Todos
conocemos la importancia que las emociones tienen en la conducta humana, pero
muchas veces desconocemos los mecanismos que utilizan para realizar la conducta
que nos caracteriza como seres humanos. Las emociones facilitaron, con su básica
producción innata y su posterior desarrollo cognitivo-conductual, la evolución
del comportamiento social dentro de las poblaciones humanas (Turner, 2000). Cuando
hablamos del cerebro casi toda nuestra atención se dirige a los elementos
constituyentes de nuestra racionalidad, que muchas veces resumimos como
inteligencia en un sentido muy general. Al hablar de las emociones, salvo los
estudios dedicados especialmente a ellas, se mencionan como un importante
componente cognitivo, pero un tanto vago e impreciso en su articulación con los
procesos racionales que van a organizar la conducta. La racionalidad y la
emotividad siempre actúan juntas, pues cualquier acción (sobre todo si se relaciona con
otros componentes de la sociedad) siempre lleva adosada un componente emocional
(positivo, negativo o dentro de un amplio margen de una supuesta neutralidad
emocional), o lo que es más importante pueden ser la causa de la utilización
racional para una acción determinada.
Su base neurológica es amplia y compleja, estando
formada por el sistema límbico (parte del tálamo, hipotálamo, hipocampo, amígdala cerebral, cuerpo calloso, septo y mesencéfalo.) y algunas áreas corticales (área ventromedial del
lóbulo prefrontal y la
circunvolución del cíngulo). Su manifestación conductual estaría
mediatizada por las neuronas espejo (empatía, motivación); áreas prefrontales
dorsolaterales (control de las emociones); córtex asociativo en general
(emociones autoconscientes), y el Sistema
Nervioso Autónomo (respuestas automáticas).
Esta amplia base neurológica nos confirma que nuestro sistema nervioso siempre actúa de forma
integrada con otras áreas cerebrales, pues su acción conjunta es
necesaria para cualquier forma de acción. En este contexto, la importancia del LóbuloPrefrontal (LPF) es primordial, pues su funcionalidad puede resumirse en dos
grandes apartados (Ardilla y Ostrosky-Solis, 2008):
* Metacognitivos
(área dorsolateral de la corteza prefrontal), para procesar
la información, asimilarla y utilizarla para mejorar su conducta, mediante el
mayor desarrollo de sus funcionesejecutivas, imprescindibles para la organización de todo
tipo de conducta y lenguaje, y al aumento de las capacidades de abstracción y simbolismo.
* Emocionales
(área ventromedial de la corteza prefrontal), que coordina
la cognición y la emoción. En ese sentido, la función principal del
lóbulo prefrontal es encontrar justificaciones aparentemente aceptables para
los impulsos límbicos (los cuales constituyen las “funciones ejecutivas
emocionales”).
¿Qué son las emociones?
Las emociones
se podrían definir como las reacciones o respuestas psicobiológicas
(cognitivas, fisiológicas y motoras) a ciertos estímulos producidos por un
objeto, persona, lugar, suceso o recuerdo, con el resultado de establecer o
potenciar una conducta apropiada (supervivencia y relaciones sociales), a los
desafíos del medio ambiente de los que somos conscientes por medio de
sensaciones objetivas. Se pueden
distinguir varias fases o componentes en su producción (Damasio, 2010):
- Recepción
del estímulo que desencadena el proceso (objeto, persona, lugar, suceso o recuerdo).
- Reacción
psicobiológica o expresión del sentimiento. Se producen tres tipos de
reacciones:
*
Sobre la cognición. Las
emociones alteran la atención, hacen subir de rango ciertas conductas y
respuestas del individuo, y activan redes asociativas relevantes en la memoria.
*
Sobre la fisiología.
Las emociones organizan rápidamente las respuestas de distintos sistemas
biológicos, incluidas las expresiones faciales, los músculos, la voz, la
actividad del Sistema Nervioso Autónomo (en especial el simpático) y la del
Sistema Endocrino, a fin de establecer un medio interno óptimo para un
comportamiento más efectivo.
* Sobre
la conducta. Las
emociones sirven para establecer un comportamiento adecuado a nuestro entorno,
y nos impulsan hacia ciertas personas, objetos, acciones, ideas y nos alejan de
otros.
