El cerebro puede definirse
funcionalmente como el órgano que procesa la información sensorial, controla y
coordina el movimiento, y junto con el bulbo raquídeo puede controlar el
comportamiento y las funciones corporales fisiológicas (frecuencia cardiaca, la
presión sanguínea, el balance de fluidos, la temperatura corporal, etc.). De
todo ello destacaré un proceso de vital importancia para nuestra conducta: su
capacidad de procesamiento de la información que constantemente estaría
recibiendo.
Efectivamente,
el cerebro continuamente está recibiendo información del mundo exterior,
dependiendo de tales estímulos para un correcto mantenimiento de sus funciones.
Algunos sencillos experimentos nos pueden aclarar tales ideas, pues a mediados
del siglo pasado se realizaron diversos ensayos de privación de estímulos
sensoriales prolongados. Su finalidad era investigar el efecto que el déficit
severo de información sensorial externa producía en la conducta de adultos.
Para ello, alumnos de psicólogo Donald O. Hebb se sometieron a duras
privaciones de estímulos sensoriales durante el tiempo que pudieran
aguantarlas. Para conseguir dicho efecto, usaron unos vendajes que impedían el
tacto, una careta-pantalla de plástico que alteraba la visión de las figuras y
un almohadón en forma de U relleno de goma espuma para atenuar los sonidos.
Unos electrodos recogían las ondas de su electroencefalograma. Ninguno de los
voluntarios duró más de una semana, pues pronto empezaba a disminuirles la
capacidad de pensar y hasta se produjo algún caso de alucinaciones (Milner,
1994).
Sin embargo, la falta de percepción de estímulos
externos (sobre todo sonoros, táctiles y visuales) desde el mismo nacimiento va
a producir un importantísimo deterioro cognitivo. Tal afirmación ha sido
ampliamente confirmada en la literatura médica y psicológica, llegando a la conclusión
de que el desarrollo emocional y racional depende totalmente de las
características de las sensaciones que el cerebro recibe. Pero la información por
sí sola no es suficiente, pues debe de estructurarse de forma que sea útil para
el desarrollo cognitivo de los seres humanos. En este contexto, en la
actualidad se admite que la información adquirida a través del un lenguaje es
la mejor (y puede que la única) forma de producir una adecuada estructuración funcional
del cerebro, de forma que además de seres humanos nos convirtamos en personas. El proceso necesario de
organización de la información pasa por dos procesos: la simbolización de todas
las cosas y acciones y su estructuración gramatical. Así, al
asimilarse neurológicamente se produce el lenguaje interno (función cognitivadel lenguaje).
El uso del lenguaje precisa
de un sistema de representación de los hechos que se quiere comunicar, es
decir, de la simbolización de estos pensamientos, ideas o
sentimientos a transmitir. La simbolización puede estar basada en cualquiera de
los sentidos humanos que pueden ser reconocidos por otros componentes de
la sociedad, formando un sistema de
señales determinado. Destacan, por su mayor funcionalidad, los sentidos
acústico y visual, pues el olfato y gusto no son adecuados para realizar tan
complejo proceso. El tacto, en principio, es poco práctico, aunque podría
igualmente usarse. De hecho, gracias a sus cualidades se puede suplir la falta
conjunta de los dos más utilizados (visión y audición), consiguiendo vencer el
aislamiento que esas personas ciegas y sordas tenían, y favorecer la
comunicación escrita de los ciegos.
Anne Sullivan y Hellen Keller hablando |
Un claro y conocido ejemplo lo constituye el caso de Hellen Keller, la
cual quedó sorda y ciega a causa de una enfermedad cuando tenía 19 meses de edad.
No obstante, comenzó a descubrir el mundo usando sus otros sentidos. Tocaba y
olía todas las cosas que estaban alrededor de ella, sintiendo las manos de
otras personas para ver o comprender lo que estaban
haciendo e imitaba (copiaba) sus movimientos. Cuando tenía siete años de edad
había logrado desarrollar algunos signos táctiles con los que comunicaba a su
familia sus necesidades más básicas. Pero pronto quedó estancada en este
primitivo proceso comunicativo, con lo que la frustración aumentó con la edad.
Se convirtió en una persona salvaje, revoltosa y muy agresiva. Esta situación
hizo que se viera claramente la necesidad de buscar ayuda fuera del ambiente
familiar, para lo cual se contrató a una tutora privada. Anne Sullivan, que
había perdido la visión cuando tenía cinco años, fue la persona elegida para
educar a Hellen Keller. Lo primero que realizó Anne fue intentar comunicarse
con ella, venciendo su agresividad con fuerza y paciencia. El siguiente paso
fue enseñarle el alfabeto manual. Anne la ponía en contacto con los objetos y le
deletreaba en la mano las palabras. Así, comenzó a animarse y cada cosa que
encontraba la cogía y preguntaba a Anne cómo se llamaba. Poco a poco fue
preparando a su alumna con nuevas palabras, ideas y conceptos que
necesitaría para enseñarle a hablar y comprender la realidad en la que vivía.
Como resultado de todo este trabajo, Hellen llegó a ser más civilizada y
amable, y pronto aprendió a leer y a escribir con el método para ciegos de
Braille. También aprendió a leer de los labios de las personas tocándolas con
sus dedos y sintiendo el movimiento y las vibraciones. Con la constante ayuda
de su tutora que actuaba de profesora e intérprete, pues señalaba en las manos
de Hellen lo que los profesores decían en clase y transcribía en los libros
utilizando el sistema Braille, Hellen consiguió graduarse con título de honor
de la Radcliffe College en 1904.
Hay que asumir plenamente que la información externa es crucial para
el desarrollo cognitivo (emocional y racional) de los seres humanos. Como así lo
expresan numerosos psicobiólogos:
En los seres humanos, la dirección genética proporciona la capacidad de aprender, pero el material ideológico y cultural ha de penetrar en el cerebro a través de los sentidos, sin que sea originado por el individuo, sino que ha de proceder del medio exterior. (Delgado, 1994).
Siendo el lenguaje el mejor medio conocido
para modelar estructuralmente el cerebro:
El lenguaje no es una obra más de ser humano: nuestra
mente ha llegado a ser estructuralmente lingüística. La palabra penetra hasta
el fondo de nuestra inteligencia. Por eso la lingüística tiene que comenzar con
el estudio de la acción humana. El Lenguaje nace en el Mundo de la vida, y
tiene una función práctica: comunicar, organizar la colaboración, pedir,
transferir conocimientos, planificar y dirigir la conducta. Sirve para la
comunicación exterior y para la construcción de uno mismo (Marina, 1998).
- Delgado, J.M. (1994): Mi
cerebro y yo. Temas de Hoy. Madrid.
- Marina, J. M. (1998): La selva del
lenguaje. Introducción a un diccionario de los sentimientos. Anagrama. Barcelona.
- Milner, P. T. (1994): “Donald O.
Hebb, teórico de la mente”. En Psicología fisiológica. Libros de
Investigación y Ciencia, 12-17.
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