La evolución de la cognición humana es el proceso que
más nos va a caracterizar como especie eminentemente cognitiva y cultural.
Aunque tradicionalmente origen de estas capacidades cognitivas se han centrado
en la genética evolutiva con cierta influencia medioambiental, en la actualidad
se estaría dando una mayor trascendencia a la acción de su particular medio
ambiente social y cultural (nichos humanos). Sin embargo, Los mecanismos
psicobiológicos por los que el género Homo desarrolló sus capacidades cognitivas
aún distan mucho de conocerse suficientemente.
Su estudio requiere la elaboración de
formas metodológicas interdisciplinares, que sean capaces
de disminuir la subjetividad científica de las hipótesis teóricas en las que,
para su elaboración, obviaron la información existente en las ciencias que no
fueron utilizadas. La trascendencia de la interdisciplinariedad queda
justificada por la necesidad de una sintesis teórica a partir de diferentes
ciencias, partiendo de una concepción multidimensional de los fenómenos, así
como del reconocimiento del carácter relativo de los enfoques científicos por
separado (Piaget et al. 1973).
El estudio de la genética humana nos indica
que heredamos un sistema nervioso especialmente preparado para procesar la
información que le llega a través de los sentidos (cultura), y para formar
estructuras neurológicas funcionales como base de las capacidades cognitivas
(evolución del cerebro). La falta o inadecuada fuente de información
(aislamiento social o sensorial) produciría un desarrollo psicobiológico muy
deficitario conductualmente (Eccles, 1989).
Estas características neuroevolutivas indican
que muchas de las capacidades cognitivas humanas se
heredan en forma de potencialidad (base neurológica inespecífica), la cual se
desarrolla mediante la adecuada influencia del medio ambiente (nichos
culturales y cognitivos). Gracias a nuestra plasticidad neuronal somos muy
dependientes de la influencia medioambiental, tanto que incluso las capacidades
cognitivas innatas (percepción, atención, memoria, recuerdo, emociones y posiblemente una mínima manifestación de las funciones ejecutivas dependiendo del desarrollo neurológico de cada especie) puedan modularse funcionalmente a lo largo de nuestra ontogenia. Igualmente, el
desarrollo de las demás capacidades cognitivas se logra mediante la evolución
funcional de las capacidades innatas, la mayor capacidad neurológica de
nuestro cerebro (mayor superficie funcional, capacidad sináptica y
velocidad de transmisión) y la constante e imprescindible influencia de los nichos humanos (culturales
y cognitivos). Para su realización conocemos varios mecanismos psicobiológicos
que siempre actúan coordinados dentro de nuestra ontogenia: exaptación,
coevolución y emergencia cognitiva (exaptación, coevolución y emergencia).
Exaptación evolutiva
En
la Biología evolutiva se analizaron diversas estructuras morfológicas a las que
en el presente se les atribuye una determinada función, pero que, según los
datos de los antecedentes fósiles en su periodo primigéneo de evolución,
tuvieron una finalidad diferente a la que presentaban en la actualidad. En 1982, Gould y Vrba introdujeron el término exaptación para las características que mejoran la aptitud física en su función actual, pero que no evolucionaron para esa función por selección natural.
Este concepto se hizo extensible a las capacidades cognitivas quepueden
aparecer después de la evolución de los cambios neurológicos necesarios, los
cuales no evolucionaron para tal fin. Al
analizar la conducta en la prehistoria vemos que la neuroevolución no
parece estar encaminada a la creación de las altas capacidades cognitivas que
configuran nuestra conducta (lenguaje, teoría de la mente, conciencia reflexiva
o autoconciencia, escritura, simbolismos de todo tipo, etc.), pero sí para la
recogida y procesamiento del la información que se puede adquirir de la
observación del medio ambiente, lo que nos pone en el camino de los conceptos
evolutivos de la exaptación (Gould and Lewontin, 1984). Estos cambios funcionales solo pueden producirse
gracias a las características poco especializadas del cerebro, pero con un gran
potencial de adaptabilidad, como son la gran plasticidad
neuronal y su dependencia del medio ambiente
para ultimar su estructuración funcional.