- Percepción
de la emoción (sentimientos emocionales). Los sentimientos emocionales aparecen
con la percepción de lo que nuestro cuerpo hace mientras se manifiesta la
emoción, junto con percepciones del estado de nuestra mente durante ese mismo
periodo de tiempo (Damasio, 2010).
En
general, a las emociones se las puede considerar como un lenguaje biológico, necesario en las comunidades de carácter social
para su armonía y realización de conductas comunes. La
forma en que nos sentimos emocionalmente
en una situación determinada consiste en uno de los elementos más importantes
de la motivación, y ésta del cambio
conductual.
Tipos de emociones
Todos conocemos multitud de emociones, pero distan mucho de ser homogéneas respecto de su origen, desarrollo y manifestación. Existen diversas clasificaciones realizadas según los criterios de sus autores, por lo que hay cierta disparidad entre ellas. Éste es el motivo de que para algunos autores no tengan especial interés en su realización y manifestación, pues todas tienen defectos y siempre se pueden creer que falta alguna emoción (Damasio, 2010). No obstante, existen importantes criterios sobre su origen que hacen necesario establecer cierta clasificación, para poder entender mejor sus características y acción en la conducta humana.
- Las emociones primarias o básicas son aquellas que se dan en todos los seres humanos. Serían el miedo, enfado, tristeza y alegría/felicidad, a las que pueden añadirse el asco y la sorpresa. Son acciones desencadenadas por un objeto o suceso identificable como un estímulo emocionalmente competente (Damasio, 2010; Ekman et al. 1983; Prinz, 2010). Se considera que no contienen otras emociones como una parte, y tienen un carácter innato (Ekman et al. 1983), estando asociadas a la evolución de la especie. Tienen un claro fin social y de salvaguardia personal, aunque su producción y manifestación puede alterarse en función del nivel de desarrollo cognitivo y cultural que tengan las poblaciones humanas.
- Las emociones secundarias se construyen a lo largo del desarrollo ontogenético, y parecen estar más ligadas al desarrollo cognitivo-cultural que a los procesos evolutivos. Se activan de una manera relativamente lenta, no tienen una expresión facial reconocible, comparten patrones de reactividad autónoma con otras emociones, y pueden estar asociadas con un amplio rango de estímulos, incluyendo conceptos abstractos. Su desarrollo a partir de las emociones primarias presenta diversas combinaciones, en las que no se puede obviar un importante componente subjetivo en su elaboración.
- Las emociones primarias o básicas son aquellas que se dan en todos los seres humanos. Serían el miedo, enfado, tristeza y alegría/felicidad, a las que pueden añadirse el asco y la sorpresa. Son acciones desencadenadas por un objeto o suceso identificable como un estímulo emocionalmente competente (Damasio, 2010; Ekman et al. 1983; Prinz, 2010). Se considera que no contienen otras emociones como una parte, y tienen un carácter innato (Ekman et al. 1983), estando asociadas a la evolución de la especie. Tienen un claro fin social y de salvaguardia personal, aunque su producción y manifestación puede alterarse en función del nivel de desarrollo cognitivo y cultural que tengan las poblaciones humanas.
- Las emociones secundarias se construyen a lo largo del desarrollo ontogenético, y parecen estar más ligadas al desarrollo cognitivo-cultural que a los procesos evolutivos. Se activan de una manera relativamente lenta, no tienen una expresión facial reconocible, comparten patrones de reactividad autónoma con otras emociones, y pueden estar asociadas con un amplio rango de estímulos, incluyendo conceptos abstractos. Su desarrollo a partir de las emociones primarias presenta diversas combinaciones, en las que no se puede obviar un importante componente subjetivo en su elaboración.
Una clasificación podía ser: de la alegría (amor, placer, diversión, euforia, entusiasmo y gratificación); del asco (repugnancia, rechazo, antipatía, disgusto y desprecio); enfado (cólera, rencor, odio, irritabilidad, rabia e impotencia; del miedo (angustia, desasosiego, incertidumbre, preocupación, horror y nerviosismo); de la sorpresa (desconcierto, sobresalto, admiración y asombro); de la tristeza (pena, soledad, pesimismo, compasión y decepción). La mayoría tiene un carácter eminentemente social. Otra clasificación de las emociones muy conocida es la rueda de Robert Plutchik, la cual consistía de ocho emociones básicas y ocho emociones avanzadas, cada una compuesta de dos emociones básicas.
