martes, 11 de octubre de 2016

Autoconciencia y la Teoría de la mente

Ambos conceptos muy usados en Psicología y corresponden a sendos constructos estrechamente relacionados entre sí, tanto que para muchos no dejan de significar dos aspectos de un mismo proceso cognitivo.


La necesidad de utilizar constructos

En el inicio de la Psicología, y ante la necesidad de analizar la mente humana, los psicólogos realizaron una serie de conceptualizaciones (organización lógica y cognitiva basada en el conocimiento personal del problema a estudiar y, por tanto, subjetivo en algún grado) sobre las características cognitivas que observa en los seres humanos, a las que se denominan constructos. Los conceptos científicos como estrés, depresión y procesos cognitivos, así como casi todos los usados en la psicología, por ejemplo, inteligencia, frustración, inconsciente, emociones, actitudes, ego, fobias, ansiedad, motivación, aprendizaje, entre otros, no tienen una existencia concreta similar a las entidades físicas que se prestan a la observación sensible. Son conceptos que sobrepasan la observación empírica y muchas veces expresan supuestos teóricos. A tales conceptos se les llama actualmente constructos o conceptos no observacionales para diferenciarlos de los observacionales (Bunge, 1973). Los constructos no tienen referentes empíricos inmediatos Nadie ha visto ni ha tocado la inteligencia de alguien pero sí la puede inferir de la manera en que una persona es capaz de resolver ciertos problemas en relación con la manera en que otros los resuelven.

¿Qué constructos son los que más han caracterizado a la conducta humana?

Sin duda, la conducta humana empezó a complicarse cuando tuvo que realizarse teniendo en cuenta a los demás miembros de la sociedad, lo que parece que se produjo con el inicio de nuestro género con el Homo habilis hace más de 2 m. a. Sería el inicio de lo que se ha llamado la teoría de la mente que puede corresponde a la habilidad para comprender y predecir la conducta de otras personas, sus conocimientos, sus intenciones, sus emociones y sus creencias (Tirapu-Ustárroz et al. 2007) (sé que tú sabes que yo sé). Pero su origen y desarrollo necesita de la creación de otros constructos que van a constituir su esencia, como es el desarrollo de un pensamiento social y personal que constituyan el germen de la autoconciencia.

La autoconciencia podría definirse como el estado mental en él que se tiene conocimiento de la propia existencia (uno se siente a sí mismo) y de la existencia del entorno (físico y biológico) (Damasio, 2010), con una concepción permanente (memoria recurrente) e histórica (autobiografía) de su existencia. Con la autoconciencia se logra una representación de sí mismo, y con la teoría de la mente se añade la de los demás (Sánchez-Cubillo et al. 2012).

El inicio de la individualidad social y personal


En el género Homo parece que siempre ha existido, con grandes diferencias de desarrollo, cierto concepto de su individualidad (reconocimiento de nuestra existencia y del grupo como unidad) y con mayor desarrollo en lo social (lo mismo en otros humanos y grupos). La individualidad (el yo autobiográfico personal o colectiva se basa en la noción de diferencia existente entre los individuos y grupos (Jenkins, 1996; Damasio, 2010), que se traduce en la existencia universal de una palabra determinada para referirse a uno mismo o yo (Elías, 1990). Para su producción se necesita una interacción social, tanto intra como intergrupal, de una forma importante y continuada, así como el inicio de diferencias sociales de todo tipo dentro del mismo grupo. Su producción sería de tipo generacional, pues es preciso el recurso de muchas generaciones para desarrollar plenamente dichos conceptos. Los primeros avances, que la capacidad cognitiva humana debió desarrollar para crear un mundo simbólico como el actual, serían el inicio de la propia identificación social del grupo en contrapunto con la identificación de las demás poblaciones, es decir, a la creación del concepto de la individualidad social, aunque para ello se necesita una densidad poblacional que lo pueda permitir, lo que no siempre existió o pudo mantenerse en el tiempo. Con posterioridad a su desarrollo, se iniciarían los criterios de individualidad personal o diferencias particulares que surgen entre los elementos de un mismo grupo humano (germen de la propia autoconciencia individual, tal y como la entendemos en la actualidad). En su paulatino aumento de complejidad, darían lugar a diferentes manifestaciones de tipo social, tecnológico, político y religioso dentro del propio grupo (Elías, 1990; Hernando, 1999), es decir, se iría desarrollando la autoconciencia autobiográfica (Damasio, 2010) como elemento colaborador de la emergencia de la autoconciencia humana.