Sin embargo, esta característica evolutiva se definió a finales del
siglo pasado, siendo un concepto general deducido de la evolución y
conocimiento paleontológico, con escasas referencias a las causas que la
produjeron. Por tanto, más que un mecanismo de evolución cognitiva sería una
apreciación morfológica de finalidad cambiante en el tiempo que puede usarse en
la evolución cognitiva.
Coevolución cognitiva
Actualmente, conocemos que las capacidades cognitivas humanas tienen importantes antecedentes en las especies biológicas que nos precedieron en la evolución(p. e. Heyes,
2012; Creanza et
al. 2016), lo que indica
que la evolución cognitiva ha sido mucho más gradual e incremental de lo
que se suponía anteriormente (Heyes, 2012).
Los chimpancés fabrican y utiliza
herramientas para ciertos usos. Con finas ramas libres de hojas recrean unas cañas de pescar para obtener termitas
como comida. Licencia Pixabay
Igualmente, se va desarrollando la idea de que la
creación de los nichos humanos va a tener una influencia fundamental en la
evolución genética y en el fenotipo observable, al crear una selección
natural específica que pueda favorecer los cambios genéticos que
mejoren la base neurológica de las capacidades cognitivas (p. e. Creanza et al. 2017;
Laland, 2017; Bender, 2019), siendo el origen de muchos de nuestros procesos
cognitivos. Autores como Tomasello (1999) indican la existencia de una
importante relación entre cultura y cognición humana al crear modelos dinámicos
sobre su origen y desarrollo, la cual puede definirse como una coevolución entre la cultura de las
poblaciones y su acervo genético (Durham, 1991). Tal coevolución supone
ciertos cambios en las redes neuronales utilizados, aunque siempre dentro de
las posibilidades fisiológicas de variación que éstas permitan. Estos procesos
han tenido diversas explicaciones como el reciclaje cultural de mapas
corticales (Dehaene and
Cohen, 2007), la reutilización
neuronal mediante la cultura (Colagè
and d'Errico, 2018), o los ciclos acelerados de retroalimentación
evolutiva (Laland, 2017). Todos estos trabajos concluyen con el
concepto de que la cultura sería la principal fuerza impulsora en la evolución
cognitiva humana (Bender, 2019). La influencia cultural puede actuar
sobre los factores genéticos, neurológicos, cognitivos y culturales, siendo de
enorme trascendencia para nuestro desarrollo cognitivo (Bender, 2019).
- Influencia en la genética poblacional. Sería el mejoramiento funcional y/o adaptativo de una capacidad innata mediante cambios genéticos promovidos por medio de la influencia cultural. Se ha
denominado coevolución gen-cultura o biocultural (Durham,
1991). El ejemplo más conocido sería la tolerancia a la lactosa, pues al
aumentar el consumo de la leche como forma cultural a partir del Neolítico, la
parte de la población que toleraba la leche pudo aumentar su demografía, en
detrimento de la población con los genes que presentaban la intolerancia
(Laland et al. 2010). Se incluye en el efecto Baldwin (Bateson, 2004).
- Acción sobre las estructuras neurológicas.
Una innovación cultural puede desencadenar cambios en las estructuras
neurológicas de los individuos debido a la neuroplasticidad, como respuesta del
cerebro a las experiencias intensivas y duraderas propias de diversas prácticas
culturales (aprendizaje y enseñanza dirigida a fines concretos). Si su impacto
es tan profundo como para reconectar
el cerebro, hablamos de reciclaje
cultural de mapas corticales (Dehaene and Cohen, 2007), reutilización cultural neuronal
(d'Errico and Colagè, 2018) o el reclutamiento ontogenético y la
reorganización de las estructuras neuronales preexistentes (Jablonka et al. 2012). El ejemplo prototípico de esto es la formación de una nueva red
cerebral al aprender a leer y escribir (Dehaene et al. 2015), la cual puede realizarse a lo largo de toda la
ontogenia humana.
