En el inicio de la Psicología, y ante la necesidad de analizar la mente humana por medio de sus acciones, a los primeros psicólogos les faltaba un método que aplicar en sus estudios. Desde entonces se han realizado una serie de conceptualizaciones (organización lógica y cognitiva basada en el conocimiento personal del problema a estudiar y, por tanto, subjetivo en algún grado) sobre las características cognitivas que observa en los seres humanos, a las que se denominan constructos. Los conceptos científicos usados en la psicología (inteligencia, frustración, inconsciente, emociones, actitudes, ego, fobias, ansiedad, motivación, aprendizaje, etc.) no tienen una existencia concreta similar a las entidades físicas que se prestan a la observación sensible. Son conceptos que sobrepasan la observación empírica y muchas veces expresan supuestos teóricos. A tales conceptos se les llama actualmente “constructos o conceptos no observacionales” para diferenciarlos de los observacionales (Bunge, 1973). Los constructos no tienen referentes empíricos inmediatos. Nadie ha visto ni ha tocado la inteligencia de alguien pero sí la puede inferir de la manera en que una persona es capaz de resolver ciertos problemas en relación con la manera en que otros los resuelven.
Sin embargo, su utilización, que ha resultado muy práctica en el desarrollo de la disciplina, y sin ellos posiblemente el desarrollo teórico y práctico de la Psicología sería muy limitado. No obstante, su utilización conlleva importantes problemas no resueltos:
- Primero, se tratan a estos conceptos mentales como unidades cognitivas con gran independencia teórica, cuando en realidad desconocemos la relación que pueden tener unos con otros.
- Segundo, se les aplica un origen evolutivo siempre ligado a la necesidad de ventaja selectiva, olvidando muchas veces a otros mecanismos evolutivos que pudieron producirlos (p. e. coevolución, exaptación y emergencia).
En este contexto, a la Neurología solo le queda estudiar a estos constructos como unidades independientes y tratar de exponer de forma empírica correlaciones de actividad neurológica con cada uno de ellos, lo que le daría la objetividad funcional que necesitan, pero tal logro aún dista mucho de haberse conseguido. La Neurología aún no puede ofrecer modelos ampliamente consensuados y delimitados que puedan explicar el soporte neurológico de los proceso cognitivos conocidos. En la actualidad, sólo podemos relacionar ciertas áreas corticales con diversas funciones cognitivas, pero de una forma poco exacta, pues se basan en experiencias observadas en lesiones neurológicas (traumatismos, cirugía, estimulación directa, etc.) y en las modernas pruebas funcionales de imagen neurológicas. En general se aprecia una funcionalidad global o multifocal que limitada a áreas concretas, aunque la impresión que nos ofrecen es que aún queda mucho que avanzar en este campo antes de poder relacionar procesos cognitivos funcionales con actividad neuronal precisa y concreta.
Análisis de los constructos (capacidades cognitivas)
Los constructos psicológicos son abstracciones de la realidad que se observa en la conducta de las personas, por lo que sólo pueden ser evaluadas indirectamente, teniendo algunos problemas específicos.
- No hay mediciones de cualquier constructo que sea universalmente aceptada. Al ser siempre medidas indirectas, basadas en conductas que se aprecian como relacionadas al constructo, existe la posibilidad de que veamos conductas diferentes para definir operacionalmente el mismo constructo.
- Las medidas psicológicas generalmente se basan en muestras limitadas de conducta y sujetas a posibles errores. Aparece el problema de decidir qué muestras serían adecuadas y cuáles insuficientes.
- Los constructos psicológicos no pueden ser solo la manifestación cognitiva en acciones concretas, pues siempre tienen relaciones con otros constructos o fenómenos observables. La interrelación de diversos constructos para realizar diversas conductas observables nos da pie a pensar en que existe una estructuración psicológica muy compleja y enormemente estructurada, en la que no deben existir elementos cognitivos (constructos) con funciones y acciones totalmente aisladas e individuales.
Pongamos un claro ejemplo: la inteligencia humana. Una de sus definiciones más aceptadas sería la capacidad de pensar, entender, razonar, asimilar, elaborar información y emplear el uso de la lógica. El Diccionario de la lengua española de la Real Academia Española la define como la capacidad para entender o comprender y como la capacidad para resolver problemas. Pero la inteligencia también está ligada a otras funciones cognitivas como la percepción o capacidad de recibir información, la memoria, o capacidad de almacenarla, o el lenguaje como la capacidad de organizar funcionalmente el pensamiento. Aunque existan problemas de definición, lo que si podemos afirmar es que la inteligencia es la manifestación conductual de la acción conjunta de múltiples constructos.