Todos los desarrollos cognitivos humanos son muy dependientes de las características del medio ambiente en el que viven y, sobre todo, del desarrollo del lenguaje. Por tanto, como las poblaciones humanas en el paleolítico tenían una densidad poblacional escasa y fluctuante debido a la precariedad de su existencia, los desarrollos culturales y cognitivos siempre adquieren unas características de heterogeneidad temporal y espacial. Por supuesto los constructos que estamos analizando (autoconciencia, teoría de la mente) siguieron la misma forma de desarrollo. 

Conclusiones

Hay que admitir que poseemos el conocimiento sobre la existencia de una vida mental en los otros semejante a la nuestra, de lo que creen y lo que quieren, adquiriendo la habilidad para adscribir, asignar, atribuir estados mentales a otros y a uno mismo, dando lugar a estados mentales complejos, como creer, pensar, desear y pretender (Premack and Woodruff, 1978). Para su creación y desarrollo en nuestro linaje tuvieron que pasar diversos procesos cognitivos, muy posiblemente bajo la forma de coevolución cognitiva (abstracción, simbolismo, lenguaje, individualidad social, individualidad personal, autoconciencia, empatía, teoría de la mente…..) de los que los testimonios arqueológicos son demasiado escasos como para poder establecer una continuidad histórica de todos ellos.

En este contexto, la empatía adquiere un especial interés en su desarrollo. Ésta sería la percepción en una situación común lo que un individuo diferente puede sentir, lo que solo puede darse dentro de un trasfondo social. Supone el conocer los sentimientos de otra persona, por lo que estaría muy relacionado con la teoría de la mente (componente cognitivo); el sentir lo que está sintiendo, de forma similar o igual a lo que el sujeto puede sentir en la misma situación (componente emocional); y responder compasivamente a los problemas que le aquejan (comportamiento social) (Moya-Albiol et al. 2010; Rivera, 2015). En las relaciones sociales cobran especial interés las neuronas espejo, pues refuerzan la compresión de la existencia de los demás como semejantes a nosotros (imitamos su conducta, lo que hacen los demás nos interesa), relacionándose con el propio concepto de la teoría de la mente (Martín-Loeches, 2008). 


- Bunge, M. (1973): La Ciencia, su Método y Filosofía. Edición Siglo XX, Buenos Aires.
- Damasio, A. (2010): Self Comes to Mind: Constructing the Conscious Brain. Pantheon Books, New York.
- Elías, N. (1990): La sociedad de los individuos. Barcelona. Península/Ideas. 
- Hernando, A. (1999): Percepción de la realidad y Prehistoria, relación entre la construcción de la identidad y la complejidad socio-económica en los grupos humanos. Trabajos de Prehistoria, 56 (2): 19-35.
- Jenkins, R. (1996): Social Identity. Nueva York y Londers, Routledge.
- Martín-Loeches, M. (2008): La mente del “Homo sapiens” El cerebro y la evolución humana. Madrid. Aguilar.
- Moya-Albiol, L.; Herrero, N.; Bernal, M. C. (2010): “Bases neuronales de la empatía”. Rev Neurol; 50: 89-100.
- Premack, D. and Woodruff, G. (1978): “Does the chimpanzee have a theory of mind?” Behavioral and Brain Sciences, 1: 515-526. 
- Rivera, A. (2015): “Arqueología de las emociones”. Vínculos de Historia, núm. 4, pp 41-61. UCLM.
- Sánchez-Cubillo, I.; Tirapu Ustárroz, J. y Adrover-Roig, D. (2012): “Neuropsicología de la cognición social y la autoconciencia”. En Neuropsicología del cortex prefrontal y funciones ejecutivas, Viguera. Tirapu Ustárroz, J., Ríos-Lago, M.; García Molina, A. y Ardila, A. (eds.), pp.353-390.
- Tirapu-Ustárroz, J.; Pérez-Sayes, G.; Erekatxo-Bilbao, M. y Pelegrín-Valero, C. (2007): “¿Qué es la teoría de la mente?”. Revista de Neurología, 44 (8): 479-489.