A lo largo de la evolución del género Homo se ha podido comprobar un paulatino
aumento del volumen cerebral, pero ni este aumento ni las manifestaciones
conductuales que se suponen derivadas de él tienen un aspecto constante y
lineal. En su evolución se pueden advertir dos formas de
producción, una continua y más o menos gradual a lo largo evolutivo de nuestro
linaje, y otra con un aparente aumento más marcado por su cuantía y su relativa
rapidez de producción. Me refiero al inicio del Homo erectus y el más reciente del Homo sapiens. El cálculo de estos volúmenes, quehacer tradicional
de los paleontólogos, siempre ha presentado diversos problemas, como son la
dificultad de cómo medir el neurocráneo, la variedad que presentan las
muestras, y la escasez y mal estado de las mismas. Desde hace muchos años se
han aceptado unos volúmenes estándar para cada especie, confeccionados por las
medias aritméticas de las diversas medidas. No son datos a tomar en su
exactitud, sino que simplemente nos muestran el importante incremente que se
produce entre el Homo habilis y el erectus, y entre este último (a pesar de
que a lo largo de su desarrollo evolutivo aumentó hasta unos 1043) y los HN y
HAM (Tobias, 1983):
Homo
habilis
646 cc.
Homo
erectus 883
cc.
Humanos
neandertales (HN) 1470 cc.
Humanos anatómicamente modernos (HAM) 1345
cc.
La
mayoría de este aumento de volumen corresponde al incremento del córtex
cerebral. Sin embargo, arqueológicamente se ha podido comprobar que estos
aumentos no se corresponden directamente con un aumento de la complejidad
conductual, pues los cambios de adaptación, simbolismo, tecnología y aspectos
socioculturales se producen con posterioridad al aumento neurológico.Un claro ejemplo es la sapient paradox expuesta por
Renfrew (2008), donde expone que la evolución biológica del Homo sapiens fue muy anterior a las
primeras manifestaciones de una conducta simbólica con pautas de modernidad. La
conclusión que se saca es que la evolución ofrece posibilidades cognitivas a
desarrollar en función de las características medioambientales.
Pero dentro de este aumento de la corteza cerebral nos podemos
preguntar: ¿Qué partes son las más significativas para la creación de la
conducta considerada como moderna? La respuesta no puede ser otra: Todas. La causa de esta generalidad es que el cerebro funciona en base a
una integración
neuronal muy importante, es decir, no existen áreas concretas para
funciones conductuales determinadas. Cuando observamos la actividad cerebral en
determinadas conductas, vemos que siempre son diversas las áreas (corticales o
no) que se activan a la vez o en secuencias rápidas. En este blog ya se ha hablado del Lóbulo prefrontal y de
las funcionesejecutivas que se asientan en él. Ahora, quiero analizar ciertas partes
de la corteza del Lóbulo parietal en su relación con la creación de la conducta
humana.
Lóbulo parietal
Imágenes del lóbulo parietal. CNIEH |
El lóbulo parietal ocupa la zona que recae bajo el hueso parietal, es decir, en las partes medias y laterales de la cabeza. Se trata de la zona cerebral que está encargada especialmente de recibir las sensaciones de tacto, calor, frío, presión, dolor, y coordinar el equilibrio.
Precúneo (rojo) en la linea media interna del cerebro |
Existe
una pequeña parte de él que presenta una importante relación con la conducta
humana, me refiero a la zona denominada como precuña o precúneo (área 7 de Brodmann). Corresponde a una
parte del lóbulo parietal superior que está oculta en la fisura longitudinal
medial entre los dos hemisferios cerebrales, lo que dificulta su estudio. Tiene la más compleja organización cortical columnar
y es una de las últimas regiones de mielinizar. Su morfología muestra una marcada
variación individual, tanto en términos de forma como en tamaño longitudinal.
A.- Conexiones.
Investigaciones realizadas por medio de imágenes de la resonancia magnética funcional (fMRI: functional magnetic resonance imaging) han demostrado que el precúneo tiene numerosas conexiones neuronales.
I.-
Conexiones corticales.
- Región
anterior o sensoriomotora. Conectada con las áreas sensoriomotoras de la
corteza cerebral, como el lóbulo paracentral, el área motora suplementaria,
corteza premotora, área somatosensorial, opérculo parietal y la ínsula.
- Región
central o cognitivo/asociativa. Está conectado con el lóbulo parietal inferior,
en particular el giro angular y áreas prefrontales 10, 46 y 8. Las áreas con
las que se vincula están involucradas en las funciones ejecutivas, la memoria
y la planificación motora de trabajo.
- Región Posterior
o visual. Se conecta con la corteza visual primaria.