Sin embargo, si la influencia cultural
es desde el mismo nacimiento, más que reconectar, reciclar o reutilizar las
neuronas del córtex, lo que se produce es una nueva estructuración funcional
como soporte neurológico de las capacidades cognitivas creadas por la
influencia externa. Además, conocemos otras capacidades humanas (p. e. lenguaje
y autoconciencia) que deben realizarse antes de que acabe su particular periodocrítico, pues pasado el mismo no se podría realizar o no tendría el
mismo desarrollo que alcanzarían dentro de este periodo (Gómez-Robles et al. 2015; Rivera and Rivera, 2019).
- Sobre las capacidades cognitivas generales.
Una innovación cultural también puede desencadenar cambios en las capacidades
cognitivas generales a través de la
exaptación cultural. Este
proceso utiliza rasgos cognitivos-culturales existentes para un nuevo
propósito, como cuando la aplicación de ocre para la protección de la piel se
adapta para otros fines de carácter simbólico (d'Errico and Colagè, 2018;
Bender, 2019).
- Influencia sobre el mismo desarrollo
cultural. La transmisión cultural es el mecanismo clave por el cual las
innovaciones culturales conducen a cambios en la cultura misma. La enseñanza
activa y el aprendizaje orientado a procesos ayudan a acumular tales
innovaciones (cultura acumulativa),
al igual que la interacción social y la comunicación en general, proporcionando
así a las generaciones posteriores una ventaja adaptativa muy importante desde
el mismo momento en que se adquiere tales novedades culturales (Heyes, 2012;
Morin, 2016).
Estas formas de interacción cultural
suelen actuar de forma conjunta, siendo la expresión de los procesos de
coevolución cognitivo-cultural, abarcando muchas formas culturales humanas,
tanto tecnológicas como sociales. Así, dentro de los nichos cognitivos culturales (Rivera
and Rivera, 2019) se producen presiones selectivas para las habilidades
técnicas (p. e. fabricación de herramientas) y sociales (p. e. aumento de la
cooperación), las cuales pueden haber fomentado la evolución de un conjunto de
procesos cognitivos. Aprender a hacer herramientas complejas y a usarlas dentro
de una logística social requiere el tipo de control inhibitorio que permita
la organización, la paciencia y la tolerancia social, así como generar nuevas
formas de las emociones humanas (Heyes, 2012). Todos estos procesos de
retroalimentación entre la cultura y las capacidades cognitivas humanas indican
la importancia de la experiencia social y tecnológica en la definitiva
configuración de los procesos cognitivos, dentro de una profunda coevolución
cognitiva-cultural (Barrett et al. 2012; Rivera and Rivera, 2019).
Emergencia cognitiva
La emergencia es un principio general
que puede aplicarse a la comprensión del cambio y la novedad en todos los
sistemas naturales, y que en los procesos cognitivos se conceptualiza como una
consecuencia de la autoorganización psicobiológica logrando un mayor equilibrio
cognitivo (Piaget, 1978; Lewis, 2000). El concepto es consustancial tanto con la naturaleza inorgánica como con la biológica, pues de la unión de varios elementos químicos resulta otro con diferentes propiedades fisicoquímicas que no se podían prever en base a las propiedades de los elementos aislados. Así de la unión de ciertas capacidades cognitivas aparecen (emergen) otras capacidades con nuevas propiedades (Searle, 1997). Sin embargo, el proceso no se puede explicar simplemente como un agregado de las propiedades de las capacidades primigenias, sino por el hecho de que el todo es más que la suma de las partes (Searle, 1997; Mora, 2001).
