Con los datos
aportados en los anteriores pots voy a elaborar una síntesis interdisciplinar sobre el origen y
desarrollo del simbolismo humano y, por tanto, de su lenguaje, pensamiento y
conducta. En estas entradas (Biología evolutiva,
Neurología, Psicología, Sociología y Lingüística), encontramos los aspectos teóricos y metodológicos propios de cada
disciplina. A pesar de ello, y por mucho que sean diferentes en sus respectivos
enfoques, debe existir un común punto de encuentro, pues no hay que olvidar
todas ellas tienen como fin principal al ser humano y a sus manifestaciones
socioculturales (donde quedan perfectamente ubicadas su lenguaje, pensamiento y
conducta). Un mismo fin, aunque visto desde parcelas teóricas y metodológicas
diferentes. En la confluencia de intereses hay que
aplicar los criterios interdisciplinarios, entre los que destaca la necesidad
de un adecuado acoplamiento teórico y su consecuente falta de contradicciones teóricas.
I. Biología evolutiva
Las características evolutivas, que han marcado el
desarrollo de nuestro linaje a través del tiempo, constituyen el armazón (neurológico
y psicológico) sobre el que debe explicarse nuestro comportamiento. Es evidente
que, para llegar a tener unas capacidades cognitivas de las características
humanas, es imprescindible la producción de cambios morfológicos que
posibiliten nuestras cualidades psicobiológicas (neurológicas y cognitivas).
Por tanto, sería en la manera y forma en que se producen dichos cambios, donde
reside una de las claves de la explicación del comportamiento humano. Ya vimos que
en el desarrollo teórico de la Biología Evolutiva existen dos formas de
entender el cambio anatómico. No es que existan dos teorías diferentes, sino
que la manera de producirse puede ser diferente. La primera y más tradicional,
por lo que podría denominarse como clásica, estaría
representada por los aspectos más conocidos de la teoría sintética. En ella,
vemos como el lenguaje y toda la conducta humana, con su gran capacidad de
adaptación, debió irse configurando de una forma paralela y lenta
a los cambios morfológicos que lo posibilitan y ofreciendo una mayor capacidad
de supervivencia. Todo este proceso sería dirigido durante su desarrollo por la
acción de la selección natural. La segunda estaría basada en los conceptos que
la Biología ha desarrollado en estos últimos años, y que constituían un modelo
multifactorial, donde las causas del cambio morfológico de deben a diversas causas y
factores (mutaciones en genes reguladores, acción evolutiva de la embriología,
etc.). En él se engloba el modelo de los equilibrios puntuados de Stephen. J. Gould,
y se explica la producción evolutiva con otros parámetros, entre los que
destaca la realización de algunos cambios anatómicos relativamente rápidos, y su posterior
sometimiento a los controles de la selección natural. Con estas premisas, el
lenguaje se entiende como consecuencia de una exaptación
evolutiva, es decir, como una cualidad cognitiva emergente que
aparece después de realizados los cambios anatómicos (neurológicos y
lingüísticos) que lo posibilitan, pero que no se crearon evolutivamente para
realizar tal propiedad. Aunque las dos formas de entender los mecanismos
evolutivos tienen cierto antagonismo, lo cierto es que, al menos teóricamente,
pueden producirse ambos a la vez. En la práctica, dentro del estudio de cada
homínido en particular, las dificultades para conocer cuales fueron los
causantes de su evolución son aún muy importantes, lo que dificulta su
conocimiento con el grado de certeza que a todos nos gustaría tener. Por tanto,
siempre queda la pregunta:
¿Cuál sería el mejor camino a seguir?
