La Plasticidad neuronal, neuroplasticidad, plasticidad neuronal o sináptica es la propiedad que emerge de la naturaleza y funcionamiento de las neuronas cuando establecen comunicación, y que modula la percepción de los estímulos del medio, tanto de los que entran como de los que salen. Sabemos que las neuronas, por medio de
los mecanismos de relación de unas con otras (sinapsis), se unen formando redes
neuronales, las cuales son las responsables de nuestra conducta. Pero
esta estructuración neuronal tiene la posibilidad de remodelarse en función de
la experiencia vivida y sentida. El proceso comienza en el embrión, continuando
con mucha mayor intensidad después del parto, y perdurando durante toda la vida
del ser humano. En definitiva, es la estructuración neuronal que será la
base de los procesos de memoria y aprendizaje humano y, en consecuencia, de su
conducta. Estos conceptos indican que el cerebro es el órgano que
controla en todos sus aspectos la fisiología corporal, y recoge la información
que le ofrece el medio ambiente (interno y externo) por medio de sus receptores
sensitivos, para almacenarla y procesarla con el fin de mejorar la conducta que
caracteriza a los seres humanos, y que este proceso de produce con diferente
grado de efectividad durante toda la vida.
Fisiología
de la neuroplasticidad
- Regeneración funcional. Dentro del periodo crítico el cerebro presenta una
característica de remodelación funcional muy importante. Se ha podido ver como
en el caso de lesiones del área de Broca del hemisferio izquierdo, en las que fue
necesario su extirpación quirúrgica, las funciones cognitivas que debían de
desarrollarse en esta zona cortical izquierda, son fácilmente desarrolladas en
el área simétrica del hemisferio derecho, adquiriendo de igual forma la
capacidad del lenguaje. Esto será siempre que ocurra en una edad temprana del
desarrollo, sobre todo en la infancia, pues la plasticidad neural que permite
este proceso va desapareciendo paulatinamente con el crecimiento del niño
(Changeux, 1983; Flórez, et al. 1999; Miller, 1985).
- Lateralización o asimetríasfuncionales. El desarrollo neurológico entre los humanos es muy
homogéneo, pero la localización de las áreas no es exactamente igual en todos.
La topografía de las áreas asociativas y sus correspondientes funciones
presenta notables diferencias de localización, y extensión anatómica (Del
Abril, et al. 1998; Flórez, et al. 1999; Kandel, et al.
1995; Lecours, et al. 1970; Lenneberg, 1976; Luria, 1974; Rakic, 1988,
1995). Existe
una asimetría especialmente importante, se trata de la asimetría
funcional o proceso de especificación de funciones
cognitivas en un hemisferio cerebral determinado. Se especifica como el
predominio del control funcional de un hemisferio sobre un lado del cuerpo o
parte del mismo (mano, pie ojo, oído, etc.). Se sabe que cada hemisferio tiene
localizadas funciones específicas o partes de las mismas (lenguaje, escritura,
valoraciones espaciales, etc.), que se localizan en áreas más o menos concretas
durante el desarrollo (Lenneberg, 1976). Pero hay que tener en cuenta que no
existe dominancia absoluta para ninguna función, ya que siempre están
implicados los dos hemisferios cerebrales en la materialización de cualquier
proceso mental. La asimetría cerebral debe de ser considerada en términos de
grados (Benedet, 1986). Incluso la función del lenguaje, tan característica del
hemisferio izquierdo, requiere del uso del derecho para su correcta
vehiculación en las facetas de creatividad literaria, entonación y la propia
fluidez verbal (Portellano, 1992).
Un
importante problema consiste en saber si esta localización de propiedades
cognitivas es equipotencial al nacer (Gazzaniga, 1970; Lenneberg, 1976) o si en
el nacimiento tenemos ya diferencias neurológicas que faciliten su ubicación
topográfica, desarrollándose en función de los estímulos a lo que esté sometido
(Annet, 1973; Dennis y Whitaker, 1976). De todas maneras, parece que debe
existir cierto gradiente innato definido como la existencia de un
proceso de maduración diferenciado en ambos hemisferios que actúe a favor de
uno u otro, en función de la naturaleza de los procesos cognitivos que se vean
implicados (Bub y Whitaker, 1980; Geschwind y Galaburda, 1984; Kandel et al.
1997). Estos gradientes innatos conforman una especie de protomapa cortical
(representación topográfica inicial de los diferentes tipos de enervación,
sensitiva o motora, de las diferentes estructuras corporales) con un carácter
maleable, debido a su creación embrionaria (Rakic, 1995). Al nacer se
iría modificando y estructurándose en función de las aferencias externas que
vaya recibiendo del medio ambiente. Así, su definitiva configuración, en uno o
los dos hemisferios cerebrales, depende de las características sensoriales
(estímulos exteriores) que reciba. Esta plasticidad e inmadurez humana son los fundamentos
fisiológicos que van a permitir los procesos biológicos-culturales.