Su desarrollo se produce durante la
ontogénia humana, gracias a la influencia cultural del medio ambiente en el que
se desarrolla (nichos humanos). Estas influencias irían produciendo la
coevolución de las capacidades cognitivas necesarias para que, tras su unión
funcional, puedan producir la emergencia de una nueva cognición (Valsiner,
2006). En general, la mayoría de los procesos cognitivos que la van a producir implican el aprendizaje, al tener un fundamento primordialmente cultural (Lotem et al. 2017).
Aunque
este mecanismo evolutivo estaría muy relacionado con la coevolución, difiere fundamentalmente
en sus logros. Mientras la coevolución consigue un mayor desarrollo funcional
de las capacidades cognitivas utilizadas, la emergencia logra el inicio de
capacidades cognitivas nuevas que son sustancialmente diferentes de las
capacidades de las que procede. Su producción se logra mediante una coordinación funcional de varias
capacidades, que a su vez pueden estar coevolucionando entre sí y adquirir
mejores prestaciones cognitivas. Todo el proceso se englobaría en un continuum cognitivo hasta la
producción de nuevas capacidades cognitivas de naturaleza emergente, diferentes
de las anteriores y con unas propiedades originales. Esta emergencia solo puede
comenzar a manifestarse cuando la coevolución de las capacidades que la van a
producir adquieren un desarrollo adecuado. Su producción
estaría determinada por la transmisión cultural y las interacciones sociales en
un cerebro predispuesto funcionalmente a estos desarrollos (Bender and Beller,
2017).
La autoconciencia o conciencia reflexiva puede ser un claro ejemplo de tal proceso y, sin duda, uno de los aspectos menos conocidos (tanto en sus facetas psicobiológicas, como en su forma de aparición arqueológica o histórica) y que más trascendencia ha tenido para nuestra cultura. Su génesis se debe a las interacciones causales entre los componentes cognitivos que pueden originarla (p. e.
conciencia de sí mismo, memoria autobiográfica, lenguaje, etc.), por lo que la
conciencia es causalmente emergente (Searle,
1997; Rivera and Rivera, 2017). Sin embargo, en el estudio de nuestras
capacidades cognitivas resulta difícil separarlo totalmente de los procesos de
coevolución; primero, por que es el resultado de la evolución de otras
capacidades cognitivas; segundo, su desarrollo en procesos cognitivos no debe
conceptualizarse como un proceso de todo o nada, pues su manifestación puede tener diversos estadios intermedios
de muy difícil comprensión.
Conclusión
Podemos concluir que la evolución fue creando las
bases neurológicas necesarias para el desarrollo cognitivo, pero será la cultura
(nuevo
parámetro de selección natural), como expresión de la interacción
social en todos sus aspectos, la que dirigirá los cambios evolutivos y
cognitivos, perfilando definitivamente la cognición en las sociedades humanas. Por tanto, el origen y desarrollo de las capacidades
cognitivas humanas supone un proceso evolutivo que, partiendo de algunas
capacidades cognitivas de naturaleza innata, puede realizarse mediante la
presión selectiva de la cultura dentro de los nichos humanos. Tal proceso formaría
un continuum
desarrollo de la mayoría de las capacidades cognitivas, dentro de un
complejo mecanismo de interacción mutua entre ellas, mediante los mecanismos de
exaptación, coevolución y/o emergencia.
El resultado es diverso, pues mientras algunas capacidades cognitivas necesitaban, al menos en parte, una evolución neuroanatómica que favoreciera su desarrollo (p. e. memoria de trabajo, lenguaje, abstracción, etc.), otras utilizando las anteriores emergieron con la influencia cultural sobre cerebros ya preformados para su realización (p. e. teoría de la mente, cognición causal, autoconciencia, lectura y escritura, etc.). En este contexto, la utilización de los constructos psicológicos seguirá siendo útil en la comprensión y estudio de nuestras capacidades, pero serían vistas con el prisma de ser el resultado de la unión funcional de otros procesos cognitivos de diversa finalidad y origen.
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