Una de las claves del desarrollo cognitivo humano es
la existencia de un periodo
crítico o límite
de tiempo para el desarrollo de las funciones cognitivas en el niño. Pasado el
mismo, es mucho más difícil o casi imposible realizarse y nunca con las mismas
condiciones que dentro del mismo. Este concepto puede aplicarse al
lenguaje, existiendo una fase crítica para su adquisición por medio de un
desarrollo explosivo de las capacidades lingüísticas. Ocurre durante el periodo
preoperatorio de Piaget (desde los 12-18 meses hasta la edad escolar), pues los
aspectos fundamentales del lenguaje se adquieren en un breve lapso de 3-4 años
(Belinchón et al. 1992: 189). Durante este periodo las
lesiones neurales locales son fácilmente reemplazadas por otras áreas, logrando
mejores resultados cuanto más temprana sea la lesión neuronal. Su duración
actualmente se calcula dependiendo del diferente criterio de los autores, hasta
los 12 años en general, aunque para el lenguaje parece ser menor
(Cavalli-Sforza, 1993; Changeux, 1985; Delgado, 1994; Lenneberg, 1967; Miller,
1981; Pinillos, 1991; Puelles, 1996; Yuste, 1994).
El lenguaje tiene un periodo crítico para su desarrollo |
El concepto se amplía a otros sistemas
simbólicos que el niño desarrolla en esta fase crítica, lo que permite hablar
de un periodo crítico de la formación simbólica en general. El
lenguaje se inserta en el marco más global de la función simbólica (que usa con
representantes simbólicos en acciones, imitación, dibujos, juegos, etc.). Este
periodo se caracteriza por una necesidad del niño de situarse en el modo
simulado. Así, los trastornos globales de la función simbólica se
acompañan de alteraciones y deficiencias específicas del lenguaje. El lenguaje
se desarrolla dentro de los mecanismos del simbolismo (Belinchón et al. 1992).
Igualmente, en este tiempo tiene lugar
la lateralización
funcional del cerebro. Es una asimetría
funcional, que corresponde con el proceso de especificación de funciones
cognitivas en un hemisferio cerebral determinado. También se especifica como el
predominio del control funcional de un hemisferio sobre un lado del cuerpo o
parte del mismo (mano, pie ojo, oído, etc.). Se sabe que cada hemisferio tiene
localizadas funciones específicas o partes de las mismas (lenguaje, escritura,
valoraciones espaciales, etc.), que se localizan en áreas más o menos concretas
durante el desarrollo. Pero hay que tener en cuenta que no existe dominancia
absoluta para ninguna función, ya que siempre están implicados los dos
hemisferios cerebrales en la materialización de cualquier proceso mental. El
proceso de lateralización no está claro si en el nacimiento existe alguna
preferencia, aunque en este momento podemos apreciar en la mayoría de los
recién nacidos una disposición más marcada en el uso de la mano derecha, que se
confirma a los trece meses en las actividades en las que pueden utilizarse
ambas (Bradshaw, 1989). Un importante problema consiste en saber si esta
localización de propiedades cognitivas es equipotencial al nacer, o si en el
nacimiento tenemos ya diferencias neurológicas que faciliten su ubicación
topográfica, desarrollándose en función de los estímulos a lo que esté
sometido. De todas maneras, parece que debe existir cierto gradiente innato
definido como la existencia de un proceso de maduración diferenciado en
ambos hemisferios que actúe a favor de uno u otro, en función de la
naturaleza de los procesos cognitivos que se vean implicados (Bub y Whitaker,
1980; Geschwind y Galaburda, 1984; Kandel et al. 1997). Sabemos que algunas
áreas del cerebro adquieren una función determinada gracias a la convergencia
sobre la misma de dos o más proyecciones de modalidades sensoriales diferentes (Geschwind,
1996), y que tal fenómeno se produce siempre en función de la cualidad de los
estímulos que recibe dicha área cortical (Gazzaniga, 1998). La consecuencia
funcional de estas asimetrías anatómicas se corresponde con la lateralización.
