Cuando los mecanismos
genéticos no son suficientes por sí mismos para transmitir correctamente todos
los conocimientos necesarios para su supervivencia, es necesario generar otras
formas que faciliten la transmisión de la información que se haya elaborado y almacenado
por la sociedad. Este mecanismo, por el que una generación transmite a las
siguientes tal información, consiste en diversas formas de enseñanza y
aprendizaje, que pueden funcionar gracias a las estructuras de comunicación y/o
lenguaje que las sociedades han podido crear y desarrollar. Siempre se ha dicho
que el ser humano es un animal social,
pues es dentro de las sociedades que él mismo ha creado, donde puede aprender
todo lo necesario para poder sobrevivir y expandirse por nuevos ecosistemas. La
vida social es el medio idóneo para facilitar el aprendizaje de los elementos
culturales necesarios para garantizar la supervivencia de cada uno de sus
componentes.
I. - Cultura y sociedad
Entre los animales
sociales el aprendizaje de las formas de subsistencia se realiza con la convivencia
entre todos sus componentes, pues los adultos conocen los tipos de alimentación
disponibles, la forma de adquisición de los mismos y los lugares donde
encontrarlos. En los mamíferos es fácil de apreciar cómo la convivencia dentro
del grupo es fundamental para adquirir este tipo de conocimientos, los cuales
son absolutamente necesarios para la supervivencia de cada individuo. Si un
recién nacido o un miembro de poca edad es criado separado de los miembros de
su especie (zoológico, reserva natural, o cualquier otra forma de vida en la
que el animal no tenga que buscar el alimento por sí mismo), es casi imposible
que pueda sobrevivir si es devuelto a su medio ambiente ya adulto, pues ignora
las formas de subsistencia que conoce y usa el grupo social al que pertenece, y
que no pudo aprender en su infancia. Todos los animales poseen un
comportamiento innato o instinto que les empuja a realizar las acciones
necesarias para su supervivencia. Sin embargo, conociendo estos aspectos
etológicos es fácil deducir que la información genética no es suficiente, por
sí sola, para garantizar la supervivencia de los individuos de una especie. Es
necesario un aprendizaje social de las formas conductuales del grupo, para que
pueda encauzar el comportamiento iniciado por el instinto hacia formas de
conductas prácticas y autosuficientes.
La conducta de los mamíferos, y más
aún en los primates, no es un fenómeno totalmente motivado por un origen
instintivo de base genética, sino que existen diversas formas de conducta
elaboradas por cada grupo, que no tienen porqué ser las mismas entre las
diversas poblaciones de una misma especie. Cada vez se conocen más y mejor
ciertas costumbres de algunas especies de animales, las cuales se parecen más a
procesos culturales, con cierto parecido a los desarrollados por los seres humanos,
que a manifestaciones puramente instintivas. Tales costumbres fueron creadas en
un momento determinado y transmitidas, de generación en generación, por
diversos mecanismos de aprendizaje, de tal forma que si éstos fallan la
información cultural se pierde. Entre los grandes primates de diferentes
lugares geográficos, es fácil encontrar casos en los que distintos grupos o
especies próximas entre sí tienen importantes diferencias en determinados
aspectos de su comportamiento. Este proceso, es consecuencia de que su
adquisición se realizó en diferentes lugares y épocas, siendo mantenidos por
diversos grupos sociales a través de las siguientes generaciones. Así, se
formaron diferentes culturas para cada grupo, a pesar de ser de la misma
especie.
Por medio de variados estudios
realizados desde mediados del siglo pasado por el primatólogo Jordi Sabater Pi
(1978), conocemos el uso de piedras para romper el hueso de
algunos frutos silvestres, que utilizan los Pan
troglogytes verus en zonas de Costa de Marfil, Liberia y Malí.
Paralelamente, la subespecie Pan
troglodytes troglodytes pertenece a la que podría llamarse cultura de
los bastones, cuya área de expansión comprende Río Muni, sur del
Camerún y norte de Gabón. Los bastones, realizados cuidadosamente con ramitas,
son utilizados para pescar termitas.