Rueda de emociones de Robert Plutchik |
- Existen
otra serie de emociones secundarias que no se derivan directamente de las
emociones primarias, y son fruto de la socialización y del desarrollo de
capacidades cognitivas (autoconciencia). Al tener un origen más cortical
estarían más expuestas a la influencia de los pensamientos conscientes, lo que
las hace más susceptibles de variación cultural. Serían las llamadas emociones
autoconscientes o cognoscitivas superiores. Como ejemplo tenemos la
culpabilidad, el desconcierto, el orgullo, la envidia y los celos.
Origen y desarrollo de las emociones
Recientes estudios etológicos nos indican que la relación entre cognición y emoción que vemos entre los humanos es aplicable también a nuestros parientes primates, incluyendo cierto control efectivo sobre las emociones. Actualmente, se acepta que los grandes primates sienten empatía, es decir, se ponen en el lugar del otro, e incluso son capaces de elaborar estrategias para mejorar la vida de los demás. Evolutivamente, todos somos especies relacionadas, nuestras estructuras cerebrales son muy similares y la estimulación de las mismas produce semejantes respuestas. Ejemplos como la inhibición, el camuflaje, el contagio emocional y la empatía son frecuentes de las complejas sociedades de los primates. Tanto monos como grandes simios son capaces de ignorar una recompensa inmediata para conseguir una recompensa diferida (de Waal, 2011), aunque con un carácter más ocasional que habitual.
La
existencia de emociones en los animales, y la semejanza neurofisiológica de su
producción nos indica que su origen es antiguo dentro de la escala evolutiva (Belmonte
Martínez, 2007; Pankseep, 1998). Todo parece indicar que el comienzo
de las emociones en el género Homo debe
partir, como mínimo, de las emociones primarias que vemos en los primates
actuales, incluso con ciertos mecanismos de control de las mismas. Su evolución
en nuestro género estaría muy ligada al paralelo desarrollo de las capacidades
cognitivas racionales, sobre todo de la autoconciencia que constantemente
actuaría sobre todas las emociones con diferente intensidad, desde una
influencia muy escasa en las primarias hasta crear las propias emociones
autoconscientes.
Relaciones entre emociones y conducta
Nuestra
conducta es el resultado de la mutua interacción cognitiva de las capacidades racionales
y emocionales. Las emociones más primitivas (emociones primarias) tienen una
gran influencia en la conducta. No obstante, es posible cierto control sobre
ellas, pero requiere condiciones especiales (entrenamiento, fuertes condicionamientos
culturales y racionales, etc.) y, aún así, en ocasiones no es posible su
control de forma individual, necesitando la ayuda de especialistas (psicólogo,
psiquiatra, terapeuta en general). Un claro ejemplo es el miedo, conocido y experimentado
por todos y no siempre superado. En este caso incluso la plena actuación de la
autoconciencia y la experiencia puede no ser suficiente para poder superar sus
acciones innatas (huida o parálisis) y poder realizar una conducta más acorde
con un procesamiento racional de la situación.Al
haber innumerables situaciones en las que las emociones tienen un papel
significativo, he querido exponer solamente cuatro componentes cognitivos y
conductuales relacionados con las emociones y con una especial importancia en
el desarrollo de nuestra conducta.
- Empatía. Las emociones tienen
una estrecha relación con la producción social de la empatía, cuya
definición sería percibir en un contexto común lo que un individuo diferente puede
sentir. La empatía estaría muy relacionada con diversas estructuras cerebrales
donde existen neuronas espejo
(corteza prefrontal y temporal) y sin ellas (amígdala, y diversas estructuras
del Sistema Límbico). En la empatía
se pueden diferenciar tres aspectos (Moya-Albiol, et al. 2010):
* Primero, conocer los sentimientos de otra
persona, por lo que estaría muy relacionado con la Teoría de la Mente (componente cognitivo) y, por tanto, con el desarrollo
de la autoconciencia.
* Segundo, sentir lo que el otro está sintiendo, ya sea de forma
similar o igual a lo que el sujeto puede sentir en la misma situación
(componente emocional).
* Tercero, responder compasivamente a los
problemas que le aquejan (comportamiento social).
La empatía parece que
tiene un protagonismo social muy importante, lo que favorecería el desarrollo
de las relaciones sociales y de la conciencia social y personal. Existe en
aquellas conductas que para su realización precisen de reforzamientos de las
estructuras sociales (migraciones, organización social, distribución del
trabajo, etc.). Según diversos autores es fundamental para el desarrollo de las
conductas éticas o morales (Hoffman, 1992).
