sábado, 15 de noviembre de 2014

Periodo crítico, maduración neurológica y lenguaje

Una de las claves del desarrollo cognitivo humano es la existencia de un periodo crítico o límite de tiempo para el desarrollo de las funciones cognitivas en el niño. Pasado el mismo, es mucho más difícil o casi imposible realizarse y nunca con las mismas condiciones que dentro del mismo. Este concepto puede aplicarse al lenguaje, existiendo una fase crítica para su adquisición por medio de un desarrollo explosivo de las capacidades lingüísticas. Ocurre durante el periodo preoperatorio de Piaget (desde los 12-18 meses hasta la edad escolar), pues los aspectos fundamentales del lenguaje se adquieren en un breve lapso de 3-4 años (Belinchón et al. 1992: 189). Durante este periodo las lesiones neurales locales son fácilmente reemplazadas por otras áreas, logrando mejores resultados cuanto más temprana sea la lesión neuronal. Su duración actualmente se calcula dependiendo del diferente criterio de los autores, hasta los 12 años en general, aunque para el lenguaje parece ser menor (Cavalli-Sforza, 1993; Changeux, 1985; Delgado, 1994; Lenneberg, 1967; Miller, 1981; Pinillos, 1991; Puelles, 1996; Yuste, 1994).

El lenguaje tiene un periodo crítico para su desarrollo
El concepto se amplía a otros sistemas simbólicos que el niño desarrolla en esta fase crítica, lo que permite hablar de un periodo crítico de la formación simbólica en general. El lenguaje se inserta en el marco más global de la función simbólica (que usa con representantes simbólicos en acciones, imitación, dibujos, juegos, etc.). Este periodo se caracteriza por una necesidad del niño de situarse en el modo simulado. Así, los trastornos globales de la función simbólica se acompañan de alteraciones y deficiencias específicas del lenguaje. El lenguaje se desarrolla dentro de los mecanismos del simbolismo (Belinchón et al. 1992).

Igualmente, en este tiempo tiene lugar la lateralización funcional del cerebro. Es una asimetría funcional, que corresponde con el proceso de especificación de funciones cognitivas en un hemisferio cerebral determinado. También se especifica como el predominio del control funcional de un hemisferio sobre un lado del cuerpo o parte del mismo (mano, pie ojo, oído, etc.). Se sabe que cada hemisferio tiene localizadas funciones específicas o partes de las mismas (lenguaje, escritura, valoraciones espaciales, etc.), que se localizan en áreas más o menos concretas durante el desarrollo. Pero hay que tener en cuenta que no existe dominancia absoluta para ninguna función, ya que siempre están implicados los dos hemisferios cerebrales en la materialización de cualquier proceso mental. El proceso de lateralización no está claro si en el nacimiento existe alguna preferencia, aunque en este momento podemos apreciar en la mayoría de los recién nacidos una disposición más marcada en el uso de la mano derecha, que se confirma a los trece meses en las actividades en las que pueden utilizarse ambas (Bradshaw, 1989). Un importante problema consiste en saber si esta localización de propiedades cognitivas es equipotencial al nacer, o si en el nacimiento tenemos ya diferencias neurológicas que faciliten su ubicación topográfica, desarrollándose en función de los estímulos a lo que esté sometido. De todas maneras, parece que debe existir cierto gradiente innato definido como la existencia de un proceso de maduración diferenciado en ambos hemisferios que actúe a favor de uno u otro, en función de la naturaleza de los procesos cognitivos que se vean implicados (Bub y Whitaker, 1980; Geschwind y Galaburda, 1984; Kandel et al. 1997). Sabemos que algunas áreas del cerebro adquieren una función determinada gracias a la convergencia sobre la misma de dos o más proyecciones de modalidades sensoriales diferentes (Geschwind, 1996), y que tal fenómeno se produce siempre en función de la cualidad de los estímulos que recibe dicha área cortical (Gazzaniga, 1998). La consecuencia funcional de estas asimetrías anatómicas se corresponde con la lateralización.

Inmadurez y maduración neurológica del neonato

El periodo crítico temporal estaría muy relacionado con la inmadurez del neonato al nacer. El inicio del parto se debe a la unión de diversos factores que obligan a su producción, entre los cuales no se encuentra la madurez neurológica que permita al recién nacido poder valerse por sí mismo en un corto período de tiempo. Esta inmadurez se aprecia en el limitado crecimiento de la cabeza del neonato, lo que debido a la propia estrechez del canal del parto, consecuencia de la locomoción bípeda, adquiere una gran importancia. En la actualidad, entre las causas que se consideran como desencadenantes del parto, se encuentran cierta incompatibilidad entre la nutrición entre el feto y el útero que le cobija y alimenta, así como del inicio de un complejo proceso neuro-hormonal en la madre (Usandizaga y de la Fuente Pérez, 1997). La inmadurez neurológica en el momento del nacimiento es tan acusada, que diversos autores consideran que los seres humanos tienen un periodo de desarrollo fetal extrauterino de doce meses, con lo que el ritmo de desarrollo fetal abarca un total de veintiún meses (Changeux, 1985). La causa de la prolongación del tiempo necesario para el desarrollo embrionario cerebral se debe al aumento cuantitativo del córtex durante la evolución, necesitando más tiempo para desarrollarse y madurar.

