En el anterior post ya se vio la necesidad de los estudios
interdisciplinarios para el análisis de psicobiología humana en todas sus
épocas. Está generalmente admitido que la conducta humana es la manifestación
de las capacidades cognitivas que tuvieron los seres humanos en el momento de
su realización. La evolución neurológica y el correlativo aumento de
capacidades cognitivas han sido ampliamente demostrados en múltiples estudios
arqueológicos y paleoantropológicos.
Sin embargo, muy pocos se han preguntado
por las características generales de los procesos evolutivos que han encauzado
nuestro desarrollo neurológico, pues puede que dependiendo de la naturaleza y
forma de los cambios mutacionales, tales características indiquen formas
diferentes en la producción de la conducta humana. Parece imprescindible, en la comprensión de la psicobiología de
nuestro género, que se profundice en los mecanismos de producción del cambio
evolutivo. La Biología evolutiva y la Genética nos muestran las divergencias
que habría que compaginar con los datos de la Arqueología, Neurología y
Psicología, como el modelo interdisciplinario muestra en sus premisas.
Evolución
y conducta
¿Qué relación tiene las
formas de evolución y la conducta humana? Si seguimos actuando con la independencia
doctrinal que ha caracterizado la gran mayoría de los estudios neurológicos,
psicológicos y arqueológicos, puede que tengamos unos conceptos ambiguos y
contradictorios. En cambio, si actuamos con las formas interdisciplinarias,
podemos apreciar como tal relación adquiere caracteres de gran importancia y
poder explicativo para la conducta humana en todos sus periodos.
Sabemos que cualquier
capacidad cognitiva es el resultado evolutivo del sistema nervioso que, tras
superar los problemas de la selección natural, permiten a sus poseedores
desarrollar las conductas que implica su presencia. En definitiva se trata de
la aceptación evolutiva de los cambios psicobiológicos necesarios para su
realización. Siempre se ha conocido que el proceso evolutivo dispone de
diversas formas generales de producción del cambio anatómico. En general, y
asumiendo que la existencia de una no excluye la presencia de la otra debido a
la evolución en mosaico, se pueden ofrecer dos formas generales de cambio
morfológico.
-- Primera. Tradicionalmente se ha utilizado la teoría sintética de la
evolución en sus manifestaciones más elementales: los cambios se producen por
las mutaciones que tienen lugar en el genoma humano, y la selección
natural es la encargada de favorecer aquellas que mejor se adaptan al
medio ambiente. Así, se produce una evolución de
forma lenta, estando siempre dirigida durante su
desarrollo por la acción de la selección natural, es decir, con una consecuente
mejora de la adaptabilidad al medio que hace que perdure y mantenga
genéticamente. Tal teoría sin duda es cierta, pero no explica toda la realidad. En ella, no
se utilizan los conocimientos que actualmente se posee sobre tales procesos
evolutivos y su correspondencia al desarrollo de la conducta de los seres humanos.
Es la base evolutiva utilizada por la Psicología
evolutiva (Cosmides
y Tooby, 1992).
-- Segunda. Estaría basada en los
conceptos que la Biología ha desarrollado en estos últimos años, y que engloba
al modelo paleontológico de los equilibrios puntuados (Gould y
Lewontin, 1984), donde se explica la producción evolutiva con otros parámetros,
entre los que destaca la realización de algunos cambios anatómicos
relativamente rápidos, con su sometimiento a los controles de
la selección natural. Constituye un modelo multifactorial basado en
los fundamentos de la Genética
y Biología del Desarrollo. Actualmente, se está conociendo que la
acción de los genes no es similar en todos ellos. Así, se distingue entre los genes
estructurales y los reguladores (genes controladores de
la actividad de los genes estructurales en tiempo y tasa de actuación) del
proceso embriológico. La mutación de estos últimos va a dar lugar a las heterocronías,
produciendo alteraciones ontogénicas o embriológicas, con cambios
relativamente rápidos y de gran trascendencia evolutiva (Gould y Lewontin, 1984; Bogin, 1999; Churchill, 1998).
Recientemente se ha publicado en tres revistas científicas (Nature,
Genome Research y Genome Biology) 30 artículos científicos
sobre los resultados del proyecto ENCODE (Enciclopedia de los Elementos del
ADN). Lo más destacado de todos ellos es que, en contra de lo admitido hasta
hoy, el ADN calificado como basura es esencial para el funcionamiento
de los genes humanos. Este ADN es un gran medio de control sobre la
actividad de los genes funcionales hasta ahora reconocidos. Nuestro genoma sólo
funciona gracias a las propiedades de control del ADN calificado como basura.
Se ha comprobado que una gran parte del genoma está implicada en controlar cuándo
y dónde se producen las proteínas, más allá de su simple fabricación.
De hecho, según las conclusiones de ENCODE, alrededor del 80 % del genoma
humano contienen elementos relacionados con algún tipo de función bioquímica,
hasta un total de 120 funciones diferentes.
Junto a la acción de los genes reguladores, la embriología u
ontogénesis presentan un valor evolutivo que es necesario evaluar, pues
durante la fase de formación embrionaria se producen cambios morfológicos en cascada
durante el curso de su desarrollo. Todo cambio morfológico producido
por la mutación de uno o varios genes reguladores, en un determinado momento de
la ontogenia fetal, va a repercutir en las siguientes fases de la
embriogénesis, sin que sean precisas nuevas alteraciones genéticas. Cuando
conocemos la producción de un cambio evolutivo, lo que se ha manifestado es un cambio
en la ontogenia o embriogénesis de ese ser (Rivera, 2005,
2009; Sinha, 1996). Hay que considerar a la embriogénesis como un
proceso dinámico por medio del cual se produce la formación de los nuevos seres
vivos, estando sometida a las leyes biológicas que regulan su desarrollo. No es
de extrañar el avance de la Biología evolutiva del desarrollo (Evo-Devo.