II.- Conexiones subcorticales
Se conecta
con importantes núcleos subcorticales: tálamo y con las áreas del tronco
cerebral.
B.- Evolución.
El precúneo
parece ser una parte recientemente evolucionada del cerebro, estando más
desarrollado en los seres humanos que en los primates no humanos u otros
animales. Se produce un aumento alométrico de
la forma y superficie de los lóbulos parietales y posiblemente frontales de
nuestra corteza cerebral (Bruner, Manzi y Arsuaga, 2003). Esta área ha
resultado ser la principal fuente de variación anatómica en la organización
espacial del cerebro, influyendo sensiblemente con su forma y proporciones en
la organización espacial de los hemisferios cerebrales. Como explica Emiliano
Bruner (2014), la ampliación parietal ha caracterizado la evolución del cerebro
en nuestra especie, y es un componente importante de la variabilidad evolutiva
moderna.
C.- Funciones.
Análisis
recientes indican que el precúneo es uno de los principales centros de
integración en términos de procesos funcionales y estructurales en el cerebro
humano. Presenta muchas
conexiones con las áreas frontales (lóbulo prefrontal: funciones ejecutivas),
nudo fundamental de muchos procesos asociados a programación y decisión.
Está
formado por diferentes subregiones, que participan en:
- Memoria episódica (relacionada con sucesos autobiográficos (momentos, lugares, emociones asociadas y demás conocimientos contextuales que pueden evocarse de forma explícita). Está involucrado en la corteza prefrontal izquierda en el recuerdo de los recuerdos episódicos incluyendo episodios pasados relacionados con el mismo. De esta manera se involucra en diversos procesos tales como la atención, recuperación de la memoria episódica, la memoria de trabajo y la percepción consciente. En esta misma área se localizan también los primeros síntomas de la enfermedad de Alzheimer, lo cual hizo proponer diversos autores (Emiliano Bruner y la neuropsicóloga Heidi Jacobs) en un trabajo publicado en 2013, una hipótesis para interpretar la neurodegeneración asociada a esta patología en clave evolutiva.
-
Procesamiento visuoespacial.
Se ha
sugerido que participa en la dirección de la atención en el espacio, tanto
cuando una persona hace movimientos como cuando se generan imágenes. Está
implicado en la coordinación motora que requiere cambiar la
atención a diferentes localizaciones espaciales (p. e. operaciones manuales).
También, junto con la corteza premotora dorsal estaría involucrado en las
operaciones mentales visuoespaciales.
- Reflexiones sobre uno mismo. Imágenes funcionales lo han vinculado con procesos involucrados con la autoconciencia. Así, analiza la interpretación de la intención de los demás respecto a nosotros mismos. Es decir, analiza las opiniones de otras personas o hacen juicios que requiere comprensión para actuar con empatía y perdón.
- Aspectos de la conciencia. Se ha sugerido que, junto con la corteza cingulada posterior, es fundamental para el procesamiento de información consciente. La evidencia de este enlace con la conciencia proviene de los efectos de su interrupción en la epilepsia, lesiones cerebrales y estado vegetativo. También el metabolismo de la glucosa cerebral tiene sus niveles más altos en estas dos áreas en la vigilia, pero es más reducida durante la anestesia. Además, es una de las áreas del cerebro más desactivado durante el sueño de ondas lentas y el sueño REM. Las funciones cognitivas asociadas al precúneo contribuyen a integrar las informaciones cerebrales (internas) con las informaciones ambientales (externas), y representa por tanto un nudo importante para los procesos que generan autoconciencia y mente.
- Su papel
como núcleo central. Los autores Olaf
Sporns y Ed Bullmore han señalado su posible papel como un centro de la red neuronal
del cerebro, por su alta centralidad en la red cortical, destacando sus buenas
conexiones con regiones prefrontales. Estas conexiones han proporcionando una
posible explicación para su activación bien documentada en muchas funciones
cognitivas.
En resumen,
el precúneo
está involucrado en el procesamiento de auto-referencial, las imágenes y la
memoria, y su desactivación se asocia con la pérdida inducida por el anestésico
de la conciencia.
Conclusiones
Las acciones
del precúneo y su relación con el resto del sistema nervioso central nos dan
una idea de la compleja funcionalidad cerebral. Aunque existen centros o áreas
cerebrales que parecen que contienen en exclusiva la funcionalidad que se ha
podido ubicar en ellos, la verdad es que solo podemos comprobar la existencia
de constructos
(ver funciones ejecutivas) asentados en esas áreas, pues su lesión altera
sustancialmente tales funciones, pero que su correcto funcionamiento depende de
su interconexión con otras áreas o centros repartidos por el encéfalo. Por
tanto, cuando hablamos de tal función, estamos hablando de una integración
funcional de diversas partes cuidadosamente interconectadas, aunque
aparentemente la función principal parece residir es las áreas o núcleos
comentados. Un importante ejemplo lo tenemos en las áreas prefrontales
(funciones ejecutivas) y su conexión con las zonas corticales del precúneo.
