martes, 6 de diciembre de 2016

Conducta humana: innata y/o adquirida

La relación entre la herencia genética y la conducta que se observa en cada entidad biológica puede que no esté del todo bien comprendida, pues la influencia del medio ambiente, como elemento modulador de la expresión genética, es usado más como una generalidad teórica que como un fenómeno preciso a la hora de definir hechos y formas concretas de actuación. Tal vez la causa sea la falta de matización en la explicación del fenómeno hereditario y su manifestación (innatismo y/o adquisición), la generalización excesiva y simplista de los fenómenos evolutivos y cierta tendencia disciplinar que induce a mantener la ortodoxia teórica de la misma. En su definición, parecen muy claros:

- El innatismo es la doctrina según la cual algunos conocimientos existen ya al nacer, es decir, que son previos a los adquiridos por medio del aprendizaje, la experiencia o a su relación medioambiental postnatal, por lo que en parte o totalmente no es adquirido o aprendido por éste. La causa de tal hecho se debe a factores genéticos, de nacimiento o hereditarios, que no dependen de la experiencia individual. 

- El concepto de adquirido se referirse a cualquier factor ambiental (no genético, no hereditario). Se incluye las influencias en el desarrollo provenientes de experiencias prenatales y postnatales de todo tipo, por lo que dependen de las características medioambientales de donde se viva (familiares, sociales, económicas, tecnológicas, culturales, religiosas, etc.).

La inclusión en una u otra de estas acepciones de las características conductuales humanas (tanto en el pasado como en el presente) ha suscitado una amplia controversia que continua en la actualidad. Quizás, la principal causa de esta continuado debate se deba a la limitación de conocimientos que poseemos sobre las características psicobiológicas de nuestro cerebro. Sobre todo, si se creé que su correcto conocimiento pasa por la aceptación de estudios interdisciplinarios y/o transdisciplinarios de tales problemas.
Consideraciones generales
  
Gregor Mendel
En la enseñanza de la genética, dentro de sus niveles más elementales y divulgativos, se aplican los ejemplos más sencillos en los que la relación entre padres y descendencia es totalmente clara. Así, se explican los ejemplos de herencia relacionados con las plantas que Mendel usó en sus experimentos, en los factores sanguíneos de los seres humanos (sistema A, B, 0 y Rh) y algunas herencias ligadas a los cromosomas sexuales. Casualmente, en la mayoría de estos ejemplos, el factor medioambiental tiene muy poca actuación, lo que ofrecen al lector la idea de que la acción principal de los genes (en la definitiva manifestación corporal y conductual de los seres humanos) depende muy poco de la influencia medioambiental, cayendo en lo que se llama determinismo genético, tendencia teórica que se está difundiendo en importantes zonas de nuestro mundo occidental.

La inmensa mayoría de la herencia tiene un mecanismo mucho más complejo del que se explica por medio de los ejemplos anteriores. La acción conjunta de diversos genes sobre un mismo factor de herencia, el diferente grado de actuación de los distintos genes, las múltiples interferencias existentes entre sus propias actuaciones y el mismo medio interno en el que actúan, ofrecen una gran complejidad no bien comprendida en la actualidad, lo que añadido a los factores externos que ofrecen influencias nutricionales, sensitivas y culturales, hacen del fenotipo (características de las manifestaciones externas de un organismo) un complejo resultante biológico de muy difícil control y conocimiento.

Realmente la influencia del medio ambiente, aunque se hayan reconocido casos reveladores sobre su profunda importancia, no se le ha dado el valor real que tiene en el correcto desarrollo de nuestras cualidades cognitivas. En su actuación hay que destacar la capacidad de modular la expresión genética a lo largo de todo el proceso ontogénico o de desarrollo, pues entre ambos procesos (genotipo y medio ambiente) existe una profunda interacción que da como resultado el fenotipo. Es interesante analizar la naturaleza de tal interacción, no para resaltar cual puede tener mayor o menor importancia, sino para conocer los mecanismos de acción que ejerce cada factor en el desarrollo del ser vivo. Los genes tienen la información codificada necesaria para la creación y desarrollo de organismo, pero el grado de desarrollo de sus manifestaciones morfológicas depende de las características del medio donde se alimenta e interactúa, alcanzado unos niveles de desarrollo que pueden oscilar dentro de una gama relativamente amplia de diferentes resultados. La manifestación genética hay que entenderla como capacidad de desarrollo que depende muchas veces, en su grado y amplitud, de las características del medio ambiente donde se sitúen, dando lugar al fenotipo.

