La teoría de Darwin aplicada a la evolución del género Homo se fundamenta en dos procesos de gran interrelación funcional: las variaciones funcionales del genoma (mutaciones e inferencias epigenéticas) y la gran influencia medioambiental para dirigir el desarrollo biológico. Con estas premisas la evolución cognición humana sería la consecuencia del desarrollo neuroevolutivo y psicológico producido por la influencia medioambiental sobre el cerebro. Su principal logro es doble: primero controlar la homeostasis de cada ser vivo y segundo mejorar sensiblemente su capacidad de procesar la información externa, con lo que se aumenta la funcionalidad neurológica y la complejidad de su conducta. Para su compresión es imprescindible intentar profundizar en las causas de tal proceso, como serían los antecedentes biológicos del desarrollo cerebral, la continua influencia que el cerebro recibe del medioambiente en el que vive y la respuesta conductual (individual y sobre todo social) que, a su vez, es capaz de crear y desarrollar nuevas condiciones medioambientales (cultura acumulativa) desde el inicio del género Homo. Así, se producirán nuevas influencias (ambientales y sociocognitivas) que, con su desarrollo y expansión social, van a constituir las principales causas del cambio y desarrollo biológico y conductual.
Darwin
creía que el desarrollo cultural era especialmente importante para el progreso
conductual, constituyendo la fuente principal del desarrollo cognitivo humano
transmitido por la imitación y la educación, creando lo que actualmente se
denominan nichos humanos donde tiene lugar una
importante influencia sobre el desarrollo cultural, conductual y cognitivo de
los seres humanos. A los tradicionales factores medioambientales (geográfico,
geológico, climático y biológico) hay que añadir la influencia que la cultura
acumulativa creada por las sociedades humanas de nuestro género.
Con la cultura se conseguiría un nivel de adaptación a cualquier medioambiente
con unas características muy superiores de las que se podrían lograr mediante
determinados cambios anatómicos y fisiológicos. La cultura permitirá
adaptaciones a muchos de los ecosistemas que puedan darse en nuestro planeta.
Realmente se desarrolla una coevolución neurológica y ecológica
que al actuar conjuntamente desarrollan procesos conductuales de gran
trascendencia (emergencia cognitiva).
Tradicionalmente
esta forma de evolución ha permanecido prácticamente separada del resto de
nuestros ancestros, al ser considerada como un proceso principalmente humano
con un carácter casi independiente del visto en otras entidades biológicas. Sin
embargo, la realidad de nuestro desarrollo cognitivo tiene importantes
relaciones evolutivas con las características cognitivas que pueden apreciarse
en nuestros antecesores filogenéticos. A pesar del conocimiento de esta
realidad evolutiva existe cierta inercia metodológica para asumir que ciertos mecanismos
cognitivos del género Homo no son muy independientes respecto
de los conocidos en otras entidades biológicas de las que descendemos
evolutivamente.
Planteamiento
metodológico para su análisis
El
gran desarrollo que en la actualidad se está produciendo en el estudio de la
cognición de nuestros predecesores evolutivos en todas sus componentes
(psicológico, neurológico, social y conductual) ha servido para darnos cuenta
de que en ellos radican las claves sobre de las características generales del
funcionamiento de la cognición humana. Menospreciarlas u óbvialas solo conduce
a un antropocentrismo que continuamente nos estaría engañando sobre la realidad
del proceso en estudio.
En
el análisis de los cambios acaecidos entre nuestros antecesores evolutivos
estaría la clave del desarrollo mental y conductual humano. Sería empezar su
estudio desde los cimientos y no desde el tejado, lo que en teoría parece más
lógico, pero más complejo y novedoso para los perfiles académicos
tradicionales. Los mecanismos evolutivos son siempre los mismos aplicados a
situaciones semejantes, por lo que existen importantísimas similitudes
histológicas, fisiológicas, funcionales y medioambientales en lo relativo al
desarrollo de cada particular conducta.
Conocemos
que en el género Homo se produce un aumento de la capacidad
cognitiva (no olvidar que capacidad debe de usarse en
el término de potencialidad, no de una realidad manifiesta),
y después del nacimiento se generan las nuevas pautas de conducta. Estos
cambios funcionales solo pueden ocurrir gracias a las características generales
del cerebro, ofreciendo una gran potencialidad de adaptación
a los medios ambientes permanentemente cambiantes. En este sentido destaca la
gran plasticidad neuronal y su relación con el
entorno para completar su estructura funcional. Podemos observar unas
características generales que marcaron el desarrollo evolutivo de todos los
seres biológicos que conocemos y, por supuesto, de la evolución de nuestro
género.
