Todos estaremos de
acuerdo con que nuestra conducta es el resultado de la evolución neurológica
del género Homo. La conducta
considerada con parámetros humanos sería aquella con realización de útiles que
ayudasen a sobrevivir a las poblaciones que los crearon. Generalmente se ha
situado tal proceso a la aparición evolutiva del Homo hábilis. Sin embargo, cada vez hay más indicios de la
existencia de herramientas de piedra con mayor antigüedad de la que podamos atribuir
a este primitivo homínido, lo que hace dudar del inicio de nuestro género. El
género Australopithecus parece que tiene algo que decir en este complejo
problema. Para complicar más
el asunto habría que exponer que la creación y uso de herramientas es
ampliamente conocida entre los primates actuales y que su inicio, desarrollo y
aprendizaje sigue pautas que pueden considerarse con patrones muy relacionados
con los desarrollados por los seres humanos.
La cultura
tecnológica entre primates actuales
Conocemos la existencia de procesos complejos de índole cultural
ente los animales (Bonner, 1982; De Waal, 1995; Lefebvre, 1995; Parker y Gibson, 1979; Whiten et al. 1999), asumiendo la realidad que diversas
especies biológicas puedan tener formas de comportamiento aprendido.
- Aprendizaje. La asimilación de formas
de subsistencia se realiza con la simple convivencia entre todos los elementos
sociales, pues los adultos conocen la forma de adquisición de los alimentos,
los tipos de alimentación disponibles y los lugares donde encontrarlos. El
conocimiento de estos datos debe ser adquirido por parte de los nuevos
elementos del grupo, como norma conductual básica de supervivencia. El
mecanismo es sencillo, pues se basa en la observación e imitación, con numerosos
procesos de ensayo y error.
En los mamíferos es
fácil de apreciar cómo la convivencia dentro del grupo es fundamental para
adquirir este tipo de conocimientos prácticos necesarios para la supervivencia
de cada individuo. Si un recién nacido o un elemento de poca edad es criado de
forma artificial, es decir, separado de los miembros de su especie (zoológico,
reserva natural, o cualquier otra forma de vida en la que el animal no tenga
que buscar por sí mismo el alimento), es casi imposible que pueda sobrevivir si
es devuelto a su medio ambiente ya adulto, pues desconoce las formas de
subsistencia que conoce y usa el grupo social al que pertenece, y que no pudo
aprender en su infancia. Sólo si puede ser reintroducido en un medio social de
su misma especie, tendría posibilidades de sobrevivir de forma salvaje. Conociendo
estos aspectos etológicos, es fácil deducir que la información genética no es
suficiente por sí sola para garantizar la supervivencia de los individuos de
una especie, pues es preciso su desarrollo y aprendizaje dentro de las formas
conductuales del grupo, para que pueda encauzar las formas de comportamiento
iniciadas por el instinto a conductas prácticas y suficientemente matizadas por
el aprendizaje social.
- Conductas complejas en primates. Conocemos
varios ejemplos de cambios conductuales realizados mediante el aprendizaje y
enseñanza de nuevos medios y herramientas en la adquisición de alimentos.
* Tenemos un claro
ejemplo con la actuación de una colonia de macacos japoneses (Macaca fuscata), los cuales aprendieron a lavar las patatas que, manchadas de
tierra, tenían para comer. El proceso de tal aprendizaje tardó 9 años en
desarrollarse como una forma cultural ampliamente aceptada, al llegar a ser
común en el 73,4% de su población total. La dinámica del aprendizaje comenzaba
por las crías y sus madres, siendo los machos adultos los últimos en aprender y
llegando algunos a no adquirir nunca tal forma conductual. Igualmente, se
observó como aprendían, de una manera similar, a separar la arena de los granos
de cereales que encontraban (Kawamura, 1959; Sabater Pi, 1983).
Bonobo usando un bastón para "pescar"· termitas |
* Las formas
culturales de una especie animal no son iguales en todas sus poblaciones, pues
existen importantes diferencias en determinados aspectos de su comportamiento.
Esto se produce como consecuencia de que su adquisición se realizó en
diferentes lugares y distintos momentos, siendo mantenidos por los diversos
grupos sociales y formándose un distintivo cultural para cada grupo, a pesar de
ser de la misma especie. Es el caso del uso de piedras para romper el hueso de
algunos frutos silvestres que utilizan los Pan
troglogytes verus en zonas de Costa de Marfil, Liberia y Malí.
