arqueología cognitiva (Estructuralismo funcional) de carácter interdisciplinario, incorporando al estudio de la evolución conductual humana los procesos de evolución cognitiva que ya vimos que no es paralela a la evolución anatómica. El Estructuralismo funcional indica que el desarrollo cognitivo del género Homo, además de la propia neuroevolución propia del linaje humano, se produce mediante la influencia del medio ambiente cultural, produciéndose un desarrollo cognitivo y, por tanto, con importantes cambios conductuales. Sería la hipótesis del nicho cognitivo-cultural (Rivera y Menéndez, 2011). Sin embargo, el fundamento psicobiológico (evolutivo, neurológico y psicológico) es muy diferente a los seguidos en la explicación del nicho cognitivo (Pinker, 2010). Uno de los enfoques más aceptados de la Psicología cognitiva corresponde al denominado Procesamiento de la información, que se asocia a la concepción del ser humano como un sistema neurológico capaz de recibir, procesar, almacenar y recuperar la información que le llega a través de sus sentidos (González Labra, 1998). Conceptualmente se basa en que todo proceso mental o cognoscitivo tiene como origen la información que previamente el cerebro ha tenido que recibir y procesar (Leahey, 1980; Klahr, 1992).

Al ser herederos evolutivos de nuestros ancestros primates es difícil asumir que en el inicio del desarrollo humano se produjeron cambios neurológicos específicos (mutaciones determinadas y precisas) que desarrollasen las nuevas conductas que vemos en el registro arqueológico. Los recientes datos que tenemos sobre la evolución neurológica nos indican que el aumento cerebral proporcionaba una mayor potencialidad neuronal y sináptica, a partir de las aferencias externas (sensaciones) e internas (recuerdos de memoria, emociones), formando las redes neurales responsables de nuevas estructuras de conducta (cognición causal). Este aumento se produce dentro de una ordenación jerárquica funcional, cuyo fundamento es que las áreas de asociación secundarias y terciarias se vayan estructurando (formación de redes neuronales) para la realización de las diferentes funciones cognitivas (coevolución cognitiva). La estructuración funcional de nuestro cerebro (componente innato) se realiza en función de las aferencias que le llagan del medio ambiente (nicho humano). En principio (sin conocer bien cuál fue la causa y el efecto) se produciría un mecanismo de retroalimentación mutuo (similar al de Bickerton, 2009, pero con diferentes parámetros) entre el desarrollo cultural que conforman el nicho humano y los cambios cognitivos (exaptación, coevolución y emergencia cognitiva) que producirían. Las mejoras adaptativas que se consigan favorecerán (selección natural) los siguientes cambios genéticos que mejor se adapten a este nuevo nicho (efecto Baldwin. Bateson, 2004), volviendo a repetir el ciclo de aumento de mayor capacidad funcional dentro de la jerarquización neurológica creada y heredada. En realidad el proceso de retroalimentación parece ser un equilibrio a tres bandas: evolución neurológica jerarquizada (base neurológica de características innatas), evolución cognitiva (exaptación, coevolución y emergencia cognitiva) y reiterados cambios del medio ambiente (nicho humano o cognitivo-cultural). El proceso se repetiría siempre en cada recién nacido, que haría suyo las características del medio en el nace y crece, siendo la base psicológica de la enorme capacidad de adaptación de nuestro Género.



Conclusión y discusión
Sin duda, los principios que han ido creando las diferentes definiciones de nichos (ecológico, cognitivo, cultural y cognitivo-cultural) tienen validez en sí mismos, pues no pueden excluir a los demás. Incluso, como se ha podido comprobar, existen conceptos, ideas y conexiones muy parecidas entre todos ellos. Sin embargo, la gran diferencia que puede inclinar la balanza a uno más que a otros sería la fundamentación en la que se basa. Los conocimientos evolutivos (genética de la neuroevolución), neurológicos (estructura jerarquizada, funcionalidad dependiente de las aferencias que le lleguen al cerebro), psicológicos (desarrollo del lenguaje como forma de realizar una estructuración funcional del cerebro, acumulación y transmisión ordenada de la información que las sociedades van acumulando en su acerbo cultural) y sociales (la imperiosa necesidad de crecer en un nicho social adecuado si se quiere obtener un desarrollo psicológico optimo), nos ofrecen unos datos que siempre hay que tener presentes.
Solo en una adecuada interconexión teórica podemos adquirir un preciso conocimiento de las características medioambientales (nicho ecológico y cognitivo-cultural) que influyeron en el desarrollo cognitivo en el linaje humano. Por tanto, es necesario elaborar un método interdisciplinar que nos permita seguir la evolución cognitiva humana dentro del nicho cognitivo cultural, por medio de los parámetros de cambio que puedan establecerse dentro de él.