Por tanto, si hay algo evidente en todo recién nacido es su gran inmadurez neurológica, lo que le impide valerse por sí mismo durante años, pero que constituye una de las posibles claves de la socialización humana, como solución a los riesgos de supervivencia que supusieron los cambios evolutivos del género Homo. Una vez nacido el neonato entra en relación directa con las características ambientales del medio en el que le ha tocado vivir, lo que influiría en su maduración durante el periodo crítico. La maduración corresponde a la capacidad de adaptación al medio ambiente que tenga en individuo después de nacer. En su valoración global, hay que tener en cuenta los factores ambientales y ecológicos del medio, así como el nivel de socialización y cultural del grupo humano en el que se nace y se va a vivir. El aumento continuado del volumen cerebral, posible dentro del proceso embrionario, solo puede mantenerse en la fase postnatal si el medio humano presenta unos recursos culturales y sociales que permiten el mantenimiento cada vez más prolongado de la madurez de los niños. Es curioso como la selección natural postnatal se altera por medio de un proceso evolutivo de tipo lamarckiano, en oposición a la transmisión darwiniana que presentan las capacidades biológicas humanas.

Recubrimiento por la célula de Schwann del axón de la neurona
La maduración fisiológica cerebral puede seguirse, aparte del propio desarrollo cognitivo, con el fenómeno de mielinización de los circuitos neuronales. Consiste en el recubrimiento de una sustancia grasosa inerte llamada mielina, producto de las células de Schwann, con lo que se consigue una mejor transmisión de los impulsos nerviosos y, en definitiva, una mejor actuación de las redes neuronales cerebrales. El proceso se inicia al final de la gestación, continuando su producción hasta el final de la infancia. Es muy pobre en el recién nacido, produciéndose una activación muy rápida hasta los 2-3 años (Lenneberg, 1976), luego el proceso es más lento, con poca uniformidad y clara relación con la madurez conductual. Este proceso tiene una secuencia temporal ordenada en las distintas áreas cerebrales, siendo las sensoriales de proyección primaria las primeras en mielinizarse, mientras que las últimas serían las de asociación, sobre todo las terciarias (Eccles, 1992).

División de opiniones en su enfoque

Loa procesos de periodo crítico y maduración neurológica han sido interpretados de diferente manera. Algunos autores opinan que el niño al nacer tiene unas instrucciones básicas de carácter innato que van a facilitar tal desarrollo cognitivo. Tal precocidad y facilidad de adquisición del lenguaje de debe a la existencia de un órgano mental o funcional cuyo desarrollo implica la maduración de facultades específicas, nuevas y previstas, en alto grado, en la dotación genética del Homo sapiens (Psicología evolucionista). Otros, opinan que es el medio ambiente el que influye decididamente en la definitiva maduración y estructuración del cerebro (Psicología cognitiva: Procesamiento de la información), aunque siempre hay elementos funcionales del cerebro que se heredan. Dada la importante controversia que las dos corrientes psicológicas tienen en la actualidad las veremos con mayor detalle.

A.- La Psicología evolucionista.

La Psicología evolucionista (Evolutionary Psicology) aboga por que el aprendizaje de las actividades humanas (succionar la leche materna, hablar y entender un idioma, la caza, la recolección de vegetales, situaciones sociales, etc.) no pueda realizarse por la simple experiencia, siendo necesaria la existencia de contenidos innatos preexistentes para que tal proceso de aprendizaje pueda tener lugar.Se basa en procesos evolutivos que siguen a las formas más tradicionales del darwinismo, es decir, cualquier mutación que produzca un cambio anatómico debe de ser promovido o conservado por la selección natural, al tener una mejora conductual o, por lo menos, ser en principio neutro. Así, en cada cambio anatómico o conductual siempre se buscan las ventajas que pudieron favorecer su perduración. Puede que uno de sus principales inconvenientes de esta forma de ver a la evolución es el carácter independiente de cada uno de estos cambios genéticos, ofreciendo un panorama teórico de múltiples mutaciones que no se corresponde con los datos actuales de la genética humana evolutiva.