- El
control conductual. Podemos desarrollar cierto control de la manifestación
conductual de las emociones. Este control puede variar desde una simple inhibición
dejando la expresión de las emociones totalmente libres, hasta elaborar
formas graduales de limitación o variación voluntaria de tales manifestaciones. En
el segundo caso estaría muy relacionado con la evolución de la autoconciencia.
Su existencia o su ausencia facilitarían las conductas extremas marcadas por la
negación conductual, el engaño, la mentira y la violencia, donde la empatía quedaría totalmente abolida. Esta
función cognitiva estaría muy relacionada con las funciones ejecutivas del
LPF (inhibición).
- La motivación. Las emociones condicionan en alto grado
el desarrollo de la motivación, y
ésta es el principal impulsor de la conducta (Flórez, 1996). Se puede
considerar como el conocimiento (por vía sensitiva y/o racional) de la existencia de
hechos que estimulen la necesidad o
el interés (componente afectivo, fundamental en la conducta humana) de elaborar
mejores y más complejas conductas de todo tipo (tecnológicas, sociales y
simbólicas) para alcanzar una solución (meta). La forma en que nos sentimos emocionalmente en una situación
determinada consiste en uno de los elementos más importantes de la motivación.
Los avances tecnológicos, sociales y simbólicos son respuestas a las emociones
que han motivado conductas encaminadas a su resolución.
-
La influencia de la autoconciencia en las emociones. Estaría condicionada a su propia
creación y evolución, lo que no ocurrió hasta que las circunstancias
neuroevolutivas, socioeconómicas, demográficas, tecnológicas y lingüísticas lo
hicieron posible (Rivera, 2009). Su desarrollo es un continuum heterogéneo en el tiempo y en el espacio, por lo que
existen numerosos estadios intermedios
en su progreso a lo largo de la evolución humana. Su acción produciría
modificaciones en todas las emociones (primarias y secundarias). De las
primarias solo puede darse control al unirse a los mecanismos de inhibición conductual,
de las secundarias puede haber grandes modulaciones dando origen a las
emociones autoconscientes o cognoscitivas superiores.
Conclusiones
De la
unión de ambas capacidades cognitivas (emocionales y racionales) se pueden
sacar dos importantísimas conductas de carácter opuesto, pero fundamentales en
la conducta humana:
*
Primero, la violencia, como respuesta a una motivación basada en emociones que
facilitarían una respuesta de enfrentamiento (miedo y enfado), a emociones
secundarias autoconscientes basadas en conductas no aceptadas por todos (p. e.
problemas de espacio y accesibilidad a las fuentes logísticas) y una progresiva
inhibición de la empatía.
* Segundo,
ante los anteriores problemas otras emociones secundarias autoconscientes
motivarían la necesidad de regular tales situaciones, es decir, a generar
pautas de conductas de carácter ético o moral, ya sean
independientes o reguladas dentro de una religión o regulación política.
El
desarrollo de estas dos formas conductuales (violencia y ética) va a ser una
constante en la conducta de los seres humanos de todas las épocas, donde las
emociones autoconscientes van a jugar un papel esencial en el predominio de una
u otra.
Un
aspecto muy importante se da en la educación, donde una motivación adecuada es un elemento esencial y, que por desgracia,
no se cultiva muchas veces lo suficiente como para salvar los grandes inconvenientes
que la educación conlleva. Ésta junto con una inhibición de la
violencia fundamentada en la solidaridad y el razonamiento, el desarrollo emocional
de de la empatía y un desarrollo de la autoconciencia con estas
características, seguro que darían unos resultados educacionales más positivos
para la persona y para la sociedad, que la muchas veces básica acumulación de
contenidos teóricos.
* ARDILA, A.; OSTROSKY-SOLÍS, F. (2008): “Desarrollo Histórico de las Funciones Ejecutivas”. Revista Neuropsicología, Neuropsiquiatría y Neurociencias, 8 (1), pp. 1-21.
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* DAMASIO, A. (2010): Y el cerebro creó al hombre. Barcelona. Destino.
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* HOFFMAN, M. L. (1992): “La contribución de la empatía a la justicia y al juicio moral”. En Eisenberg, N y J. Strayer (ed.). La empatía y su desarrollo. Bilbao: Desclée de Brouwer, pp.151-172.
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