Inmadurez
y maduración neurológica del neonato
El periodo
crítico temporal estaría muy relacionado con la inmadurez del neonato al nacer.
El inicio del parto se debe a la unión de diversos
factores que obligan a su producción, entre los cuales no se encuentra la
madurez neurológica que permita al recién nacido poder valerse por sí
mismo en un corto período de tiempo. Esta inmadurez se aprecia en el limitado
crecimiento de la cabeza del neonato, lo que debido a la propia estrechez del
canal del parto, consecuencia de la locomoción bípeda, adquiere una gran
importancia. En la actualidad, entre las causas que se consideran como
desencadenantes del parto, se encuentran cierta incompatibilidad entre la
nutrición entre el feto y el útero que le cobija y alimenta, así como del
inicio de un complejo proceso neuro-hormonal en la madre (Usandizaga y de la
Fuente Pérez, 1997). La inmadurez neurológica en el momento del nacimiento es
tan acusada, que diversos autores consideran que los seres humanos tienen un periodo
de desarrollo fetal extrauterino de doce meses, con lo que el ritmo de
desarrollo fetal abarca un total de veintiún meses (Changeux, 1985). La causa de
la prolongación del tiempo necesario para el desarrollo embrionario cerebral se
debe al aumento cuantitativo del córtex durante la evolución, necesitando más
tiempo para desarrollarse y madurar.
Por tanto,
si hay algo evidente en todo recién nacido es su gran inmadurez
neurológica, lo que le impide valerse por sí mismo durante años, pero
que constituye una de las posibles claves de la socialización humana, como
solución a los riesgos de supervivencia que supusieron los cambios evolutivos
del género Homo. Una vez nacido el
neonato entra en relación directa con las características
ambientales del medio en el que le ha tocado vivir, lo que influiría en su
maduración durante el periodo crítico. La maduración corresponde a la capacidad de
adaptación al medio ambiente que tenga en individuo después de nacer. En su
valoración global, hay que tener en cuenta los factores ambientales y
ecológicos del medio, así como el nivel de socialización
y cultural del grupo humano en el que se nace y se va a vivir. El
aumento continuado del volumen cerebral, posible dentro del proceso
embrionario, solo puede mantenerse en la fase postnatal si el medio humano
presenta unos recursos culturales y sociales que permiten el mantenimiento cada
vez más prolongado de la madurez de los niños. Es curioso como la selección
natural postnatal se altera por medio de un proceso evolutivo de tipo lamarckiano,
en oposición a la transmisión darwiniana que presentan las
capacidades biológicas humanas.
Recubrimiento por la célula de Schwann del axón de la neurona |
La maduración fisiológica cerebral puede
seguirse, aparte del propio desarrollo cognitivo, con el fenómeno de mielinización
de los circuitos neuronales. Consiste en el recubrimiento de una sustancia
grasosa inerte llamada mielina, producto de las células de Schwann,
con lo que se consigue una mejor transmisión de los impulsos nerviosos y, en
definitiva, una mejor actuación de las redes neuronales cerebrales. El proceso
se inicia al final de la gestación, continuando su producción hasta el final de
la infancia. Es muy pobre en el recién nacido, produciéndose una activación muy
rápida hasta los 2-3 años (Lenneberg, 1976), luego el proceso es más lento, con
poca uniformidad y clara relación con la madurez conductual. Este proceso tiene
una secuencia temporal ordenada en las distintas áreas cerebrales, siendo las
sensoriales de proyección primaria las primeras en mielinizarse, mientras que
las últimas serían las de asociación, sobre todo las terciarias (Eccles, 1992).