Noam Chomsky indica la existencia de universales lingüísticos de carácter innato 
Plantea un modelo en el que la mente está formada por módulos que resuelven problemas particulares y que han sido conformados por la evolución, de la misma manera que los órganos y funciones fisiológicas son producto de la evolución por selección natural de los caracteres físicos hereditarios. La cognición en los animales está formada por módulos funcionales relacionados entre sí, cada uno de los cuales trata un problema de conducta determinado (inteligencia técnica, lingüística, social y de la historia natural), es decir, cada función cerebral desarrolla un instinto. El ser humano no es distinto de los demás animales y, por tanto, comparte este esquema. La naturaleza humana se ha formado por la evolución de los instintos de nuestros antepasados primates y la aparición de otros nuevos bajo la presión adaptativa del nuevo entorno en el que vivieron los seres humanos durante la mayor parte de su historia. En definitiva, desarrollan un nuevo constructo (concepto modular) como forma de explicar la evolución de la conducta.

La evolución del cerebro fragmentado
Robert Kurzban
Este concepto modular de la mente humana ha dado lugar a mucho debate, siendo la base diferencial con otras teorías psicológicas. El autor de este concepto fue el filósofo Jerry Fodor (1986). Uno de los autores que más defiende la visión de una mente modular es Robert Kurzban (2010). Tras la dificultad teórica de mantener un concepto de módulo cerebral en su concepto más elemental (áreas aisladas del cerebro con funciones determinadas), pues el desarrollo de la Neurología no favorecía tal idea, Kurzban y otros autores han redefinido el concepto neurológico y funcional del módulo. Así, un módulo funcional no sería una zona aislada del cerebro, sino un mecanismo neurológico de procesamiento de información que nos permite resolver un problema concreto. Se habla más de función que de estructura neurológica. Hay que evitar pensar en el módulo como algo localizado en un lugar del cerebro, es decir, un nódulo de células en una región del cerebro. Un módulo puede ser algo muy extendido por el cerebro, un circuito extenso que realice una función. El cerebro albergará mecanismos especializados en escoger pareja, en vincular mutuamente el niño a la madre (el apego) en entender las intenciones y deseos de los demás (Teoría de la mente), condenar moralmente a los otros, etc. La relación entre estos módulos es muy variable, pues hay módulos diseñados para compartir información, otros más encapsulados que no están diseñados para compartir la información; hay módulos con acceso a la conciencia y módulos sin acceso a ella, etc.

El origen de todos estos módulos es evolutivo, aprovechando mutaciones que favorecían respuestas adaptativas a los problemas del medio ambiente. Se fueron formando contenidos neurológicos innatos preexistentes, que se trasmitieron a los descendientes y fueron configurando nuestra conducta, la cual, a pesar de tener un importante componente innato, siempre precisa de una experiencia que procesar. La acción de estos módulos puede considerar como de instintos. Estos se manifiestan en la forma de impulsos, deseos y sentimientos. El hombre tiene una capacidad (un instinto) muy desarrollada para considerar, consciente e inconscientemente, una gran variedad de impulsos y deseos y cotejarlos contra una base de experiencias anteriores para adivinar cuál de sus deseos es más factible en cada momento en función de las expectativas y cual tiene que mantener en cola de espera o bien reprimir.

En sentido coloquial se entiende como instintos una serie de "bajos" impulsos que están determinados al 100% de forma innata (el deseo de alimentarse, tener sexo etc.). Bajo la Psicología evolucionista un instinto es el resultado de la actividad de un módulo funcional del cerebro que trata un determinado problema, y no hay problema que no esté tratado por uno o varios de esos módulos. Un módulo o instinto genera conductas que no son innatas en general sino que dependen del ambiente para su realización. Por tanto, instinto es lo que subyace debajo de cualquier conducta, se considere básica o elevada.

B.- Psicología cognitiva: Procesamiento de la información.

En un sentido teóricamente opuesto a la Psicología evolucionista tenemos aquellas psicologías que apoyan más a la experiencia, y poco o nada a los instintos, como principal motor de la conducta humana. Aunque todas son evolutivas, cognitivas y necesitan de un adecuado procesamiento de la información, sus formas difieren sustancialmente al explicar nuestra conducta. En un extremo se sitúa un tipo de determinismo cultural, claramente expuesto por el concepto de tabula rasa. En filosofía, tabula rasa o tabla rasa hace referencia a la tesis epistemológica de que cada individuo nace con la mente "vacía", es decir, sin cualidades innatas, de modo que todos los conocimientos y habilidades de cada ser humano son exclusivamente fruto del aprendizaje a través de sus experiencias y sus percepciones sensoriales. La Psicología cognitiva trata de explicar la conducta humana a través del mejor conocimiento de las entidades mentales o cognoscitivas, pues son ellas las que realizan las acciones que nos caracterizan, sobre la base de la información que reciben por medio de los receptores sensoriales. Esta nueva dirección metodológica parece que presenta actualmente una importante aceptación conceptual en la explicación de los procesos conductuales (Belinchón et al. 1992).