Paralelamente, la subespecie Pan
troglodytes troglodytes pertenece a la que podría llamarse cultura de los
bastones, cuya área de expansión comprende Río Muni, sur del Camerún y norte de
Gabón. Los bastones realizados cuidadosamente con ramitas, que utilizan para pescar termitas. De la misma manera, los
Pan troglodytum schweinfurthi usan
los bastones para el mismo fin que los anteriores, añadiendo, como
característica propia, la utilización de hojas para la confección de
herramientas elementales (Sabater Pi, 1978).
Chimpancé usando una piedra para partir nueces |
* Recientemente
se han realizado excavaciones de tipo arqueológico en lugares de hábitat de
chimpancés, encontrándose con un comportamiento similar al de los primeros
humanos. Los chimpancés recogen grandes piedras de distintos
materiales (cuarzo, granito y otras) y las llevan donde crecen los árboles que
producen unas nueces (de la especie Panda oleosa). Después de recogerlas las sitúan sobre una raíz de
árbol (el yunque), que golpean con una piedra (el martillo). Este procedimiento
es necesario porque estas nueces son muy duras. Un chimpancé puede llegar a
abrir 100 nueces en un día, descubriéndose que las crías pueden tardan hasta
siete años en aprender esta técnica. Sin embargo, no todos los chimpancés
rompen nueces con piedras, pues sólo se ha documentado esta práctica en África
occidental (Costa de Marfil, Liberia y Guinea-Conakry), por lo que puede
considerarse un comportamiento cultural que permite su utilización para
distinguir una población de otra. Igualmente, se ha comprobado que los
chimpancés trasladan las piedras (de hasta 15 kilogramos de peso) desde varios
centenares de metros a estos lugares donde se utilizan. En estos yacimientos,
que sólo tienen 100 años de antigüedad, se han encontrado lascas, que
curiosamente son parecidas a las de los primeros yacimientos conocidos de
industria lítica de los homínidos. Está claro que los chimpancés producen tales
lascas sin intención, porque se producen al golpear las nueces y romperse las
piedras. Sin embargo, pudiera ser que esta forma no intencionada de producción
de lascas fuera el origen de la tradicional tecnología de los homínidos
(Mercader et al. 2002). La búsqueda, importación y uso de estos martillos
son claros procesos intencionados, pero la producción de lascas tiene un
carácter accidental. No obstante, se parecen a formas humanas en sus más
primitivas cadenas operatorias, salvo la intencionalidad de producir y utilizar
tales lascas como herramientas. Este ejemplo nos ofrece unos antecedentes
culturales en primates no humanos, sobre parte de la compleja conducta de la
tecnología lítica que siempre se ha atribuido a nuestro género (buscar piedras
adecuadas, transportarlas y utilizarlas). Si existen en estos primates, es
imposible descartar con absoluta certeza su uso por los Australopithecus.
Parece fácil ver unos antecedentes de nuestra cultura social. Si
los Australopithecus tenían un mayor
desarrollo neurológico que estos primates, es posible que hubieran desarrollado
formas conductuales muy parecidas a las atribuidas a los Homo habilis.
* En la actualidad
se ha conocido el uso de “lanzas” para cazar por parte de poblaciones de
chimpancés del oeste africano (Pan
troglodytes verus) en la región de Fongoli
(Senegal).
Muchas de las
formas de adquisición o tratamiento de los alimentos son fenómenos aprendidos,
por medio de la atención y simple imitación dentro del grupo social en el que
viven. Así, la separación del mismo impedirá a las jóvenes crías poder adquirir
esos conocimientos, imprescindibles para su supervivencia. El origen de estas conductas dependería de alguna forma de aprendizaje
cultural, y no puede ser originado en exclusividad por las directrices
genéticas. Este aspecto adquiere especial interés en las especies que tengan
una gran afinidad biológica con la nuestra, pues parecen tener unas
características que les permiten alcanzar aspectos importantes de nuestro
comportamiento. No se puede dudar
de que exista cierta continuidad conductual entre estos primates, los primeros
homínidos y los seres humanos actuales. La Biología evolutiva así lo explica, y
así debe entenderse.
La compleja evolución neurológica
Como hecho teórico
no es difícil de aceptar la continuidad neuroevolutiva, aunque haya que indicar
la heterogeneidad de su producción entre las distintas especies que se van
formando evolutivamente. Puede decirse que existe una estructura neurológica común
entre todos los mamíferos, la cual, a su vez, se enlaza evolutivamente con
otras entidades biológicas más primitivas. De forma muy general puede decirse
que las funciones cerebrales de los vertebrados tienen una doble función:
- Control
automático de la fisiología animal.