División de opiniones en su enfoque
Loa
procesos de periodo crítico y maduración neurológica han sido interpretados de
diferente manera. Algunos autores opinan que el niño al nacer tiene unas
instrucciones básicas de carácter innato que van a facilitar tal
desarrollo cognitivo. Tal precocidad y facilidad de adquisición del lenguaje de
debe a la existencia de un órgano mental o funcional cuyo desarrollo implica la
maduración de facultades específicas, nuevas y previstas, en alto grado, en la
dotación genética del Homo sapiens (Psicología
evolucionista). Otros, opinan que es
el medio ambiente el que influye decididamente en la definitiva maduración y
estructuración del cerebro (Psicología cognitiva: Procesamiento de la información), aunque siempre hay elementos funcionales del
cerebro que se heredan. Dada la importante controversia que las dos corrientes
psicológicas tienen en la actualidad las veremos con mayor detalle.
A.- La Psicología
evolucionista.
La
Psicología evolucionista (Evolutionary Psicology) aboga por que el aprendizaje
de las actividades humanas (succionar la leche materna, hablar y entender un
idioma, la caza, la recolección de vegetales, situaciones sociales, etc.) no
pueda realizarse por la simple experiencia, siendo necesaria la existencia de contenidos innatos
preexistentes para que tal proceso de aprendizaje pueda
tener lugar.Se basa
en procesos evolutivos que siguen a las formas más tradicionales del
darwinismo, es decir, cualquier mutación que produzca un cambio anatómico debe
de ser promovido o conservado por la selección natural, al tener una mejora
conductual o, por lo menos, ser en principio neutro. Así, en cada cambio
anatómico o conductual siempre se buscan las ventajas que pudieron favorecer su
perduración. Puede que uno de sus principales inconvenientes de esta forma de
ver a la evolución es el carácter independiente de cada uno de estos cambios
genéticos, ofreciendo un panorama teórico de múltiples mutaciones que no se
corresponde con los datos actuales de la genética humana evolutiva.
Noam Chomsky indica la existencia de universales lingüísticos de carácter innato |
Plantea
un modelo en el que la mente está formada por módulos que resuelven problemas particulares y
que han sido conformados por la evolución, de la misma manera que los órganos y
funciones fisiológicas son producto de la evolución por selección natural de
los caracteres físicos hereditarios. La cognición en los animales está formada
por módulos funcionales relacionados entre sí, cada uno de los cuales trata un
problema de conducta determinado (inteligencia técnica, lingüística, social y
de la historia natural), es decir, cada función cerebral desarrolla un
instinto. El ser humano no es distinto de los demás animales y, por tanto,
comparte este esquema. La naturaleza humana se ha formado por la evolución de
los instintos de nuestros antepasados primates y la aparición de otros nuevos
bajo la presión adaptativa del nuevo entorno en el que vivieron los seres
humanos durante la mayor parte de su historia. En definitiva, desarrollan un
nuevo constructo (concepto modular) como forma de explicar la
evolución de la conducta.
La evolución del cerebro fragmentado Robert Kurzban |
Este
concepto modular de la mente humana ha dado lugar a mucho debate, siendo la
base diferencial con otras teorías psicológicas. El autor de este concepto fue
el filósofo Jerry Fodor (1986). Uno de los autores que más defiende la visión
de una mente modular es Robert Kurzban (2010). Tras la dificultad teórica de
mantener un concepto de módulo cerebral en su concepto más elemental (áreas
aisladas del cerebro con funciones determinadas), pues el desarrollo de la
Neurología no favorecía tal idea, Kurzban y otros autores han redefinido el
concepto neurológico y funcional del módulo. Así, un módulo funcional no
sería una zona aislada del cerebro, sino un mecanismo neurológico de
procesamiento de información que
nos permite resolver un problema concreto. Se habla más de función
que de estructura neurológica. Hay que evitar pensar en el módulo como algo
localizado en un lugar del cerebro, es decir, un nódulo de células en una
región del cerebro. Un módulo puede ser algo muy extendido por el cerebro, un
circuito extenso que realice una función. El cerebro albergará mecanismos
especializados en escoger pareja, en vincular mutuamente el niño a la madre (el
apego) en entender las intenciones y deseos de los demás (Teoría de la mente),
condenar moralmente a los otros, etc. La relación entre estos módulos es muy
variable, pues hay módulos diseñados para compartir información, otros más
encapsulados que no están diseñados para compartir la información; hay módulos
con acceso a la conciencia y módulos sin acceso a ella, etc.