De la misma manera, la famosa etóloga Jane Goodall (1986) observó que los Pan troglodytum schweinfurthi usaban los
bastones para el mismo fin que los anteriores, añadiendo, como característica
propia, la utilización de hojas para la confección de esponjas para beber.
Estos datos pueden aclarar cómo muchas de las formas de adquisición o
tratamiento de los alimentos son fenómenos aprendidos, por medio de la atención
y simple imitación dentro del grupo social en el que viven. Por tanto, la
separación de las jóvenes crías de su ambiente social, impedirá la adquisición
de esos conocimientos, imprescindibles para su supervivencia.
El comportamiento social de tipo
humano encaja perfectamente en estas directrices, pero con importantes
diferencias de grado y, como es lógico, de forma. En el género Homo,
según fue evolucionando con sus diversas especies, mayor dependencia va a tener
de la evolución cultural y de su transmisión. Así, el aprendizaje se iría
complicando, al ser un instrumento imprescindible para la correcta transmisión
de la información elaborada, que cada vez tiene un potencial de adaptabilidad y
de supervivencia de mayor importancia. Estas formas de comportamiento hacen que
los mecanismos habituales de actuación de la selección natural se alteren. Hay
que tener en cuenta que podrían procrear, no sólo los más aptos biológicamente,
sino también los que, gracias a las ventajas de la socialización y desarrollo
tecnológico, tenían mucho más fácil llegar a tener descendencia con cierta
independencia de sus propias limitaciones biológicas, de los factores
ambientales negativos y de los problemas de la lucha cotidiana, ampliándose el
margen biológico de adaptabilidad al entorno. La vida social representa una
importante mejora adaptativa, pues si un individuo aislado no puede o tiene
pocas posibilidades de sobrevivir, la unión de varios de ellos multiplica sus
probabilidades de lograrlo, fenómeno que caracteriza plenamente a todas las
especies de nuestro linaje.
Todo lo manifestado hasta ahora nos
ofrece una visión general sobre la importancia que tiene la cultura en los
animales sociales, pues ésta debe perdurar generacionalmente para mantener la
supervivencia de la especie. Por tanto, la cultura puede definirse como todo
hecho, acción o conducta que no esté determinada genéticamente, por lo que es
preciso que sea creada por una sociedad con suficiente capacidad para ello.
Además, deberá existir la suficiente interacción social para que facilite
su origen y desarrollo, junto con la necesidad de mantenerla generacionalmente
por medios conductuales, transmitiéndola en virtud de diversos procesos de aprendizaje
y/o enseñanza, pues si no existiera una comunicación de la misma a los
descendientes, tal forma cultural se perdería. Como puede verse, los dos
conceptos, cultura y sociedad, van íntimamente entrelazados, pues
para la existencia de uno de ellos es imprescindible la existencia y el apoyo
del otro.
II. - Desarrollo cultural
II. - Desarrollo cultural
En general, cierto carácter
cultural siempre está presente en todos los mamíferos, aumentando en
complejidad entre los primates. En los estudios sobre las formas culturales de
los primates se observaron diversos fenómenos que tenían una gran similitud con
ciertas propiedades humanas, sorprendiendo que pudieran desarrollarlas en mayor
o menor grado. Se ha comprobado que en su medio natural tienen una gran
complejidad social, formando sociedades muy jerarquizadas, parecidas a nuestras
sociedades en cierta forma (Sabater Pi 1978; Goodall 1986). Diversos experimentos
facilitaron la compresión que los primates poseían mayores habilidades
cognitivas de lo que se pensaba en un principio, pues en laboratorio o en un
ambiente rico en estímulos abstractos eran capaces de aumentar su desarrollo
cognitivo, presentando cierta capacidad reflexiva ante la existencia de un plan
previo a la acción (Rensch, 1983). Claramente tienen mayor capacidad cognitiva
que la necesaria para sobrevivir en su medio natural.