- Procesamiento de
la información interna y externa o medioambiental: recepción de estímulos
(sentidos), almacenamiento de información (memoria) y uso de la información
exterior y almacenada para mejorar la conducta (razonamiento, simbolismo,
lenguaje, etc.).
Evolutivamente lo
primero que se logró fueron los sistemas de mantenimiento de la fisiología
corporal, con sucesivas mejoras en el trascurso evolutivo. Los sistemas de procesamiento
de la información externa e interna son los más recientes, aunque existe mucha
disparidad en su realización. Me voy a centrar a partir de la aparición
evolutiva de los mamíferos, aunque muchas conclusiones que estableceré se dan,
en mayor o menos medida, en otros seres vivos.
Aunque no
exclusivamente, la mayor parte de los procesos cognitivos relacionados con el
uso de la información tienen lugar en la corteza cerebral. Sin embargo, no toda la superficie del córtex tiene la misma
funcionalidad, por lo que pueden establecerse ciertas ubicaciones topográficas
relacionadas con sus funciones (áreas corticales). Estas áreas corticales no
son superficies completamente definidas en su extensión y ubicación por la
genética del individuo. Existe cierto grado de variación, en función de las
aferencias sensoriales (estímulos exteriores e interiores que reciben, siendo
la base de su configuración funcional) y eferencias motoras, por lo que la
topografía del córtex humano presenta notables diferencias de localización y
extensión de tales áreas, dependiendo de la naturaleza de la información que
recibe y procesa sea simple o elaborada (Flórez et al. 1999; Kandel et
al. 1997).
Un dato
muy importante es que se pueden establecer tres grandes grupos de áreas
corticales en función de la naturaleza de las aferencias (entradas de
información) y eferencias (salidas de información) que presenta cada área,
teniendo cada una de ellas diferente localización y distinta funcionalidad
(Luria, 1974).
* Áreas
primarias o de proyección: Corresponden a las zonas
corticales que reciben la información recogida por los órganos sensoriales
externos (vista, oído, gusto, tacto y olfato), internos (sensibilidad
propioceptiva o del propio cuerpo), y a las áreas motoras que controlan
directamente los músculos del cuerpo. Existe una correlación muy intensa entre
estas áreas corticales y las zonas anatómicas que controlan, por lo que todo
aumento corporal deberá de corresponder con un aumento paralelo de estas áreas
de control, sería un aumento isométrico o proporcional, proceso muy relacionado
con toda evolución neurológica.
* Áreas
de asociación secundarias: Corresponden a las zonas
adyacentes a las áreas primarias o de proyección. Se considera que representan
un centro de procesamiento de mayor nivel para la información sensorial
específica que llega de las áreas primarias. Por tanto, sólo reciben información
de las áreas sensoriales primarias, o desde otras áreas sensoriales
secundarias.
* Áreas
de asociación terciarias: Se sitúan en los bordes de las
zonas secundarias anteriores, en ellas desaparece toda información sensorial o
motriz directa o primaria. Son zonas corticales en las que coincide la
información de varios campos sensoriales correspondientes de áreas secundarias,
pero nunca
de las primarias.
Esta
distribución funcional, anatómica e histológica es la que da fundamento a la
idea de una estructura neurológica común entre todos los mamíferos.
Naturalmente según vamos avanzando en la escala evolutiva se irían produciendo
diversos cambios en estas estructuras, siempre a partir de estos conceptos
básicos, que ofrecen mejoras en el procesamiento de la información y, por
tanto, en la conducta de sus poseedores. Las áreas primarias van a depender
en su extensión, y por tanto capacidad funcional, de las propias
características genéticas y en alguna medida del uso que de ellas se realice. Las
áreas de asociación son las que más han aumentado en la evolución
humana, no estando correlacionadas con el aumento corporal, por lo que todo
aumento de las mismas debe considerarse como alométrico. Éstas, y en
especial las terciarias, sintetizan los estímulos de varias vías de
acceso sensoriales y los traduce en expresiones superiores, complejas y
conscientes, tan características de nuestra conducta.