- Estructuras funcionales. La definitiva consecuencia de la capacidad sináptica
o de conexión entre las neuronas, es la de formar redes neuronales.
Su regulación se debe principalmente a la llegada de estímulos nerviosos o a la
ausencia de los mismos, siendo la forma más directa en el que el medio ambiente
influye sobre el cerebro. También es de notar los efectos de la dieta, del estrés,
de enzimas, de hormonas y de las lesiones (pérdida parcial de neuronas), en la
organización de las conexiones sinápticas al formar estructuras neurales. Esta
capacidad perdura durante toda la vida, siendo el soporte neurofisiológico de
los procesos cognitivos de los seres humanos en todas las épocas de su vida
(Changeux, 1983; Del Abril, et al. 1998; Flórez, et al. 1999;
Kandel et al. 1997; Mora, 1996; Puelles, 1996).
- Muerte celular. Podemos confirmar una muerte celular
programada, basada en la competitividad neuronal de los estímulos recibidos.
Los receptores sensoriales por medio de su estimulación, crean nuevas redes
neuronales y refuerzan las ya utilizadas, eliminando las no usadas (neuronas en
las primeras fases de la vida, y sinapsis a lo largo de todos los periodos
ontogénicos). Las regiones cerebrales que no se estimulen en el periodo del
desarrollo a través del aprendizaje o de la simple estimulación sensorial,
degenerarán lentamente pudiendo perderse información almacenada en tales redes
neuronales. En muchas regiones del cerebro, el número de neuronas sobrepasan en
mucho a las que sobrevivirán más allá del período de desarrollo. Existe una fase
de muerte selectiva de células, que ocurre principalmente en el periodo de explosión sináptica al
inicio del desarrollo postnatal (Changeux, 1983; Hubel y Wiesel, 1977;
Martín Ramírez, 1996; Puelles, 1996).
Recubrimiento por la célula de Schwann del axón de la neurona |
- Mielinización. La maduración fisiológica cerebral puede
seguirse, aparte del propio desarrollo cognitivo, con el fenómeno de
mielinización de los circuitos neuronales. Consiste en el recubrimiento de una
sustancia grasosa inerte llamada mielina, producto de las células
de Schwann, con lo que se consigue una mejor transmisión de los impulsos
nerviosos y, en definitiva, una mejor actuación de las redes neuronales
cerebrales. El proceso se inicia al final de la gestación, continuando su
producción hasta el final de la infancia. Es muy pobre en el recién nacido,
produciéndose una activación muy rápida hasta los 2-3 años (Lenneberg, 1976),
luego el proceso es más lento, con poca uniformidad y clara relación con la
madurez conductual. Este proceso tiene una secuencia temporal ordenada en las
distintas áreas cerebrales, siendo las sensoriales de proyección primaria las
primeras en mielinizarse, mientras que las últimas serían las de asociación, sobre
todo las terciarias (Eccles, 1989; Gibson, 1990; Lecours, 1975).
Modelación neurológica dependiendo de la
información recibida
Las características fisiológicas vistas
en el anterior apartado nos ofrecen la continua posibilidad de cambio,
dependiendo su intensidad de la edad, según sean las características de la
información que continuamente estamos recibiendo del exterior. Por tanto, se
puede afirmar que la estructuración neurológica ni está totalmente determinada
por los genes, ni una vez formada es para siempre. Hay que considerar
al cerebro humano como un sistema neurológico capaz de recibir, procesar,
almacenar y recuperar la información que le llega a través de sus sentidos (González
Labra, 1998). Conceptualmente se basa en que todo proceso mental o cognoscitivo
tiene como origen la información que previamente el cerebro ha
tenido que recibir y procesar (Leahey, 1980). Sin embargo, esta
capacidad de procesamiento de la información no es totalmente libre e
independiente, pues estaría limitada por las características psicobiológicas de
cada persona. Éstas, en función de su propia herencia genética, no son iguales
y juegan un papel importante en el desarrollo de la conducta. Desde el mismo
momento del nacimiento se va a producir una organización psicológica, que depende
de varios factores fundamentales en la futura conducta del neonato, como son
las características evolutivas de nuestro cerebro y de la información recibida (Evoluciónneurológica. Un enfoque interdisciplinario).
Las áreas
corticales donde se ubicarán las funciones cognitivas correspondientes son las
denominadas como áreas de asociación (áreas secundarias y terciarias), las
cuales recogen los estímulos sensoriales externos ya procesados en otras áreas
corticales que solo reciben información del exterior (áreas primarias). Esta
elemental estructuración del cerebro ya fue analizada el neurofisiólogo ruso
Alexandre R. Luria a mediados del siglo pasado, y desde entonces ha sido una de
las bases de los estudios neurológicos (Kandel et al. 1995; Luria, 1974,
1979). Estas estructuras ya preformados estructuralmente al nacer son innatas,
formando un protomapa de la funcionalidad cognitiva con
un carácter poco definido, necesitando para su definitiva estructuración,
extensión y ubicación de los estímulos sensoriales externos (Damasio, 1999;
Changeux, 1985; Flórez et
al. 1999; Mora, 2001; Rakic, 1988, 1995). La
información que nuestro cerebro puede recoger y almacenar del medio ambiente es
enorme, no solo por su cantidad sino por las características particulares que
tal información puede tener del tiempo y el espacio de la trayectoria vital de
cada ser humano. Esta característica de almacenamiento de experiencia vivida es
común a todos los seres vivos que tengan un cerebro o formas biológicas de
almacenamiento de la información. Su uso presenta dos cuestiones: ¿Cómo se
almacena y cómo se puede extraer cuando es necesario?