Con los únicos datos que nos ofrece esta ciencia
biológica, no es posible conocer la forma exacta en que se produjo nuestra
evolución. El testimonio
paleontológico, único sobre la realidad de los cambios evolutivos, no es capaz
de indicar con claridad los caminos seguidos en tal complejo proceso y de tan
larga duración. Si la Paleontología no es suficiente para conocer las formas
evolutivas que dieron lugar al desarrollo de las características conductuales y
lingüísticas humanas, estamos obligados a buscar ayuda en otras ciencias que
nos aporten nuevas vías de estudio sobre la forma de creación de estos aspectos
culturales. Como es lógico, la Prehistoria, Neurología, Psicología y
Sociología, al ser ciencias que estudian al ser humano y todas sus manifestaciones
conductuales, deberían ser las primeras que usemos, pues al tener sus
contenidos metodológicos los mismos fines (el estudio de la conducta del ser
humano), necesariamente deben aportar una valiosa ayudar en nuestro intento.
II. Prehistoria.
Parece obligado indagar que nos puede ofrecer la
Prehistoria, pues es la disciplina que más se ha dedicado a explorar la
conducta durante el periodo de nuestra evolución anatómica y cultural. En ella,
la forma más tradicional y difundida de explicar el aumento del sistema nervioso
central humano, que aparentemente se realiza de una forma lenta y progresiva,
es que pudo permanecer y progresar gracias al desarrollo de adaptabilidad que
ofrecía el consecutivo aumento de la inteligencia de los humanos de cada nueva
especie. Pero el registro arqueológico nos ofrece una versión diferente, al
mostrar que tal crecimiento neurológico no se corresponde con un paralelo
desarrollo de una conducta simbólica con mayor capacidad de adaptación.
Sin embargo, a pesar de conocer este desfase entre la
evolución física y la cultural, en su explicación sobre el desarrollo cognitivo
humano no profundiza en las causas evolutivas que justificasen tan peculiar
forma de desarrollo cultural, ni su correlación lógica con las remodelaciones
neurológicas. Este es el primer problema que encontramos corrientemente en la
explicación sobre la formación de nuestra cultura simbólica. Se explica la teoría
sintética de la evolución y, sin casi conexión práctica, se pasa a exponer los
cambios culturales ocurridos a lo largo del desarrollo de nuestro linaje. No se
aclara la forma en que estos cambios conductuales se producen, dando por seguro
que siempre son consecuencia de las características que la evolución ofrece en
sus cambios anatómicos. Tal afirmación no deja, de una forma muy genérica, de
ser cierta, pero hay que explicar los mecanismos (psicobiológicos,
socioculturales y medioambientales) que fueron necesarios para su producción.
Bien es verdad, que los datos que obtenemos de los
yacimientos arqueológicos distan mucho de ser exhaustivos, por lo que puede
atribuirse a esta falta de datos la imposibilidad de aclarar los conceptos de
relación entre la evolución y la conducta humana. No obstante, queda patente
que la forma explicativa de la evolución que mejor se ajusta al desarrollo
simbólico observado en el registro arqueológico corresponde al modelo
multifactorial. Primero se produce un aumento de la capacidad cognitiva (no
olvidar que capacidad se usa en el término de potencialidad,
no de una realidad manifiesta), y después se generan las nuevas pautas de
conducta.
III. Neurología.
Si las cosas no quedan claras, debemos seguir buscando
nuevas ayudas que nos puedan solucionar, hasta donde sea posible, tales
problemas. Puesto que siempre estamos hablando del cerebro, de su crecimiento y
de la relación con la conducta observada, parece lógico que busquemos nuevos
datos en las ciencias que traten específicamente sobre estos problemas, como
son la Neurología y la Psicología. Hay que tener presente, que los cerebros de
los diferentes homínidos que componen nuestra escala evolutiva no son entidades
neurológicas aisladas e independientes, sino que todos ellos están relacionados
entre sí por los mecanismos evolutivos que los ha creado. Por tanto, entre
todos ellos existe un nexo común, como es el que corresponden a un modelo
único, sobre el que se están produciendo ciertos cambios
cuantitativos y cualitativos que, sin duda, hay que valorar.
El actual mejor conocimiento del sistema nervioso de
todos los mamíferos, y más aún el de los humanos, nos indica que es un órgano
que depende de los estímulos sensoriales externos para su estructuración,
mantenimiento y correcto funcionamiento. Siempre hay que estar recibiendo
información que, correctamente almacenada y procesada, nos sirva para
desarrollar una conducta demorada y consecuente con la experiencia adquirida.