El aprendizaje de los chimpancés se
basa en el desarrollo de modelos de imitación, pues hay una completa ausencia
de enseñanza por parte de la madre y demás elementos sociales hacia las crías (Tomasello,
1990). Es un fenómeno social en el que los jóvenes chimpancés adquieren las
características formas de su comportamiento. En este sentido, podemos decir que
su cultura es diferente a la de los humanos, pues está basada en el simple
hecho de que cada generación pugna para alcanzar el mismo nivel de habilidad de
sus progenitores, sin intentar llegar más lejos a pesar de tener ciertas
capacidades cognitivas que podrían desarrollar conductas más productivas. Hemos
visto cómo son capaces de desarrollar una vida social intensa, tener un
lenguaje comunicativo y voluntario, aunque con un nivel de abstracción muy
bajo. Sin embargo, en ambientes humanos, es decir, rico en estímulos y
elementos simbólicos, su desarrollo cognitivo es mayor, lo que indica que
poseen una capacidad superior a la que precisan para sobrevivir en su medio
natural, que con unos estímulos adecuados pueden desarrollar, hasta el límite
impuesto por su propia fisiología neurológica, capacidades que no utilizan
habitualmente.
Existen muchas
similitudes psicobiológicas entre todos los primates. Sin duda, el pertenecer a
la misma rama evolutiva y tener ancestros comunes, es más que suficiente para
justificar este hecho. Esta tradición social, existente entre
los grupos de primates, es la que debió ser la base sobre la que edificaron nuestros ancestros, en el inicio de
nuestro linaje, las pautas del comportamiento humano.
Los primeros procesos culturales
propios del ser humano tuvieron que desarrollarse en una etapa temprana de su
evolución. El compartir los alimentos entre los padres, cuidadores y crías,
junto con una forma social que permitiera su desarrollo por medio de una
protección adecuada, son los pilares del inicio de formas de comportamiento
humano que, según datos arqueológicos, ya se ven en una etapa temprana de la
evolución humana, concretamente con la aparición y desarrollo del Homo habilis hace más de 2 millones de
años (Domínguez-Rodrigo, 1994). Estas formas conductuales, nacidas dentro de
grupos homínidos estrechamente relacionados, son las que van a caracterizar a
todo nuestro linaje. Por tanto, existe una gran tradición filogenética respecto
a establecer jerarquías sociales, iniciar y mantener relaciones entre los
elementos de un grupo y entre varias agrupaciones diferentes, así como
desarrollar formas especiales de convivencia, que van a dar lugar a
características formas de vida eminentemente sociales. Cada grupo social ha
desarrollado los procesos culturales necesarios para sobrevivir en su medio
ambiente, naturalmente este desarrollo cultural no tiene por que ser el mismo
entre todos los diferentes grupos que componen la especie, aunque sí muy
similar, pues todos los miembros de esa especie tendrían una estructura y
capacidad cognitiva parecida. Pero siempre hay que tener en cuenta que la
presión medioambiental (física, social y cultural) es la que propicia la puesta
en marcha de la motivación o el interés suficiente
para intentar solucionar los problemas que plantea, por medio del desarrollo
práctico de las capacidades cognitivas originadas por la evolución.
III. - Aprendizaje
Para el mantenimiento de los
factores culturales y sociales es fundamental que existan formas de transmisión
cultural a las nuevas generaciones, pues si ésta no es la adecuada se pierde
toda o parte de la información que la sociedad ha ido acumulando. Algunos
autores opinan que la conducta puramente instintiva no existe y que toda
cultura necesita de alguna forma de aprendizaje (Schneirla, 1953). Desde luego,
en la vida de todo ser vivo siempre hay elementos que deben de ser aprendidos
para una mejor supervivencia, ya sea por el método de ensayo y error, la simple imitación de sus mayores
o la propia enseñanza intencionada (Bonner, 1982). Parece lógico pensar que la
utilización de tales procedimientos es necesaria para una mejor garantía de la
persistencia del grupo social o del propio individuo, al poder modificar su
conducta en función de la experiencia propia y en la asimilación de la
efectuada por sus mayores.