El almacenaje
parece que, aunque de una forma muy genérica, se realizar en las áreas
primarias del córtex formando redes neuronales muy complejas que contienen tal
información. De la recuperación de las experiencias vividas en el mundo animal se
pueden realizar cuando se vuelven a repetir las sensaciones que dieron lugar a
las informaciones almacenadas. El recuerdo tiene lugar cuando se reproducen
las situaciones que son similares a las que produjeron tales recuerdos, con
ello los resultados también se recuerdan y la conducta tiene nuevas opciones de
producción, al valorar la efectividad o no de la respuesta realizada en la
primera experiencia. En el caso de los seres humanos hay que añadir un dato muy
importante, se puede acceder a la información almacenada sin necesidad de que
existan de nuevo las causas que lo crearon. Es decir, recordamos lo que
queremos y esto nos aporta formas de conducta totalmente nuevas, en las que
podemos utilizar toda la información adquirida por todos los medios (propia y
ajena; experimentada, leída u observada; real o supuesta), mezclarla
(reflexividad) y elegir la que mejor nos parezca (flexibilidad).
Papel del lenguaje en estos procesos
Sobre
la base de las características neurológicas adquiridas en la evolución y
heredades de nuestros padres, el lenguaje es el medio que nos
permite realizar una definitiva estructuración de nuestro pensamiento (ver: lenguaje humano; pensamiento, lenguaje y conducta; la autoconciencia comocapacidad cognitiva emergente), pues con su adquisición lo que hacemos es estructurar
el cerebro para que funcione con las características propias del
lenguaje. Pensamos como si nos habláramos a nosotros mismos (lenguaje
interno); almacenamos los conceptos que aprendemos por el lenguaje de
forma que puedan ser mucho más fácilmente recordados por los mecanismos
lingüísticos (el lenguaje une gramaticalmente todos las posibles
combinaciones que conozcamos); componen los elementos de nuestra conciencia
autobiográfica (creada desde que nacemos y permanentemente presente en nuestro
pensamiento).
La función
cognitiva del lenguaje (comunicación interna) sería una
interacción cognitiva entre el lenguaje y el pensamiento, facilitando el
pensamiento racional por medio de diversos procesos internos, como son el lenguaje
interno, el pensamiento verbalizado, el lenguaje intelectualizado, el
procesamiento computacional de la información, el desarrollo de las capacidades
de abstracción, la simbolización, la conciencia reflexiva, el aprendizaje, etc.
El tipo de lenguaje que puede utilizar el pensamiento, es el mismo que
usamos normalmente con las mismas directrices léxico / gramaticales, aunque con
pequeñas variaciones que lo caracterizan como un lenguaje interno.
Es como si habláramos con nosotros mismos, consiguiendo adquirir nuevas
funciones psicológicas que antes eran externas. Efectivamente, el lenguaje
interno es responsable de las funciones mentales superiores, pues transforma
la percepción del sujeto y su memoria, y permite la planificación
y regulación de la acción, haciendo posible la actividad
voluntaria. Nuestro pensamiento está ahora plenamente verbalizado,
siendo más fácil pensar, relacionar y expresar todo tipo de situaciones y
hechos, con mucha mayor rapidez y claridad. Aparece como una nueva
función cognitiva (emergencia cognitiva), que facilita el control y
regulación de los propios procesos cognitivos, con lo que nuestras acciones,
consecutivas a nuestro pensamiento, estarán mejor guiadas y estructuradas
(Belinchón et al. 1992; Luria, 1979, Mercier, 2001; Vygotsky, 1920).
Igualmente, la transmisión de pensamientos abstractos es muy fácil, al usar el
simbolismo que el lenguaje nos permite.
Conclusiones
Estas
ideas pueden englobarse en la hipótesis Sapir-Whorf, pues junto a ella se establece que existe una cierta relación entre las categorías gramaticales del lenguaje y la forma en que la persona entiende y conceptualiza el mundo. También se conoce a esta hipótesis como PRL (Principio o hipótesis de Realitividad Lingüística). Aunque en estas líneas se atribuye al lenguaje la capacidad de estructuración funcional del pensamiento, actuando en el desarrollo de las capacidades cognitivas emergentes (p. e. autoconciencia, simbolismo). Representa la máxima consecuencia de la plasticidad neuronal, al poder realizar tal estructuración funcional por medio del lenguaje, el cual trasmite al pensamiento todas las características semánticas y gramaticales que le caracterizan.
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