Estos
conceptos nos indican que los patrones básicos de diversas capacidades
cognitivas humanas ya existían, aunque fuera con un desarrollo puramente
embrionario, en diversos antecesores biológicos de nuestro linaje. Igualmente
se puede pensar que ciertos desarrollos cognitivos no se deben a su creación
especial de los mismos por el efecto directo de mutaciones determinadas, sino
por la potenciación neurológica que las sustenta
(neuroevolución morfológica y fisiológica), así como a la unión
funcional de varias de ellas (coevolución) lo que
facilitaría el desarrollo de funciones fisiológicas y cognitivas de
gran importancia (emergencia cognitiva).
He
desarrollado un esquema general de todo este complejo evolutivo que espero
facilite su comprensión. Está fundamentado en los datos que se han podido
obtener de la Arqueología, Paleoantropología social, Zoología general y más
detenidamente de la Primatología. Todo ello relacionado con los conocimientos
psicobiológicos que actualmente se han están logrando (Psicología, Neurología y
Biología).
Evolución conductual general
El cerebro, como entidad biológica, está siempre sujeto a los procesos evolutivos generales que implican las características medioambientales y su propia funcionalidad neurológica. Ambos procesos están siempre interrelacionados entre sí, de forma que los cambios de uno influyen en el funcionamiento del otro. Este proceso supone la existencia de una coevolución del cerebro (genes, mutaciones y funcionalidad neurológica) con los cambios realizados en el medioambiente (cambios ecológicos) y en las conductas socioculturales humanas que se puedan desarrollar (lenguaje, desarrollo cultural, social y tecnológico).
El pensamiento y la conducta humana es el resultado de una coevolución genética–neuronal–cultural, cuyo origen no depende solo de los genes, ni tampoco solo por la cultura, sino por la acción conjunta de ambos procesos. En esta relación podemos establecer diversos grados y resoluciones conductuales.
Fase 1. Coevolución del cerebro (biológico)
con el entorno ecológico y el inicio de aprendizaje social. Desarrollo
de un protolenguaje básico de simple comunicación emocional.
Las características psicobiológicas adquiridas en determinados ambientes mediante los procesos evolutivos tienen como fin primordial el mantener y desarrollar a los grupos biológicos que los producen. La acción primordial de la evolución fue la realización de conductas que lograsen superar el control de la funcionalidad orgánica (Homeostasis), así como las necesidades vitales manifestadas mediante impulsos emocionales básicamente innatos (hambre, sexo, miedo, sociabilidad, etc.), logrando realizar conductas funcionales para superar estas necesidades. Esta fase está fundamentalmente caracterizada por el control de la conducta por mecanismos de carácter innato (evolución anatómica y fisiológica) en entidades biológicas con una base social y lingüística ausente o muy débil. Correspondería a todos nuestros ancestros evolutivos y a los primeros grupos pertenecientes a nuestro género.
Fase 2. Coevolución cerebro (biológico) con las
conductas experimentales socioculturales (genes–cultura). Inicio del lenguaje
Se producirían unos cambios neuroanatómicos sobre
los parámetros biológicos de la fase anterior, los cuales podían mejorar la funcionalidad
neurológica en varios aspectos. Desde el aumento del córtex en volumen y
funcionalidad (aumento de capacidad sináptica, mejora de la transmisión
informativa, plasticidad
cerebral, desarrollo de regiones cerebrales específicas, etc.).
Este proceso evolutivo produciría una mayor predominancia del cerebro racional sobre el emocional, comenzando a intensificarse con el inicio del género Homo con especies como Homo habilis y Homo erectus. Este cambio se puede entender a través de dos grandes tendencias en la evolución del cerebro humano: la encefalización y la complejización de las estructuras neuronales asociadas al procesamiento cognitivo. Es posible que estos hechos se produjeran como respuesta evolutiva a los cambios medioambientales, pues de la selva protectora se fue transformando paulatinamente en zonas de sabanas con un riesgo vivencial mayor y que solo podían ofrecer la posibilidad de emigrar o desarrollar conductas que ofrecieran mayor supervivencia personal y social en esos medios nuevos. Sería la fase más larga de nuestra evolución pues abarcaría todo el Paleolítico inferior y gran parte del medio.
Fase
3. Coevolución entre factores cognitivos
internos (lenguaje, metacognición, teoría de la mente, imaginación) y el desarrollo cognitivo-cultural elaborado sobre una base
neurológica potenciada pero no organizada funcionalmente.
Estas fases tienen un desarrollo muy irregular en el tiempo
de producción y desarrollo, así como en su distribución geográfica. Por tanto,
no pueden conceptuarse como una línea continua de continuo progreso. Primero se
desarrollan los cambios anatómicos y fisiológicos y posteriormente en función
del aumento de su potencialidad funcional y de la cultura que se valla desarrollando
darían lugar al desarrollo de las capacidades cognitivas humanas que conocemos
en la actualidad.

No hay comentarios:
Publicar un comentario