La conducta de carácter innato (los instintos) estaría relegada a situaciones
muy precarias y extraordinarias, donde la acción de la corteza cerebral es
superada por la actuación de la parte más primitiva de nuestro cerebro. Por
tanto, es un hecho bien aceptado en la actualidad que nuestro cerebro, para un
correcto funcionamiento, depende de la continua llegada de información a través
de sus sistemas de captación especializados (audición, tacto, visión, gusto y
olfato). La evolución dio lugar al desarrollo de un gran cerebro por medio de
un aumento importante de las áreas de asociación (aumento cuantitativo),
lo que le otorgó una gran capacidad para la creación de diversas cualidades
cognitivas primarias. Éstas, con su desarrollo por medio de la información
adquirida, darían lugar a un desarrollo cualitativo o capacidades
cognitivas emergentes o exaptativas. Igual que en el caso de la
Prehistoria, esta forma de explicación sobre el desarrollo neurológico se
acopla mejor al modelo de evolución que denominamos como multifactorial.
IV. Psicología.
En la actualidad, la Psicología se
va centrando en metodologías más concretas y con mejor base doctrinal, lo que
les confiere unos fundamentos más delimitados y precisos, aunque aún falta
mucho para una total y general comprensión de nuestra mente. La Psicología
cognitiva trata de explicar la conducta humana a través del
conocimiento de los procesos de índole mental o cognitiva que tienen lugar en
nuestro cerebro. Son ellos los que realizan las acciones que nos caracterizan,
sobre la base de la información que reciben por medio de los receptores
sensoriales. Esta dirección metodológica parece que presenta actualmente una
hegemonía conceptual en la explicación de los procesos conductuales. Uno de los
enfoques más aceptados de la Psicología cognitiva corresponde al denominado Procesamiento
de la información, que se asocia a la concepción del ser humano como un sistema neurológico capaz de recibir, procesar, almacenar y
recuperar la información que le llega a través de sus sentidos (González Labra, 1998; Belinchón et al. 1992).
Conceptualmente
se basa en que los procesos mentales o cognitivos superiores pueden
desarrollarse gracias a la información que previamente el cerebro ha tenido que
recibir y procesar. Ya vimos cómo el sistema nervioso humano es un complejo
órgano evolutivamente diseñado para recibir y procesar información del medio
ambiente en el que vive y se desarrolla. La falta de estímulos produce graves
alteraciones neurológicas y psicológicas, sólo hay que recordar el experimento
realizado sobre el déficit severo de
información sensorial y las graves consecuencias del aislamiento (experimento
de O. Hebb: Milner, 1993), o falta de trato afectivo y lingüístico a los niños
de corta edad (Vallejo-Nágera, 1974). Son datos que corroboran que tales
estímulos juegan un papel trascendental en la correcta maduración neurológica y
psicológica de nuestro cerebro. Como podemos apreciar, tal modelo se ajusta
bien a las formas evolutivas comprendidas en el modelo multifactorial.