El origen
de todos estos módulos es evolutivo, aprovechando mutaciones que favorecían
respuestas adaptativas a los problemas del medio ambiente. Se fueron formando
contenidos neurológicos innatos preexistentes, que se trasmitieron a los
descendientes y fueron configurando nuestra conducta, la cual, a pesar de tener
un importante componente innato, siempre precisa de una experiencia que
procesar. La acción de estos módulos puede considerar como de instintos. Estos
se manifiestan en la forma de impulsos, deseos y sentimientos. El hombre tiene
una capacidad (un
instinto) muy desarrollada para considerar, consciente e
inconscientemente, una gran variedad de impulsos y deseos y cotejarlos contra
una base de experiencias anteriores para adivinar cuál de sus deseos es más
factible en cada momento en función de las expectativas y cual tiene que
mantener en cola de espera o bien reprimir.
En
sentido coloquial se entiende como instintos una serie de "bajos"
impulsos que están determinados al 100% de forma innata (el deseo de
alimentarse, tener sexo etc.). Bajo la Psicología evolucionista un instinto es el resultado de la
actividad de un módulo funcional del cerebro que trata un determinado problema,
y no hay problema que no esté tratado por uno o varios de
esos módulos. Un
módulo o instinto genera conductas que no son innatas en general sino que
dependen del ambiente para su realización. Por tanto,
instinto es lo que subyace debajo de cualquier conducta, se considere básica
o elevada.
B.-
Psicología cognitiva: Procesamiento de la información.
En un
sentido teóricamente opuesto a la Psicología evolucionista tenemos aquellas
psicologías que apoyan más a la experiencia, y poco o nada a los instintos,
como principal motor de la conducta humana. Aunque todas son evolutivas,
cognitivas y necesitan de un adecuado procesamiento de la información, sus
formas difieren sustancialmente al explicar nuestra conducta. En un extremo se
sitúa un tipo de determinismo cultural, claramente expuesto por el concepto de
tabula rasa. En filosofía, tabula
rasa o tabla rasa hace referencia a la tesis epistemológica
de que cada individuo nace con la mente "vacía", es decir, sin
cualidades innatas, de modo que todos los conocimientos y habilidades de cada
ser humano son exclusivamente fruto del aprendizaje a través de sus
experiencias y sus percepciones sensoriales. La Psicología cognitiva trata de explicar
la conducta humana a través del mejor conocimiento de las entidades mentales o
cognoscitivas, pues son ellas las que realizan las acciones que nos
caracterizan, sobre la base de la información que reciben por medio de los
receptores sensoriales. Esta nueva dirección metodológica parece que presenta
actualmente una importante aceptación conceptual en la explicación de los
procesos conductuales (Belinchón et al. 1992).
Uno de
los enfoques más aceptados de la Psicología cognitiva corresponde al denominado
Procesamiento de la
información, que se asocia a la concepción del ser humano
como un sistema neurológico capaz de recibir, procesar, almacenar y recuperar
la información que le llega a través de sus sentidos (González Labra, 1998).