Sin embargo, el
acceso evolutivo a amplias áreas de asociación terciarias, no es suficiente
para lograr la conducta que nos caracteriza. La evolución nos proporciona las herramientas
neurológicas necesarias para su realización, pero hace falta la
existencia de otros procesos para su realización práctica. La información que nos llega debe de tener cierto ordenamiento
y trascendencia emocional, es decir, debe de seguir ciertas pautas ordenadas
en el tiempo y en el espacio (lo contrario sería un caos del que es
imposible sacar conclusiones) y tener cierto interés o motivación en
su aprendizaje (verdadero motor de la conducta).
Los
siguientes pasos evolutivos relacionados con el desarrollo conductual estarían
supeditados al aumento (alopático) de las áreas de asociación, de la
existencia de un sistema emocional adecuado y de su capacidad para generar un lenguaje lo más complejo posible.
En este
contexto, las conductas que ya hemos visto en los primates nos ofrecen algunas pistas.
Las crías de los primates estudiados presentan interés por lo que hacen sus
mayores y quieren (motivación) acceder a los comestibles que así se
consiguen. La información que reciben está ordenada en la misma secuencia
de acciones que ven hacer a los compañeros mayores o madres. Simplemente
tiene que repetir las secuencias, lo que les lleva el tiempo que sus
habilidades manuales y cognitivas les pueden ofrecer. La limitación reside en
que no hay nada más que les interese, les motive o vean realizar. Esta sería la
base del porqué los animales que viven en medios más estimulantes (sobre todo
medios humanos) son capaces de generar conductas más complejas y elaboradas. El
límite estaría en sus propias capacidades cognitivas que, en función con la
estructura funcional y evolutiva de sus cerebros, se vería limitada a mayores
progresos. La importancia del medio ambiente y la capacidad de crear formas de
ordenar la información que podamos absorber serían las claves del desarrollo de
la conducta humana. En este sentido, el lenguaje es el principal medio de
ordenación del procesamiento de la información y del desarrollo cognitivo.
El
lenguaje como medio de ordenamiento funcional neurológico
El origen del lenguaje se
basa en los datos anteriormente vistos en los primates, aunque con innovaciones
neuropsicológicas que ellos evolutivamente no poseen (menor superficie
funcional de las áreas de asociación, capacidad de simbolización y abstracción).
Nace
dentro de las poblaciones del género Homo
como consecuencia del intento de relación social (comunicar las acciones,
hechos, cosas intereses, etc.). El interés y la observación existente en
los primates persisten, apareciendo otro nuevo tipo de motivación como es el de
querer llamar la atención de sus compañeros sobre algo que se hace o
se quiere hacer. Para su realización se dispone de los sentidos que poseemos
(sonidos, gestos, tocamientos, olores y sabores), produciéndose una asociación
simbólica entre uno de estos sentidos y el objeto o acción que se
quiere indicar a los demás. Sería un proceso de simbolización básico, que
con el tiempo daría lugar a las abstracciones simbólicas. Cuando
solo se quiere indicar un objeto o acción elemental con una sola simbolización
sería suficiente, pero si se quiere decir algo más hay que realizar una serie
de simbolizaciones que deben tener una ordenación temporal adecuada para que sea entendida por los otros compañeros. El medio ambiente nos ofrece tal
ordenamiento o secuencia de simbolizaciones básicas. La acción es
la base de la propia estructura inicial de lenguaje y de la universalidad de su
sintaxis, pues es igual en todos los lugares. Por tanto, el lenguaje parece
estar organizado alrededor de las circunstancias que rodean a la acción(verbo) (Bickerton, 1994; Bruner, 1988; Fillmore, 1968; Marina, 1998)
lo que puede referirse con la siguiente expresión básica:
Sujeto (quién
hace la acción) – Verbo (acción) - Circunstancias de la
acción.
Al ser imprescindible la
aceptación y compresión social de tal ordenamiento, este puede variar en el
orden, siguiendo el consenso social.