V. Ciencias sociales.
Existe un grupo de ciencias que estudian
al ser humano como componente de una sociedad (Sociología, Antropología social,
etc.) y que nos puede ayudar en nuestro intento de comprender mejor nuestra
forma de actuar en el presente y en el pasado. En ellas se estudian los
componentes culturales y sociales de las relaciones humanas. Los elementos sociales,
íntimamente relacionados con los culturales, están basados en la
interrelación existente entre los diversos componentes de un grupo, así como de
las diversas poblaciones humanas entre sí. La consecuencia más importante de
esta relación social sería el desarrollo de una facultad propia de nuestro
género, el lenguaje. La necesidad de entendimiento social es una
importante motivación para desarrollar cualquier tipo de forma de
comunicación, pues con él la conducta de la sociedad mejora mucho su
adaptabilidad al medio. El lenguaje constituye un método altamente eficaz de
simbolización y transmisión de la información que obtenemos sobre el medio
ambiente, ya sea simple o elaborada por medio del pensamiento del que intenta
comunicarse con los otros componentes del grupo. Igualmente, es la forma más
eficaz de adquirir las ideas abstractas fundamentales (identidad social y
personal, conceptos del tiempo y del espacio) por parte de los niños dentro de
su periodo crítico, lo que va a configurar su conducta simbólica a lo largo de
toda su vida. Podemos destacar al lenguaje
como el medio que ha servido al ser humano para poder desarrollar
y organizar su propio pensamiento en las bases del simbolismo y la
autoconciencia, ampliar la cultura que heredó de sus ancestros y modificar
sustancialmente su conducta. En el desarrollo de la Sociología se
aprecia fácilmente que la conducta humana, y desde luego su lenguaje, son creaciones
que las sociedades humanas generan a partir de las capacidades que la evolución
les ha otorgado. La influencia del medio ambiente (físico, cultural y social)
es fundamental para la creación y desarrollo de tales procesos, por lo que sí
éstos faltasen es muy difícil e incluso imposible producir conductas
simbólicas. También, estos conceptos nos acercan más a la forma evolutiva
generada por el modelo multifactorial.
VI. Coordinación general
Hemos visto cómo todas estas ciencias se acoplan
perfectamente entre sí, siempre que se utilicen las formas teóricas más avanzadas
de las diversas y complejas metodologías académicas. El apoyo común entre todas
ellas ofrece una mayor seguridad a cada una en particular, ofreciendo un modelo
sobre la evolución y estructuración psicobiológica de nuestro cerebro, con un
alto poder explicativo y, por tanto, de mayor fiabilidad científica.
- ¿Cómo
ocurre todo esto?
La
evolución dio lugar al característico y gran cerebro de nuestra especie, este
aumento de tejido neurológico necesitaría un paralelo aumento del tiempo para
lograr su maduración o estructuración funcional definitiva; lo que es fácil de
observar en las características neurológicas de los recién nacidos, donde
destaca su gran inmadurez fisiológica. Efectivamente, el inicio
del parto se debe a la unión de diversos factores que obligan a su producción,
entre los cuales no se encuentra la madurez neurológica que permita al recién
nacido poder valerse por sí mismo en un corto período de tiempo. Tal inmadurez
limita el crecimiento de la cabeza del neonato, lo que debido a la propia
estrechez del canal del parto, consecuencia de la locomoción bípeda (Bruner,
1984), adquiere una gran importancia. En la actualidad, entre las causas que se
consideran como desencadenantes del parto, se encuentran cierta
incompatibilidad entre la nutrición entre el feto y el útero que le cobija y
alimenta, así como del inicio de un complejo proceso neuro-hormonal en la madre
(Usandizaga y de la Fuente Pérez, 1997). La inmadurez neurológica en el momento
del nacimiento es tan acusada, que diversos autores consideran que los seres
humanos tienen un periodo de desarrollo fetal extrauterino de doce meses, con
lo que el ritmo de desarrollo fetal abarca un total de veintiún meses
(Changeux, 1985; Holt et al. 1975). La causa de la prolongación del
tiempo necesario para el desarrollo embrionario cerebral se debe al aumento
cuantitativo del córtex, que necesitará más tiempo para desarrollarse y
madurar.
La inmadurez neurológica, la
gran plasticidad
del sistema nervioso y la existencia de un tardío periodo crítico, son
las características psicobiológicas que van a conferir al neonato un largo
período de aprendizaje. Durante la infancia, juventud y madurez del ser
humano se van a producir una serie de interrelaciones entre las características
neurológicas anteriores y los estímulos externos de todo tipo
(sociales, psicológicos, lingüísticos etc.). La consecuencia de tales hechos va
a tener una gran trascendencia, como sería trasformar ese aumento
cuantitativo de las áreas corticales asociativas en módulos
funcionales, estructuración cualitativa o emergencias cognitivas. Las
sociedades humanas, como creadoras de todas las estructuras socioculturales y
de todos los componentes abstractos y simbólicos del lenguaje, son las
responsables del desarrollo cognitivo de los recién nacidos. Sin embargo, al
producirse de una forma casi imperceptible gracias a su alta capacidad de
asimilación y/o aprendizaje que presenta nuestra especie, parece más una manifestación
innata que una reorganización psicobiológica dependiente de las características
del medio en el que se desarrolla.