Un ejemplo ilustra con mayor precisión algunos aspectos de tal relación. La altura media de la población es un parámetro fácil de medir, teniendo su desarrollo un fundamento genético que a nadie se le escapa. Un reciente estudio, realizado por el servicio de Pediatría del Hospital Materno-Infantil de Vall d´Hebrón en Barcelona, ha puesto de manifiesto que la diferencia de estatura (en valores medios) entre 1969 y la actualidad es considerable. Los chicos han aumentado 10,7 cm, mientras que las chicas incrementaron su talla en 8,9 cm. Como es lógico no podemos pensar que se trata de un cambio genético, sino la influencia de un medio ambiente más adecuado.

El crecimiento es la expresión fenotípica de una potencialidad genética inherente a cada persona que se regula también por factores ambientales, básicamente la nutrición y el estado de salud.

El medio ambiente es un factor que siempre existe, pues todo organismo siempre se desarrolla y vive en un medio determinado, aunque las características del mismo pueden variar sustancialmente, lo que sin duda ofrecería diferentes resultados tanto anatómicos como conductuales. En definitiva, hay que aceptar que los patrones morfológicos propios de cada especie se transmiten por medio del código genético, aunque el grado de desarrollo final de los mismos dependerá, en muchos casos, de las características medioambientales.

Conducta y cerebro

Paralelamente, la conducta y el lenguaje siguen, en general, por unos derroteros similares aunque con matizaciones importantes. Los patrones conductuales no tienen el mismo control y desarrollo en todos los seres vivos, pues las características anatómicas y neurofisiológicas de sus respectivos sistemas nerviosos marcan sustancialmente la diferencia. Conocemos cómo, en numerosas especies biológicas, la conducta está regulada genéticamente gracias a los instintos que son capaces de originar. Pero el desarrollo evolutivo ha producido complejos sistemas nerviosos que han dado lugar a otras formas de actuación, donde la experiencia realizada y acumulada es un factor a tener en cuenta en la toma de decisiones, las cuales se pueden elegir dentro de cierta gama de posibilidades que el aprendizaje facilita (Bonner, 1982). La corteza cerebral y el sistema límbico, como responsables primordiales de la conducta humana, son elementos anatómicos creados y desarrollados por la actividad genética correspondiente. Pero su actividad primordial se centra en el almacenamiento, procesamiento y utilización de la información (externa, interna y emocional), que le llega por medio de las vías nerviosas de todo tipo. En la naturaleza de tal información es donde reside la diferencia con el resto de los demás elementos biológicos, pues ésta no se limita a los aspectos físicos, químicos o biológicos del medio, sino que se basa en el complejo mundo inmaterial de las ideas, de la cultura y de su mayor manifestación, el lenguaje. Ese nuevo mundo de sensaciones e información ni ha existido siempre, ni nuestro linaje siempre ha tenido la capacidad suficiente para crearlo. Ambos procesos, capacidad creativa y su plasmación con la aparición de la cultura, fueron apareciendo con diferentes patrones en nuestro proceso evolutivo.

