La
revista Cognitión ha publicado un
artículo en el que se indica que las decisiones tomadas por una segunda lengua
(diferente de la nativa) parecen ser más racionales. Es decir, que las personas
parecen guiarse menos por las intuiciones y más por el procesamiento lógico.
En este
trabajo se diseñaron cuatro experimentos sobre el comportamiento de 700
personas. Los participantes en el estudio tenían el castellano como primera
lengua y sabían inglés. Según los autores, las personas, ante una segunda
lengua, se ven menos influidas por sesgos de carácter intuitivo o emocional que
cuando se enfrentan a los mismos problemas en su lengua nativa. Los seres humanos
tienen cierta aversión o temor a situaciones que pueden producirles una pérdida,
sería lo que se denomina como un sesgo
cognitivo que no está fundamentado lógicamente, pero puede alterar las
decisiones. Cuando los participantes resuelven las tareas que promueven la
aversión a la pérdida o al riesgo, se ven menos afectados por estos sesgos si
se hace en una segunda lengua. Es decir, las decisiones tomadas en una segunda
lengua parecen ser más racionales y menos intuitivas.
La
situación puede parecer algo confusa, pues es difícil asimilar que se tomen
decisiones diferentes dependiendo de la lengua en la que se desarrolle nuestro
pensamiento al tomar las decisiones.
Un
dato que hay que tener en cuenta es que la asimilación, por no decir genéricamente
“aprendizaje”, de la lengua nativa y la extranjera son dos procesos cognitivos diferentes,
consecuencia del uso de estructuras cerebrales (racionales y emotivas) diferentes
(Rivera y Rivera, 2009).
La
inmadurez neurológica y psicológica marca la gran diferencia existente entre el
aprendizaje de la primera lengua en la infancia y después del periodo crítico.
En el primer caso, lo que se produce es una organización de las áreas de
asociación terciarias en función de los estímulos recibidos procedentes de
otras áreas corticales. Nada hay que se oponga a la producción de tal proceso
(emotividad negativa, recuerdos anteriores, problemas de atención, comprensión,
aprendizaje, etc.), basándose éste en las enormes capacidades receptivas,
procesadoras y estructurales del niño. Todo queda invertido en el caso del
adulto, pues en el aprendizaje se realiza dentro de procesos cognitivos donde
predominas los racionales sobre los emotivos. Además, existen diversos procesos de distinta
elaboración que interfieren y dificultan la enseñanza de un segundo lenguaje
(falta de motivación, multitud de tareas que dificultan la atención, poca
dedicación, otros desarrollos cognitivos y culturales que dificultan tal
aprendizaje, etc.). En el niño se produce una estructuración psicológica de
base lingüística (lenguaje interno), mientras que en el adulto es un
aprendizaje en el clásico sentido de la palabra, utilizando áreas cerebrales
diferentes de las requeridas para el lenguaje materno (Kim, et al. 1997).
La
inmadurez neurológica es fundamental para el aprendizaje lingüístico del niño
(Gomila 1995), pues alarga enormemente el periodo crítico y facilita la
asimilación lingüística del medio ambiente. En su adquisición queda
estrechamente relacionado con las estructuras cognitivas que han posibilitado el
proceso, estructuras que se utilizan al usarse continuamente. Paralelamente,
ocurre lo mismo en la adquisición de la segunda lengua, la cual estaría relacionada
con procesos cognitivos diferentes a los usados en el primer caso. Los resultados
quedan expuestos en el trabajo que estamos comentando: diferencias cognitivas en
la resolución de problemas, siendo más racionales y
menos intuitivas con la segunda lengua, y al revés con la lengua nativa.
El
lenguaje está íntimamente relacionado con el pensamiento y las acciones, si
cambia sus mecanismos de producción se alterarían en la misma medida el
pensamiento y la toma de decisiones (acción). Tal relación la podemos ver en el
siguiente cuadro:
* Costa, A.; Foucart, A.; Arnon, I.; Aparici, M. y Apesteguia,
J. (2014): “Piensa” twice: On the foreign language effet in decision making. Cognition. Vol. 130 (2): 236-254.
* Gomila, A. (1995), “Evolución y
lenguaje”, en Broncano, F. (ed.) La Mente.
Enciclopedia Iberoamericana de Filosofía. Madrid: Trotta, pp. 273-300.
* Kim,
K. H. S.; Relkin, N. R., Lee, K-M y Hirsch, J. (1997), “Distinct cortical areas
associated with native and second languages,” Nature 388: 171-174.
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