Desde el mismo momento del nacimiento se va a producir una organización psicológica, que depende de
tres factores fundamentales en la futura conducta del neonato. Primero, de las capacidades
cognitivas primarias (creatividad, memoria, funciones ejecutivas,
motivación, etc.) que la evolución haya otorgado, por medio de la herencia
genética de sus padres, a ese nuevo ser. Segundo, de las características
funcionales que tenga el sistema nervioso creado, es decir, de la forma
particular de responder al medio ambiente que tenga ese cerebro en particular,
correspondiendo a lo que en psicología se denomina como temperamento, con
un carácter igualmente innato aunque moldeable, en parte, por la influencia
ambiental. Tercero, con la influencia de los estímulos externos se produce la adquisición
e interiorización del simbolismo del lenguaje, y el desarrollo
funcional del pensamiento (lenguaje interno), facultando el desarrollo
de los fenómenos de autoconciencia y demás procesos cognitivos emergentes o
exaptativos. La unión funcional de todos estos procesos van a dar lugar a un
importante cambio conductual, tanto en el simbolismo de sus actos como en
el control de los mismos. Este lenguaje, al ser una creación de los propios
seres humanos, será el que más fácilmente puede variar y, por tanto, el que más
va a significar en la diferenciación conductual de las poblaciones humanas.
Cuando las capacidades cognitivas
alcancen el nivel evolutivo adecuado, es cuando puede comenzar a producirse el
desarrollo funcional, basado en el simbolismo adquirido por medio del lenguaje,
y de las áreas asociativas aumentadas cuantitativamente por la evolución. Este
desarrollo daría lugar a un cambio cualitativo en las propiedades del
córtex que se manifiesta por medio de las propiedades emergentes o
exaptativas de nuestra especie. Con ello, se produce un desarrollo cognitivo
moderno, donde el pensamiento
humano esté organizado por las propias características del lenguaje
(en
la forma con el lenguaje interno, y en el fondo con el simbolismo
que pueda llevar). Así, es capaz de seguir creando un mundo simbólico, de ofrecer soluciones nuevas a los
problemas cotidianos por medio de las modificaciones sustanciales de su
conducta. Se producirían los aspectos culturales modernos, es decir, el
desarrollo de una conducta simbólica, y la creación de las formas
culturales propias de un mundo moderno.
Las características neurológicas
imponen una condición imprescindible para el logro correcto de tal organización
psicológica, como es que debe tener lugar dentro del periodo crítico, es decir, mientras se está madurando y
estructurando definitivamente el sistema nervioso. Si no se produce dentro de
este periodo, la experiencia clínica neurológica y psicológica nos ofrece la
triste realidad de un desarrollo cognitivo limitado, pobre o incluso
inexistente, dependiendo del momento en que se produjeron los intentos de
recuperación del ser humano que, por causas claramente anormales, se mantuvo
alejado de la influencia de un medio ambiente simbólico. Con todo esto se ha
diseñado un modelo general sobre el origen del comportamiento humano (modelo
psicobiológico), estableciendo la relación entre las diversas formas
conductuales, el desarrollo cognitivo que las genera y la elaboración de un
lenguaje simbólico.
- ¿Cómo ocurrió en el pasado?
La evolución, en su constante acción, produce una
serie de capacidades que pueden o no desarrollarse, en función de las propias
características medioambientales. Si estas características son las apropiadas,
se desarrollarán las formas conductuales que han caracterizado al ser humano
moderno, siendo el lenguaje una pieza clave de tal desarrollo. Como es lógico,
las cosas fueron diferentes en el pasado, pues ni todos los homínidos de
nuestro linaje tenían las mismas capacidades cognitivas, ni
existía un medio ambiente sociocultural con los
componentes abstractos y simbólicos que caracteriza al actual.