Entre los
primates más cercanos a nosotros las formas de ensayo y error e imitación son las maneras más usadas para la
adquisición de las enseñanzas del grupo social en el que viven, consiguiendo
sólo igualar las formas conductuales del grupo (Tomasello, 1990). Para el
origen de una enseñanza intencionada parece ser necesario la
utilización de un lenguaje con cierta complejidad en la adquisición y uso
de las abstracciones, así como de un desarrollo cognitivo
importante, que aparentemente sólo está presente en las poblaciones humanas
modernas. Con esta forma de enseñanza es posible que los jóvenes
alcancen pronto los niveles culturales medios del grupo, facilitando su vida y
la transmisión cultural. En el desarrollo cultural propio de la especie humana,
hasta que no aparece un lenguaje abstracto y no se desarrollan sus facultades
cognitivas, las formas de enseñanza continuaban por los mismos derroteros que
los utilizados por sus ancestros filogenéticos, es decir, utilizando el método
de la imitación controlada por el ensayo y error. Por tanto, para una enseñanza
intencionada es necesario el uso del lenguaje abstracto y el desarrollo
cognitivo que conlleva (desde luego la existencia de una teoría de la
mente y, muy posiblemente, cierto desarrollo de una conciencia
reflexiva), lo que se comienza a entrever muy tímidamente al final del
Paleolítico medio europeo, con mayor claridad en el Middle Stone Age
(MSA) africano, y con total nitidez en todas las áreas geográficas en las que
existan culturas propias del Paleolítico superior.
El medio
más importante de enseñar una cultura es a través del lenguaje, pues en sus
propias características semánticas lleva implícito mucha de la información
sobre el medio ambiente que se quiere transmitir. El niño, al aprender su
lengua materna, parece que lo hace sin aparente esfuerzo y, en cierto modo es
así, pues lo que en gran parte realiza corresponde con una estructuración
neurológica basada en la asimilación de conceptos abstractos, sobre los que
cimentará el resto de la información que irá recibiendo a lo largo de su vida,
es decir, desarrollará las capacidades cognitivas emergentes o exaptativas.
Por este camino se dirigen diversos psicólogos (Bruner, 1984, 1988; Belinchón et
al. 1992; Miller, 1985; Vygotsky, 1920),
y como parece estar indicada en la manifestación (Marina, 1998):
El camino
del desarrollo infantil no es la socialización que se va introduciendo poco a
poco desde fuera, sino la progresiva individualización que se produce sobre la
base de su esencia social. La palabra, signo para la comunicación entre los
seres humanos, se convierte en signo para la comunicación con uno mismo.
Esto, sólo
puede realizarlo en función de la gran inmadurez neurológica que
presenta, el largo período de aprendizaje que tiene y la existencia de un medio
social que le va a inculcar, aunque sea sólo por imitación, la actitud,
motivación y necesidad de aprender el medio de comunicación que se le ofrece.
De esta forma, y sin que exista una intencionalidad en la enseñanza del
lenguaje, el niño puede asumir los conceptos abstractos elaborados por sus
coetáneos y ancestros adultos, aunque siempre si se realiza. dentro del período
crítico de su desarrollo.
IV. - Lenguaje y sociedad
El lenguaje es claramente un
fenómeno social, pues los aspectos sociales están íntimamente ligados al
origen, desarrollo, perduración y transmisión de todo tipo de comunicación
simbólica. En nuestra sociedad, el niño aprende el lenguaje del medio en el
cual vive gracias a la reiterada interacción que va teniendo a lo largo de su
vida (padres, amigos, compañeros, maestros, medios de comunicación, etc.). La
separación o aislamiento de estos medios externos de interacción social,
produce un deterioro cognitivo muy importante, que puede variar en función del
grado, tiempo y período de crecimiento en el cual se haya producido tal hecho.