La mayoría de los estudios psicológicos se realizan en adultos, en los que se aprecian con claridad sus capacidades cognitivas, mientras que en los niños se intenta comprender más las pautas temporales en las que el desarrollo psiconeurológico va a ir desarrollando estas capacidades hasta su plena madurez. La ontogenia de las capacidades cognitivas o constructos no está muy desarrollada, pues en general se parte de un concepto evolutivo en el que la genética va a marcar tal proceso en un alto grado, con una simple modulación por parte de la influencia medioambiental.
La mayoría de los estudios psicológicos se realizan en adultos, en los que se aprecian con claridad sus capacidades cognitivas, mientras que en los niños se intenta comprender más las pautas temporales en las que el desarrollo psiconeurológico va a ir desarrollando estas capacidades hasta su plena madurez. La ontogenia de las capacidades cognitivas o constructos no está muy desarrollada, pues en general se parte de un concepto evolutivo en el que la genética va a marcar tal proceso en un alto grado, con una simple modulación por parte de la influencia medioambiental.
Si analizamos el concepto de evolución multifactorial (Evolución neurológica: un enfoqueinterdisciplinario), los procesos evolutivos se producen por la asunción de diversos factores que la hacen posible, la mayoría genéticos, pero no todos. En este contexto, el cerebro presenta al nacer ciertas capacidades cognitivas innatas, y otras como potencialidades, de forma, que sin una influencia ambiental adecuada no llegan a manifestarse (La herencia neurológica humana). Esta imprescindible relación entre medio ambiente y desarrollo cognitivo sería la consecuencia de lo mencionado como el nicho ecológico (Tomasello, 1999; Bickerton, 2009) o cognitivo-cultural (Rivera y Menéndez, 2011).
El mismo lenguaje parece ser un producto de coevolución de otros constructos más elementales (abstracción, simbolización, memoria), que, debido a su estructuración funcional realizada mediante las características medioambientales (aumento demográfico, relaciones sociales, diferenciación social, desarrollo de los conceptos de individualidad, del tiempo y del espacio, autobiografía, etc.), es capaz de producir otros constructos más complejos como la autoconciencia (capacidades cognitivas emergentes).
El dinamismo ontogénico que se produce en el desarrollo neurológico del niño hasta la madurez, sería una coevolución cognitiva dirigida por la constante interacción medioambiental que recibe el sistema nervioso inmaduro, el cual ha sido evolutivamente creado para estructurarse mediante las aferencias sensoriales que le llegan del entorno con el que interacciona.
La estructuración neuronal que se realiza con la información externa es variada, y puede especializarse en diversas zonas cerebrales de compleja interrelación. Podemos desconocer con exactitud las características de esta interrelación o del porqué se asientan en unas u otras áreas cerebrales, pero estamos seguros de que sin la influencia medioambiental (entrada de información o sensaciones) nada de esta regulación funcional se produce, o se realiza de forma anómala. Parece que la coevolución de todas estas áreas, en consonancia con la influencia medioambiental, es lo más común que podemos observar en el desarrollo cognitivo humano (filogenético y ontogénico). Naturalmente, estamos hablando de una coevolución cognitiva que se asienta en las características exaptativas de nuestra neuroevolución (Exaptación; coevolución morfológica y cognitiva; y emergencia).
Conclusiones
La necesidad de trabajar con constructos es obvia, sin su utilización la Psicología no hubiera podido desarrollarse tal y como la conocemos hoy. Sin embargo, hay que tener siempre presente sus limitaciones y su precario significado, así como su posible evolución coordinada de unos con otros (coevolución cognitiva). Los conceptos de capacidades cognitivas como entidades aisladas de carácter evolutivo independiente y de desarrollo ontogénico autónomo, creo que no puede sostenerse. Las capacidades cognitivas (constructos) serían la suma funcional de otros constructos, que en su unión funcional (coevolución cognitiva) van a producir las emergencias cognitivas tan características de nuestra cognición.
- BICKERTON, D. (2009): Adam´s Tongue: How Humans Made Language, How Language Made Humans. New York. Hill and Wang.
- BUNGE, M. (1973): La Ciencia, su Método y Filosofía. Edición Siglo XX, Buenos Aires.
- RIVERA, A. y MENÉNDEZ, M. (2011): “Las conductas simbólicas en el Paleolítico. Un intento de comprensión y análisis desde el estructuralismo funcional”. Espacio, Tiempo y Forma, Nueva temporada, 4.
- TOMASELLO, M. (1999): The Cultural Origins of Human Cognition. Harvard University Press.
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