Sin pararnos con precisión en la línea evolutiva
humana, siempre en continua discusión y adaptación, lo cierto es que la
principal característica que se aprecia es el aumento notable del cerebro, así
como una importante reorganización corporal hasta llegar a las formas de los
humanos anatómicamente modernos. Este aumento neurológico hay que matizarlo,
pues con una simplicidad explicativa parece que se trata de un proceso
evolutivo unidireccional, cuando en realidad se trataría de la manifestación de
una serie de mutaciones en la embriogénesis neurológica, dentro de unas
poblaciones y/o especies cuya relación definitiva desconocemos, y de las que
sólo tenemos claro dos cosas. Primero, los cambios evolutivos, que producen los
cambios neurológicos, parece ser que son bien soportados por la embriología
fetal, llegando en buenas condiciones al parto, posiblemente otras mutaciones
parecidas no lograron llegar a tan buen final. Segundo, el gasto energético que
supone este importante aumento de tejido nervioso, se vio ampliamente suplido
con las ventajas adaptativas que supuso el inicio del comportamiento social de
tipo humano, que arqueológicamente se ha visto que se inicia en el albor de
nuestro linaje con la aparición del Homo habilis.
El conocimiento de todos estos
datos nos lleva a pensar que las cualidades cognitivas que la evolución nos ha
dado, encajan mejor en el concepto de emergencia o exaptación, al
necesitar de la creación de un ambiente externo idóneo para su desarrollo. Este
ambiente es la cultura que el ser humano desarrolla en su interacción con el
medio ambiente físico y social, pero no de una forma lineal, sino con una curva
ascendente, que sólo se acentúa cuando la capacidad creativa de nuestro cerebro
alcanza los niveles necesarios para poder desarrollar los conceptos claves de nuestro
lenguaje simbólico (ideas de la individualidad personal, del tiempo y del
espacio), lo que según el registro arqueológico no acontece en su plenitud
hasta la aparición del Homo sapiens. La
propia creación del lenguaje y su desarrollo forman un proceso complejo, que
requiere la coordinación de numerosos factores. La formación de una base
anatómica que sea capaz de articular una serie de sonidos múltiples y
variados (sistema fonador), y de un
sistema capaz de recibir y comprender dichos sonidos (sistema auditivo). Del desarrollo de un sistema nervioso con la
capacidad de poder correlacionar hechos de la vida corriente con diversos
sonidos o símbolos, creando nuevas abstracciones sobre realidades no
observables directamente en la naturaleza (como son los conceptos del tiempo y
del espacio). De la creación y mantenimiento de un sistema sociocultural,
que pueda favorecer el desarrollo de los anteriores apartados, el cual debe de
facilitar la comunicación, incentivar su creación y conservarlo a través de las
diversas generaciones. Si alguno de estos tres componentes no está
suficientemente desarrollado, el lenguaje sólo podrá manifestarse en los
aspectos que la limitación de la conjunción de los tres elementos anteriores
permita. Por tanto, la creación de uno
o dos de ellos, no es suficiente para desarrollar un lenguaje simbólico, si un
tercero no lo está plenamente, lo que explica la dificultad de comunicación de
los diferentes homínidos de la cadena evolutiva humana.
En el Paleolítico es cuando el género Homo se
desarrolló anatómicamente hasta las formas actuales, creando a su vez las
capacidades cognitivas (abstracción, simbolización, aprendizaje, atención,
creatividad, etc.) que han posibilitado su compleja forma de actuar. Pero
también es cuando se ha ido generando ese medio ambiente cultural de base
simbólica, imprescindible para un desarrollo cognitivo adecuado. La unión o
lazo de conexión entre ambos procesos es el lenguaje, pieza clave en nuestro
desarrollo como seres humanos.
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