Conceptualmente se basa en que todo proceso mental o cognoscitivo tiene como
origen la información que previamente el cerebro ha tenido que recibir y
procesar (Leahey, 1980). Sin embargo, esta capacidad de procesamiento de la
información no es totalmente libre e independiente, pues estaría limitada por
las características psicobiológicas de cada persona. Éstas, en función de su propia
herencia genética, no son iguales y juegan un papel importante en el desarrollo
de la conducta. La famosa “tabula rasa”
en la práctica no existe pues es inviable su realización. Desde el mismo
momento del nacimiento se va a producir una organización psicológica, que depende
de varios factores fundamentales en la futura conducta del neonato. Entre los
más importantes se sitúan las propias características y funciones (innatas o
no) del cerebro. Del cerebro hay que tener siempre presente lo siguiente:
- Realiza
control de la homeostasis con un carácter innato y de
funcionamiento inconsciente.
- El temperamento
o la manera particular y natural con que un ser humano interactúa con
el entorno. Es hereditario, aunque influenciable hasta cierto grado por los
factores. Es la naturaleza general de la personalidad de un individuo, basada
las características del tipo de sistema nervioso. Está relacionado con la
influencia endocrina (que se debe a los genes, y que se manifiesta en
determinados rasgos físicos y psicológicos).
-
Capacidades cognitivas racionales o de control de la información que se recibe.
Serían las capacidades
cognitivas primarias (memoria, funciones ejecutivas,
motivación, ciertos niveles de abstracción y simbolización, etc.) que la
evolución haya otorgado, por medio de la herencia genética de sus padres, a ese
nuevo ser.
- Con la
influencia de los estímulos externos. Es la experiencia necesaria
para el desarrollo cognitivo humano.
- Las emociones de un claro
componente innato, pero que su desarrollo estaría muy relacionado con la
evolución de las capacidades cognitivas primarias y secundarias, entre la que
destaca la autoconciencia (emociones autoconscientes).
De la
unión de estos procesos en el recién nacido, y dentro de una ambiente social,
se irían formando una seria de capacidades cognitivas secundarias o
emergentes (lenguaje, simbolismo, autoconciencia, etc.) y un determinado
desarrollo de las primarias a niveles más altos. Así, después del parto se
inicia un proceso de organización psicobiológica, basado en la interacción de
las características psicobiológicas heredadas con el medio ambiente con el que
se está inmerso continuamente. La consecuencia sería la conducta humana con las
características actuales.
Conclusiones
básicas
La
aceptación de uno u otro modelo explicativo es importante en la explicación del
origen y desarrollo de la conducta humana, pues originan formas de desarrollo
cultural diferentes. Mientras que la Psicología evolutiva se adapta mejor a la
existencia de instintos mediante la tradicional forma gradualista del
darvinismo, los psicólogos sociales apoyan más la idea del carácter emergente y cultural de
muchas de las cualidades cognitivas del ser humano (Ardilla y Ostrosky-Solís,
2008; Belinchón et al. 1992).
No
obstante, la definición de instinto por la Psicología evolutiva no deja de
semejarse a las capacidades cognitivas básicas (posibilidad de generar una
determinada conducta en un medio adecuado) que exponen la psicología cognitiva
social, y que tienen un carácter innato. Los dos modelos tienen una base
genética que los posibilitan, y ambos necesitan de un medio ambiente que los
desarrolle. La diferencia puede ser simplemente de grado o de concepto, pero
prácticamente imposible de especificar. La propia funcionalidad cerebral en
un medio concreto podría interpretarse como contenidos innatos preexistentes adquiridos por la evolución. Aunque
el posterior desarrollo de carácter emergente es muy difícil asimilarlo a las
teorías de la Psicología evolutiva.
Lo que sí
debe de quedar claro es que la inmadurez neurológica, la gran
plasticidad del sistema nervioso y la existencia de un tardío
periodo crítico, son las características psicobiológicas que van a conferir
al neonato un largo período de aprendizaje, imprescindible para
la adquisición de la conducta que nos caracteriza, entre la que destaca la adquisición de un lenguaje, que tanta trascendencia presenta en el desarrollo de nuestras capacidades cognitivas.
* Ardila,
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