Aunque desconozcamos muchas de sus características funcionales, no cabe la
menor duda de que sin uno no puede funcionar correctamente el otro, y que las
lesiones graves (tanto como para que la plasticidad neuronal pueda subsanarlo) en
cualquiera de ellos acarea una alteración de la conducta muy importante. Sin
duda, mucho nos queda por conocer.
Por otro lado, el precúneo con su alta centralidad en la compleja
red neuronal y sus grandes conexiones a múltiples zonas neuronales (destaca al
lóbulo prefrontal) contribuye a
integrar las informaciones cerebrales (internas) con las informaciones
ambientales (externas), y representa por tanto un nudo importante para los
procesos que generan autoconciencia y mente.
Pero si todo
lo anterior es conocido por la mayoría de los que se dedican al estudio de la
conducta humana, la formación de tales circuitos y estructuras cerebrales desde
que nacemos presenta importantes dudas que dividen a los autores. Podemos
pensar que nuestra genética nos marca inexorablemente el camino a seguir en la
formación de tales estructuras neurológicas funcionales, o que los genes solo
nos ofrecen la necesidad de realizar una estructuración funcional, pero que ésta
se realiza en función de los estímulos que constantemente se reciben del
exterior y del interior de nuestro cuerpo. Ya he hablado en otras entradas
sobre estos problemas (influencia del medio ambiente en el pensamiento yconducta; la herencia neurológica humana; evolución del cerebro).
En este
contexto el precúneo presenta las mismas tendencias estructurales que el resto
del cerebro, es decir, es dependiente de la influencia externa para su
definitiva estructuración. Ésta se produce tardíamente como se refleja de su compleja
organización cortical columnar y de que es una de las últimas regiones
de mielinizar.
La definitiva mielinización viene casi a ser sinónimo de estructuración
definitiva y que en otras capacidades cognitivas (p. e. el lenguaje) se ha
visto con mayor seguridad. Todas las áreas relacionas con la autoconciencia
reflejan las mismas características.
Cuando hablo de influencia externa hay que matizar
mucho tal expresión. Toda influencia es importante, pero la forma en que se
adquiere lo es más aún. Me refiero a que la influencia externa que más
importancia tiene en la definitiva estructuración de nuestro pensamiento es el lenguaje
(ver lenguaje humano; pensamiento, lenguaje y conducta; la autoconciencia comocapacidad cognitiva emergente), pues con su adquisición lo que hacemos es
estructurar el cerebro para que funcione con las características que forman su
estructura. Pensamos como si nos habláramos a nosotros mismos (lenguaje
interno); almacenamos los conceptos que aprendemos por el lenguaje de forma que
puedan ser mucho más fácilmente recordados por los mecanismos lingüísticos del
lenguaje (el lenguaje une gramaticalmente todos las posibles combinaciones que
conozcamos); componen los elementos de nuestra conciencia autobiográfica
(creada desde que nacemos y permanentemente presente en nuestro pensamiento).
Aunque desconozcamos aún mucho del funcionamiento neurológico humano, creo que
no es descabellado pensar que la hipótesis que estoy planteando tiene
unas bases que se acoplan mucho mejor a la realidad de nuestro cerebro, que el
pensar que la genética es el principal, y casi único, valedor de toda nuestra
conducta.
* Bruner, E.; Manzi, G. y Arsuaga, J. L.
(2003): Encephalization and allometric trajectories in the genus Homo:
Evidence from the Neandertal and modern lineages. PNAS, 100 (26):
15335-15340.
* Bruner, E.; de Lázaro, G. R.; de la Cuétara, J. M.; Martín-Loeches, M.; Colom, R. y Jacobs, H. I. L. (2014): "Midsagittal brain variation and MRI shape analysis of the precuneus in adult individuals". Journal of Anatomy. DOI: 10.1111/joa.12155.
* Tobias, P. V. (1983): “Recent
advances in the evolution of the hominids with especial reference to brain and
speech”. Pontifical Academy of Sciences, Scripta
Varia 50:85-140.
* Renfrew, C. (2008): “Neuroscience, evolution and the
sapient paradox: the factuality of value and of the sacred”. Phil. Trans. R. Soc. B 363,
pp. 2041-2047.
Superinteresante y bien documentado, como es costumbre. Según leo me reafirmo en la finura de nuestra compleja organización especie/sociedad/individuo.
ResponderEliminarSaludos y a seguir