El lenguaje crea un sistema de señales adecuado a las características
biológicas humanas, que posibilita la creación, transmisión y recepción de
elementos conceptuales o abstractos. Sin embargo, este sistema de señales no ha
existido siempre, por lo que ha tenido que ser creado a lo largo de nuestra
historia evolutiva. Siempre que se relacionen personas sin ningún lenguaje
común pero con la necesidad de entenderse, se produce de forma natural un
lenguaje criollo o mixto, tras un período de tiempo e
interrelación, con los elementos más sencillos y que mejor puedan adaptarse de
las diversas lenguas (Bickerton, 1994). Esta
mezcla lingüística es lo suficientemente eficaz como para entenderse, y poder
satisfacer las demandas de la tarea común.
Toda creación cultural y
lingüística, que se realiza en el seno de una comunidad, se produce como
respuesta a la satisfacción de una determinada necesidad. La creación
de los elementos sonoros, con su rica carga simbólica, precisa de unos elementos
sociales y una capacidad cognitiva determinada, así como del tiempo
necesario para originarlas. Esto confiere un aspecto más complejo al
proceso creativo, lo que puede justificar la necesidad de llegar a altos
niveles de capacidad cognitiva o neurológica, que de otra manera no serían
precisos para realizar simples tareas de aprendizaje. La capacidad necesaria
para crear las abstracciones más transcendentes de nuestro lenguaje
(autoconciencia, tiempo y espacio) y de simbolizarlas es muy alta, por lo que
para alcanzarla fue preciso un importante desarrollo neurológico que ofreciera
estas capacidades cognitivas. En vista de los datos que nos aporta el registro
arqueológico, parece ser que sólo a partir del desarrollo evolutivo del Homo
sapiens en general, es cuando empezamos a ver rastros de los conceptos de
la autoconciencia, del tiempo y del espacio como entidades abstractas bien
desarrolladas. Lo que en nuestra sociedad la posesión de tal capacidad es un
hecho obvio, no lo fue a lo largo del largo proceso evolutivo del género Homo.
De forma paralela a la
creación de un lenguaje, es preciso que existan diversos aspectos sociales para
asegurar su desarrollo y mantenimiento. Primero, la existencia de uno de los
factores emocionales que más nos interesa en estos momentos, como es la motivación
o interés por realizar alguna función, lo que puede verse fácilmente en
la necesidad de favorecer la comunicación,
con el consecuente desarrollo del lenguaje (p. e. los lenguajes criollos),
tanto intra como intergrupal. Segundo, todos los procesos anteriores
sólo pueden desarrollarse en el seno de una sociedad estable. Estable en el
sentido de poder asegurar la continuidad cultural a lo largo de sus
generaciones, pues en poblaciones pequeñas, más o menos aisladas como las
propias del Paleolítico inferior y medio, la continuidad del proceso no estaría
asegurada. Tercero, la relación con otras poblaciones para
crear la necesidad de avanzar en el desarrollo de la comunicación a través del
lenguaje, así como del intercambio de nuevas abstracciones lingüísticas. Los tres aspectos deben darse a la vez,
siendo éstos el verdadero motor de los cambios conductuales que se producen en
las sociedades humanas, perdurando gracias a la estabilidad y desarrollo
demográficos.
V. - Conclusión
Vemos como la evolución biológica no
es paralela al desarrollo cognitivo, pues este último depende de los factores
sociales, culturales y lingüísticos para que se produzcan los avances culturales,
lo que precisa un tiempo y unas condiciones socioculturales determinadas. Solo
se produce en comunidades estables que puedan crear y trasmitir a
sus descendientes tales avances. Para ello, es necesario un crecimiento
demográfico mínimo que asegure su expansión, y la motivación
suficiente que facilite el interés por su desarrollo. Su producción no puede
ser igual en todos los momentos y lugares ofreciendo el aspecto de mosaico
cultural tan característico de las sociedades humanas en todos las épocas y áreas
geográficas.
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