Con el desarrollo del
lenguaje se consigue una interacción cognitiva entre el lenguaje y el pensamiento,
dando lugar a un pensamiento verbalizado (lenguaje interno) y un lenguaje
intelectualizado al poder usar todo lo almacenado en la memoria de
forma adecuada. Se producirían un procesamiento computacional de la
información, el desarrollo de las capacidades de abstracción, la simbolización,
la conciencia reflexiva, el aprendizaje, etc. El lenguaje interno es
responsable de las funciones mentales superiores, pues transforma la
percepción del sujeto, transforma su memoria, y permite
la planificación y regulación de la acción, haciendo posible la actividad
voluntaria. Nuestro pensamiento está ahora plenamente verbalizado,
siendo más fácil pensar, relacionar y expresar todo tipo de situaciones y
hechos, con mucha mayor rapidez y claridad. Aparece como una nueva función
cognitiva, que facilita el control y regulación de los propios procesos
cognitivos, con lo que nuestras acciones, consecutivas a nuestro pensamiento,
estarán mejor guiadas y estructuradas (Belinchón et al. 1992; Luria,
1979, Mercier, 2001; Vygotsky, 1920). Igualmente, la transmisión de
pensamientos abstractos es muy fácil, al usar el simbolismo que el lenguaje nos
permite.
Conclusiones
La
evolución neurológica es obvia, pero la cognitiva requiere algo más que el
simple desarrollo neurológico. La interacción social, el origen y el desarrollo
de un lenguaje se muestran como componentes fundamentales de la conducta
simbólica humana, pues favorecen el aprendizaje del acervo cultural humano.
Ésta comienza con las primeras relaciones de un sentido corporal (sonoro o
gesticular principalmente) con un objeto o acción que se quiere comunicar. El
lenguaje es la primera conducta simbólica humana y base de todo su desarrollo. La
diferencia evolutiva con los demás primates se basa fundamentalmente en nuestra
mayor capacidad neurológica (aumento de las áreas de asociación) para relacionar
sentidos con hechos u objetos (simbolización) y crear un lenguaje,
así como la mayor capacidad de procesamiento de la información verbalizada o no
por medio de las funciones ejecutivas (racionales y emotivas).
- Belinchón, M.; Igoa, J.M. y Rivière,
A. (1992): Psicología del lenguaje. Investigación y teoría. Ed.
Trotta S.A. Madrid.
- Bickerton,
D. (1994): Lenguaje y especie. AU. 780. Alianza. Madrid.
1994;
- Bonner, J.T. (1982): "La
evolución de la cultura en los animales". Alianza Universidad, nº345. Madrid.
- Bruner, J. (1988): Desarrollo
cognitivo y educación. Morata. Madrid.
- De
Waal, F. B. M. (1995): Vida social de los bonobos. Investigación
y Ciencia, 224: 52-59.
- Fillmore,
CH. (1968): The Case for Case. En E.
Bach y R. T. Harms (comps.). Universals in Linguistic Theory. Holt,
Rinehart and Ewinston. New York.
-
Flórez, J. et al. (1999): Genes, cultura y mente: una reflexión
multidisciplinar sobre la naturaleza humana en la década del cerebro.
Servicio de publicaciones de la Universidad de Cantabria. Santander.
-
Kandel, E. E.; Schwartz, J. H. y Jessell, T. M. (1997): Neurociencia y
conducta. New York. Prentice Hall.
- Kawamura, S. (1959): “The process of
subcultural propagation among Japanese macaques”. Primates,
2, 43-60.
- Lefebvre, L. (1995): Culturally-transmitted feeding behaviour in
primates: Evidence for accelerated learning rates. Primates, 36: 227-239.
-
Luria, A. R. (1974): El cerebro en acción. Fontanella. Barcelona.
- Luria, A. R. (1979): Conciencia y lenguaje.
Pablo del Río. Madrid.
Marina, 1998
- Mercader J.; Panger, M. y Boesch, C. (2002): Excavation of a
chimpanzee stone tool site in the African rainforest. Science, 296:
1452-1455.
- Mercier, N. (2001): Palabras y mentes. Paidós.
Barcelona.
- Parker, S. T. y Gibson, K. R. (1979): “A model of
the evolution of language and intelligence in early hominids”. Behavioral
and Brain Sciences, 2, 367-407.
-
Sabater Pi, J. (1978):
“El chimpamcé y los orígenes de la cultura”. Anthropos. Ed. del Hombre. Barcelona.
-
Sabater Pi, J. (1983): “Etología”.
Anthropos. Boletín de información y documentación, 26-27.
Barcelona.
- Vygotsky, L. S. (1920): El
desarrollo de los procesos psicológicos superiores. Crítica. 1979. Barcelona.
- Whiten A.; Goodall, J.; McGrew, W. C.; Nishida, T.; Reynolds, V.; Sugiyama,
Y.; Tutin, C. E.; Wrangham, R. W. y Boesch, C. (1999): Chimpanzee cultures. Nature, 399:
682-685.
No hay comentarios:
Publicar un comentario