Todo esto nos indica que la evolución confiere capacidades cognitivas relacionadas estrechamente con la conducta, pero que necesitan de la cultura (medio ambiente específico que hay que crear previamente) para que se desarrollen. Así, los cambios conductuales observados en nuestra evolución, corresponden a diferentes desarrollos culturales que los humanos del momento pudieron crear, aprovechando las capacidades evolutivas adquiridas (capacidades emergentes) y el acervo cultural de sus ancestros. Su transmisión se realizaría por medio de la comunicación generacional dentro de cada sociedad, es decir, que su desarrollo práctico o manifestación cultural se realizaría mediante formas de tipo lamarckianas, en oposición a la transmisión darwiniana que presentan las capacidades biológicas humanas. Se crearía una especie de nicho ecológico (Bickerton, 2009; Tomasello, 2007), en los que los factores más importantes serían los correspondientes a los procesos culturales, lingüísticos y cognitivos (Rivera y Menéndez, 2011). Este camino es el que debe de ser utilizado en el análisis de la conducta humana en todas sus manifestaciones, entre las que se encuentra el lenguaje como pieza fundamental de todo el proceso (Rivera, 2009).

La evolución neurológica humana

Los rasgos evolutivos o innatos de nuestro cerebro se encuentran en el bagaje psiconeurológico que poseemos al nacer (Herencia neurológica humana). Mientras que las características medioambientales serían las que van a configurar definitivamente a los primeros, dando lugar a nuestra conducta (Influencia delmedio ambiente en el pensamiento y conducta).

Aumento cerebral en el género Homo
Cualquier explicación que se ofrezca en relación con las bases psicobiológicas de nuestra conducta deben de estar inexorablemente de acuerdo con una explicación coherente de la evolución neurológica del género Homo. Lo que sí parece estar claro que cualquiera de las opciones extremas estaría equivocada, el problema radica en conocer en qué y cuánto están erradas. Soluciones fáciles no existen, pero parece evidente que en la actualidad el único camino a seguir que tenga la mínima subjetividad posible sería el establecimiento de estudios interdisciplinarios y/o transdisciplinarios con la máxima utilización de las ciencias relacionadas con este tema.

La evolución neurológica (Evolución del cerebro), clave de todo estudio de la conducta humana, debe de ser entendida como un complejo proceso evolutivo multifactorial (La gran complejidad de la evolución biológica), y su estudio siempre debe realizarse por métodos interdisciplinares (Evolución neurológica:un enfoque interdisciplinario).

Conclusiones

Respecto a nuestro cerebro, lo innato y lo adquirido viajan juntos desde que nacemos, y lo hacen de forma irregular. Así, en algunos aspectos predomina lo innato (p. e. control homeostático del cuerpo, o ciertas capacidades básicas cognitivas como la memoria, atención, emociones), pero esto no quiere decir que la nacer ya tenemos su pleno desarrollo, pues siempre con una interacción medioambiental adecuada se pueden mejorar o empeorar (patología social).

En otros casos, lo que se hereda es una simple (por cualificarla de algún modo) potenciabilidad cognitiva, que para su desarrollo necesita de la acción de un medio ambiente adecuado (nicho ecológico o cognitivo-conductual), pues si él tal potenciabilidad o no se desarrolla o lo hace anómalamente (p. e. abstracción, simbolismo, lenguaje, autoconciencia, etc.). La interacción entre ambos procesos es continua, no pudiendo faltar ninguno de los dos para poder desarrollar adecuadamente nuestras capacidades cognitivas. Un estudio algo más profundo lo podemos leer en mi anterior entrada: coevolución psicobiológica humana.

- Bonner, J.T. (1982): "La evolución de la cultura en los animales". Alianza Universidad, nº345.  Madrid.
- Bickerton, D. (2009): Adam´s Tongue: How Humans Made Language, How Language Made Humans. Hill and Wang. New York.
- Rivera, A. (2009): Arqueología del lenguaje. La conducta simbólica en el Paleolítico. Akal. Madrid.
- Rivera, A. y Menéndez, M. (2011), “Las conductas simbólicas en el Paleolítico. Un intento de comprensión y análisis desde el estructuralismo funcional”. Espacio, Tiempo y Forma, Nueva temporada, 4. Rivera
- Tomasello, M. (2007): Los orígenes culturales de la cognición humana. Buenos Aires. Amorrortu.