- Banks, W. E.; d´Errico, F. y Zilhão, J. (2013). Corrigendum to “Human-climate interaction during the Early Upper Palaeolithic: Testing the hypothesis of an adaptive shift between the Proto-Aurignacian and the Early Aurignacian” Journal of Human Evolution, Volume 64, Issue 1: 39-55.
- Bateson, P. (2004). The Active Role of Behavior in Evolution. Biology and Philosophy 19: 283-298.
- Bickerton, D. (2009). Adam´s Tongue: How Humans Made Language, How Language Made Humans. Hill and Wang. New York.
- Boyd, R.; Richerson, P. J. y Henrich, J. (2011). The cultural niche: Why social learning is essential for human adaptation. PNAS 108 suppl 2: 10918-10925.
- Caicedo, O. D. (2016). Evolución cultural acumulativa y ‘efecto trinquete’ en animales no humanos. Una objeción a Tomasello. Contrastes, vol. XXI-Nº1.
- Cosmides, L. y Tooby, J. (1987). From evolution to behavior: Evolutionary psychology as the missing link. In J. Dupre (ed.), The latest on the best: Essays on evolution and optimality (Cambridge, MA: The MIT Press).
- d´Errico, F. y Stringer, Ch. B. (2011). Evolution, revolution or saltation scenario for the emergence of modern cultures? Philosophical Transactions B. 366, 1060-1069.
- d´Errico, F.; Banksa, W. E.; Warrend, D. L.; Sgubine, G.; Niekerkb, K.; Henshilwoodb, Ch.; Daniaue, A-L. y Sánchez Goñie, M. F. (2017). Identifying early modern human ecological niche expansions and associated cultural dynamics in the South African Middle Stone Age. PNAS, vol. 114, no. 30: 7869–7876.
- Fodor, J. A. (1983). The Modularity of Mind. Cambridge, Mass. MIT Press.
- González Labra, M. J. (1998). Introducción a la Psicología del Pensamiento. Trotta. Valladolid.
- Kandel, A.; Bolus, M.; Bretzke, K.; Bruch, A.; Haidle, M.; Hertler, Ch. y Märker, M. (2015). Increasing Behavioral Flexibility? An Integrative Macro-Scale Approach to Understanding the Middle Stone Age of Southern Africa. J Archaeol Method Theory. Vol. 22, (2).
- Kenneally, Ch. (2007).The First Word, New York: Penguin,
- Klahr, D. (1992). Information-processing approach to cognitive development. In M. Bornstein y M. Lamb (Eds.), Developmental Psychology: An advanced textbook. 3ª ed. Hillsdale, NJ: Erlbaum.
- Leahey, T. (1980): A History of Psychology: Main Currents in Psychological Thought. Englewood Cliffs, NJ: Prentice-Hall.
- Mithen, S. J. (1996): The prehistory of the mind: a search for the origins of art, religion, and science. Thames and Hudson. London.
- Odling-Smee, F. J.; Laland, K. N and Feldman, M. N. (2003). Niche Construction: The Neglected Process in Evolution. NJ: Princeton University Press. Princeton.
- Pinker, S. (2010). The cognitive niche: Coevolution of intelligence, sociality, and language. Proceedings of the National Academy of Sciences, vol. 107, suppl. 2: 8993–8999.
- Renfrew, C. (2008). Neuroscience, evolution and thesapient paradox: the factuality of value and of the sacred. Phil. Trans. R. Soc. B 363, pp. 2041-2047.
- Rivera, A. y Menéndez, M. (2011). Las conductas simbólicas en el Paleolítico. Un intento de comprensión y análisis desde el estructuralismo funcional. Espacio, Tiempo y Forma, Nueva temporada, 4.
- Tooby, J. y Cosmides, L. (2005). Evolutionary psychology: Conceptual foundations. In D. M. Buss (ed.), Handbook of Evolutionary Psychology (New York: Wiley).
- Tomasello, M. (1999). The Cultural Origins of Human Cognition. Harvard University Press.
- Tomasello, M. (2010). ¿Por qué cooperamos? Katz editores.

3 comentarios:

  1. La construcción de nichos, tiene que ver con el estres y presión del medio ambiente?
    Saludos
    Ernesto Romero

    ResponderEliminar
  2. Hola Ernesto. Efectivamente la construcción de los nichos tiene que ver con todo aquello que afecte a la conducta humana, y las emociones (negativas o positivas) son fundamentales. Sin embargo, tienen que afectar a gran parte de la población y de forma continuada hasta que se produzca el cambio conductual y ceda la presión emocional.
    Su acción no afectaría directamente a la carga genética de la población, que se transmitirían generacionalmente por mecanismos culturales y podría producir cambios cognitivos. Un ejemplo sería el inicio de elementales formas de lenguaje por las primeras poblaciones del Homo habilis (Bickerton, 2009). Ante la degradación medioambiental del hábitat boscoso transformación a sabana, la falta de alimentos produciría una enorme presión, lo que motivaría a las poblaciones a buscar soluciones. La creación de la teoría del "hogar central" y la producción de las primeras herramientas líticas necesitaba de cooperación entre los miembros del grupo, para lo que la creación de ciertos mecanismos de comunicación son imprescindibles (inicio de conductas lingüísticas de origen cultural, pero fundamentadas en un desarrollo neurológico inespecífico, pero con mayor capacidad en el procesamiento de la información que llega al cerebro por medio de los sentidos).
    Complejo, pero casi todos los autores trabajan en esta dirección en el desarrollo de la conducta humana.
    Saludos
    Ángel Rivera

    ResponderEliminar
  3. Enterado, muchas gracias.
    El tema evolutivo del ser humano me apasiona, aunque mi especialidad es la ingeniería.
    Pero por sentido común y al leer el artículo, pienso que si el ambiente es estable y no impone presión para sobrevivir, las especies permanecen sin cambios mayores en su pila genética y en su inteligencia, es decir, nunca hubiera sido necesario inventar algo tan avanzado como el lenguaje.
    Me gusta pensar que para lograr el nivel cognitivo y de abstracción de nuestra especie, tuvo que haber, inicialmente, mucha presión hostil del medio ambiente que nos hiciera encontrar e inventar formas muy distintas de supervivencia.
    Nuevamente gracias.
    Ernesto Romero


    ResponderEliminar