Uno de los enfoques más aceptados de la Psicología cognitiva corresponde al denominado Procesamiento de la información, que se asocia a la concepción del ser humano como un sistema neurológico capaz de recibir, procesar, almacenar y recuperar la información que le llega a través de sus sentidos (González Labra, 1998). Conceptualmente se basa en que todo proceso mental o cognoscitivo tiene como origen la información que previamente el cerebro ha tenido que recibir y procesar (Leahey, 1980). Sin embargo, esta capacidad de procesamiento de la información no es totalmente libre e independiente, pues estaría limitada por las características psicobiológicas de cada persona. Éstas, en función de su propia herencia genética, no son iguales y juegan un papel importante en el desarrollo de la conducta. La famosa “tabula rasa” en la práctica no existe pues es inviable su realización. Desde el mismo momento del nacimiento se va a producir una organización psicológica, que depende de varios factores fundamentales en la futura conducta del neonato. Entre los más importantes se sitúan las propias características y funciones (innatas o no) del cerebro. Del cerebro hay que tener siempre presente lo siguiente:

- Realiza control de la homeostasis con un carácter innato y de funcionamiento inconsciente.
- El temperamento o la manera particular y natural con que un ser humano interactúa con el entorno. Es hereditario, aunque influenciable hasta cierto grado por los factores. Es la naturaleza general de la personalidad de un individuo, basada las características del tipo de sistema nervioso. Está relacionado con la influencia endocrina (que se debe a los genes, y que se manifiesta en determinados rasgos físicos y psicológicos).
- Capacidades cognitivas racionales o de control de la información que se recibe. Serían las capacidades cognitivas primarias (memoria, funciones ejecutivas, motivación, ciertos niveles de abstracción y simbolización, etc.) que la evolución haya otorgado, por medio de la herencia genética de sus padres, a ese nuevo ser.
- Con la influencia de los estímulos externos. Es la experiencia necesaria para el desarrollo cognitivo humano.
- Las emociones de un claro componente innato, pero que su desarrollo estaría muy relacionado con la evolución de las capacidades cognitivas primarias y secundarias, entre la que destaca la autoconciencia (emociones autoconscientes).

De la unión de estos procesos en el recién nacido, y dentro de una ambiente social, se irían formando una seria de capacidades cognitivas secundarias o emergentes (lenguaje, simbolismo, autoconciencia, etc.) y un determinado desarrollo de las primarias a niveles más altos. Así, después del parto se inicia un proceso de organización psicobiológica, basado en la interacción de las características psicobiológicas heredadas con el medio ambiente con el que se está inmerso continuamente. La consecuencia sería la conducta humana con las características actuales.

Conclusiones básicas

La aceptación de uno u otro modelo explicativo es importante en la explicación del origen y desarrollo de la conducta humana, pues originan formas de desarrollo cultural diferentes. Mientras que la Psicología evolutiva se adapta mejor a la existencia de instintos mediante la tradicional forma gradualista del darvinismo, los psicólogos sociales apoyan más la idea del carácter emergente y cultural de muchas de las cualidades cognitivas del ser humano (Ardilla y Ostrosky-Solís, 2008; Belinchón et al. 1992).

No obstante, la definición de instinto por la Psicología evolutiva no deja de semejarse a las capacidades cognitivas básicas (posibilidad de generar una determinada conducta en un medio adecuado) que exponen la psicología cognitiva social, y que tienen un carácter innato. Los dos modelos tienen una base genética que los posibilitan, y ambos necesitan de un medio ambiente que los desarrolle. La diferencia puede ser simplemente de grado o de concepto, pero prácticamente imposible de especificar. La propia funcionalidad cerebral en un medio concreto podría interpretarse como contenidos innatos preexistentes adquiridos por la evolución. Aunque el posterior desarrollo de carácter emergente es muy difícil asimilarlo a las teorías de la Psicología evolutiva.

Lo que sí debe de quedar claro es que la inmadurez neurológica, la gran plasticidad del sistema nervioso y la existencia de un tardío periodo crítico, son las características psicobiológicas que van a conferir al neonato un largo período de aprendizaje, imprescindible para la adquisición de la conducta que nos caracteriza, entre la que destaca la adquisición de un lenguaje, que tanta trascendencia presenta en el desarrollo de nuestras capacidades cognitivas.

  
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