Evolution-Development), la cual camina en la actualidad por estos
derroteros (Sean, 2005). En este contexto evolutivo, el origen de los procesos
cognitivos humanos (autoconciencia, lenguaje, etc.) sería la consecuencia de
una exaptación evolutiva, manifestándose como una capacidad
cognitiva emergente que aparece después de realizados los cambios
neurológicos que lo posibilitan, pero que no fueron creados evolutivamente para
tal fin (Gould y Lewontin, 1984; Schlaug et al. 1994). La manifestación
y desarrollo de las capacidades cognitivas dependerían en gran medida de las
características medioambientales, siendo la base evolutiva elegida por la
Psicología cognitiva (procesamiento de la información).
La necesaria relación
con otras ciencias
Naturalmente, ambas
formas de cambio, dentro del mosaico evolutivo característico de nuestro
linaje, pueden darse a la vez, alternativamente y en áreas corporales
diferentes. En el primero es la selección natural la que dirige los cambios
morfológicos, admitiendo de forma más ocasional que frecuente los procesos de
exaptación. Mientras que el segundo da más valor a los procesos heterocrónicos,
embriológicos y epigenéticos dentro de una amplia utilización exaptativa.
Estas características dificultan mucho su estudio, obligando a mantener los dos
procesos de cambio como posibles, pero dentro del concepto de evolución
mosaico. Para conocer que camino ha seguido la evolución con carácter
predominante, hay que apoyarse en otras ciencias como la Arqueología,
Psicología y Neurología.
Un ejemplo, del interés
que tiene la Arqueología en el conocimiento de la evolución psicobiológica
humana, es más claro que muchas palabras. La aparición de los Humanos
Anatómicamente Modernos (HAM) está prácticamente admitida en África hace unos
100-150 000 años. No obstante, su conducta (cultura arqueológica) en sus
primeros milenios carecía de manifestaciones simbólicas. Éstas aparecieron de
forma heterogénea con unas fechas de 70-80.000 BP (industrias de Howieson´s
Poort). Mientras que en el Próximo Oriente con fechas de unos 100.000 BP
(Qafzeh y Skhul) los HAM vivían en un clásico Musteriense, con un simbolismo
muy limitado. Hay que esperar hasta el inicio del Paleolítico Superior en
Europa (40.000 BP) para que aparezcan y se desarrollen progresivamente las
conductas y manifestaciones gráficas que tanto nos han caracterizado. ¿Qué
cambios y de qué naturaleza tuvieron que producirse para crear un registro
arqueológico tan particular? Las respuestas serían consecuencia de la base
teórica que sobre la Biología evolutiva y las características psicobiológicas
apliquemos a los humanos que crearon tales conductas. Con los conceptos
tradicionales sólo pueden explicarse en función de paulatinas mutaciones
neurológicas (creación de nuevos circuitos neuronales de naturaleza genética e
innata) que posibilitasen la evolución simbólica y conductual (Klein, 1995).
Con esta sencilla explicación, que parece satisfacer a la mayoría de la
comunidad científica que se interesa por estos motivos, se omiten más estudios
al respecto y se profundiza en el análisis particular y cultural de los
diversos yacimientos conocidos, los cuales siempre nos ofrecerán datos sobre el
dónde y cuándo de la producción de tales cambios,
pero nunca sobre el cómo y el porqué de su
producción.
Un resumen de la
complejidad evolutiva (modelo multifactorial) que caracteriza nuestra evolución la podemos ver en el
siguiente esquema:
Referencias
* Bogin, B. (1999): “Evolutionary Perspective on Human Growth”. Annu.
Rev. Anthropol, 28: 109-53.
* Churchill, S. E. (1998): “Could Adaptation, Heterochrony, and
Neanderthals”. Evolutionary Anthropology, 7:45-60.
* Cosmides, L. y Tooby, J. (1992): "Cognitive adaptations for
social exchange". En Barkow, J., Cosmides, L. & Tooby, J., (eds)
(1992), The adapted mind: Evolutionary psychology and the generation of culture.
New York: Oxford University Press.
* Gould, S. J. y Lewontin, R. C. (1984): “The spandrels of San Marco and
the Panglossian paradigm: A critique of the adaptationist programme”, pp.
252-270. En E. Sober (ed.), Conceptual Issues in Evolutionary Biology: An
Anthology. Bradford Book. Cambridge (Mass.).
*
Klein, R. G. (1995):
“Anatomy, Behavior, and Modern Human Origins”.Journal of World Prehistory,vol.
9 (2).
* Rivera, A. (2005): Arqueología cognitiva. El origen del
simbolismo humano. Madrid. Arcos/Libros
* Rivera, A. (2009): Arqueología
del lenguaje. La conducta simbólica en el Paleolítico. Akal. Madrid.
* Sean, B. C. (2005): Endless Forms Most Beautiful: The New Science
of Evo Devo and the Making of the Animal Kingdom, W. W. Norton and Company.
* Schlaug G.; Knorr, U. y Seitz R. J. (1994): Inter-subject
variability of cerebral activations in acquiring a motor skill. A study with
positron emission tomography. Experimental Brain Research 98: 523-534.
* Sinha, Ch. G.
(1996): “The role of ontogenesis in human evolution and development”. En Andrew, L. y Charles R. P. (ed.): Handbook of Human
Symbolic Evolution. Oxford, Clarendon Press.
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